Manex Altuna

Infinita tristeza en un Athletic al que no le queda otra que lamer sus heridas y levantarse

Silencio, desolación y pesimismo. La derrota en la final vasca ha causado un profundo dolor en el entorno rojiblanco, sobre todo, porque al equipo le pesó la responsabilidad al encajar el penalti y no supo responder. La Copa se escapó en un error y el poso que deja es muy negativo.

Jugadores del Athetic desolados tras perder la final de Copa. (Monika DEL VALLE / FOKU)
Jugadores del Athetic desolados tras perder la final de Copa. (Monika DEL VALLE / FOKU)

El único aspecto positivo que se puede rescatar de la derrota en la final vasca es que el día 17 el Athletic dispone de la oportunidad de resarcirse. El golpe encajado ha sido duro. Nadie discute que se puede perder un partido, pero la sensación que transmitió el equipo en la segunda mitad hizo aumentar la decepción.

Si en algo confiaban todos los aficionados, e incluso los jugadores, es que este equipo nunca se rinde y pelea hasta el final. Lo había demostrado en numerosas ocasiones. Ese espíritu, imprevisible e indomable, desapareció en La Cartuja tras el penalti encajado al inicio del segundo tiempo. El Athletic perdió el sitio y no estuvo a la altura del choque, como admitió Marcelino al acabar el partido, que hizo referencia al exceso de «responsabilidad».

Los jugadores y el cuerpo técnico tendrán que reflexionar en los próximos días para intentar levantar el ánimo y recuperar su mejor versión para una nueva final de Copa.

En teoría, el Barcelona es un rival más complicado ya que cuentan con estrellas mundiales en sus filas como Messi, Dembele o Griezmann. El ex de la Real es de esos jugadores que siempre se le atragantan al Athletic.

La ilusión generada desde la llegada del nuevo técnico, con la victoria en la Supercopa y la clasificación para una nueva final, se ha desvanecido con la derrota y aparecen en la memoria los fantasmas de 2012 al caer en las finales de Europa League y Copa de manera consecutiva.

Pérdidas innecesarias

En el día después, la desolación es manifiesta. El rendimiento de los jugadores no fue el esperado en el aspecto ofensivo. En el primer tiempo el Athletic cerró bien el camino a la portería y consiguió llegar a la contraria en contadas ocasiones. El equipo estuvo bastante cómodo. Raúl García tuvo varios intentos, Muniain un cabezazo desviado a córner y Berenguer dispuso de balones para entrar por la derecha. Williams fue el que menos pudo participar. Zubeldia no le dejó coger ninguna ventaja y detuvo las jugadas si se le escapaba.

En el centro del campo Dani García y Vencedor cumplieron bien en funciones defensivas, pero fueron bastante más espesos con el balón. Las lagunas en ataque salieron a relucir tras encajar el gol. La Real consiguió defender lejos de su portería y en la retaguardia ganaron casi todos los duelos ante los delanteros rojiblancos.

Yeray e Iñigo Martínez también estuvieron a un gran nivel en la primera mitad, aunque tras el descanso perdieron el sitio. Todo cambió en la primera acción. De Marcos perdió la pelota ante Oyarzabal a la altura del medio campo, éste conectó con Isak que le devolvió un pase en profundidad. El centro del capitán txuri-urdin golpeó en la mano de Iñigo Martínez y la inseguridad se instaló en la zaga rojiblanca.

El VAR ni el árbitro se atrevieron a pitar penalti, pero al de poco llegó la jugada clave del encuentro. Yeray buscó un pase interior hacia Vencedor. Mikel Merino se anticipó y puso un balón en profundidad a Portu. El derribo de Iñigo Martínez fue claro y tuvo la fortuna de que el árbitro reculó con la tarjeta roja.

En un partido tan igualado, el Athletic se quedó aturdido y el paso de los minutos causaron tal ansiedad, que no hubo manera de resurgir. La final se fue en ese «detalle», sin ser inferiores, la Real supo entender mejor lo que necesitaba para ganar el partido. No arriesgó, no cometió ningún error y aprovechó el fallo del rival. Así de simple.

El gesto de Muniain e Iñigo Martínez

Por mucha palabrería y discurso belicó utilizado por algunos aficionados o periodistas en la previa, la final vasca estuvo marcada por la tensión en los jugadores y un pique sano entre la mayoría de seguidores. Iribar decía que los jugadores deben dar todo en el campo y al acabar felicitar al campeón. Así lo hicieron los jugadores del Athletic en el estadio de La Cartuja.

Capitaneados por Muniain, con un Villalibre envuelto en lágrimas, aplaudieron a los jugadores de la Real mientras alzaban la Copa. El ‘10’ rojiblanco ofreció una imagen de saber perder.

 

Lo mismo hizo Iñigo Martínez al saludar uno por uno a sus excompañeros y al presidente Jokin Aperribay. El de Ondarroa fue el gran protagonista de la noche al cometer el penalti que costó la derrota ante su exequipo y mantuvo el tipo con deportividad.

 

La expedición rojiblanca ha regresado este mediodía a Euskal Herria y regresará el lunes a los entrenamientos para preparar el derbi de la «revancha» que se disputará este miércoles, día 7, en Anoeta. Asimismo, el sábado recibe al Alavés en San Mamés en Liga y después se centrará en la final contra el Barcelona de Messi.

Pase lo que pase, no queda otra que levantarse. Lepoan hartu ta segi aurrera.