Daniel   Galvalizi
Periodista

Vox busca el caos en el barrio más «antifa» de Madrid y la Policía se lo obsequia

En un acto pensado para provocar, la ultraderecha ha lanzado sus candidaturas para la CAM en Vallecas, en una plaza rodeada por miles de manifestantes antifascistas, a quienes insólitamente Abascal se arrojó para reventar. Policías golpean a periodistas, incluyendo el cronista de NAIZ.

Una de las cargas policiales. (Javier SORIANO | AFP)
Una de las cargas policiales. (Javier SORIANO | AFP)

Estaban todos los ingredientes para un potaje de caos, crispación y violencia. Un partido de ultraderecha decidido a provocar, presentando su candidatura en el barrio más obrero y de izquierdas de la ciudad de Madrid, con una presencia sugestivamente escasa de la Policía Nacional, sin vallado ni separaciones. Alcanzó con un pirómano para que todo reviente. Y Santiago Abascal estaba a por el cargo.

Vox citó a las 19.30 en la Plaza Roja de Vallecas a sus militantes. El escenario estaba rodeado de unos no más de 300 simpatizantes de la ultraderecha y dirigentes intermedios. Había efectivos de la Policía Nacional (pocos) que separaban simbólicamente ese sector de los alrededor de 2.000 militantes antifascistas que repudiaban el acto, cantaban canciones y gritaban.

Hasta cerca de las 20.00 nada grave había ocurrido. Si bien es cierto que hubo algunas botellas y latas lanzadas, fueron muy aisladas y nada iba más allá del clima de tensión. Tal vez ese déficit de caos guerracivilista fue lo que llevó a Abascal a realizar una jugada peligrosa e insólita para un líder político; quejándose contra el Ministerio del Interior, se bajó del escenario y se abalanzó sobre los manifestantes «antifa» que rodeaban el predio, y ahí se desató el caos.

Comenzó así una hora larga de idas y vueltas entre la policía y los manifestantes, con al menos dos detenidos que pudo constatar NAIZ, porrazos y luego disparos al aire. Hasta el momento en que se pudo estar en el lugar de los hechos no hubo gases lacrimógenos.

Tras la embestida de provocación inequívoca de Abascal, se acrecentaron el lanzamiento de botellas, latas y piedras desde el sector donde estaban sus opositores, y también los gritos e insultos (con muchas manos elevando el dedo mayor de la mano) de parte de los militantes de la extrema derecha. El acto fue reventado por su propio organizador, que luego volvió al escenario a denunciar (lo nombró casi una decena de veces) al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a quien responsabilizó por lo sucedido.

Para la cantidad de gente que había de bandos tan opuestos y la expectativa de provocación, seguramente había un operativo policial escaso. Quizás a esto se refirió Abascal cuando, mientras oía los insultos y veía algún botellazo, afirmó en el escenario: «De esto tiene la culpa el ministro Marlaska, que ha permitido a esta gente estar aquí y que no podamos hacer nuestro mitin tranquilamente».

Pero él luego buscó el caos y la Policía se lo obsequió con una represión indiscriminada y golpes a cualquier manifestante, estuviera haciendo lo que fuere. Para peor, algunos policías golpearon y empujaron a periodistas en ejercicio de su profesión, entre ellos quien escribe. Al correr para esquivar los lanzamientos de piedra, un miembro de la PN le gritó que se fuera y le dio un porrazo contundente en el brazo derecho. Episodios similares han sufrido otros reporteros de varios medios.

Sobre las 20.30, cuando acababa la autorización para el mitin otorgada por la Delegación del Gobierno en Madrid (que acaba de renovar su máximo cargo al asumir Mercedez González en sustitución de Juan Manuel Franco), comenzó la desconcentración, en un clima menos denso.

Entre ‘Bella Ciao’ y el orgullo neofascista

Al llegar a Plaza de la Constitución, popularmente conocida como la Plaza Roja vallecana, costaba entender de qué iba el mitin, porque se veían centenares de militantes «antifas’»(mayoría joven) formando una larga ‘C’ que rodeaba el predio, cantando canciones y aplaudiendo en contra del fascismo, y en el medio unos pocos militantes de Vox agitando banderas rojigualdas, rodeando el pequeño escenario montado a los pies de unos edificios de indudable carácter obrero y popular, como es este distrito del sureste madrileño.

Una mujer mayor, vestida toda de morada, bailaba al lado de su bicicleta en la que nos parlantes hacían sonar “Bella Ciao”, la canción insignia del antifascismo italiano. El sonido se confundía con el “Vete a tu barrio, fascista vete a tu barrio”, en la melodía de la famosa “Guantanamera”, que cantaban los manifestantes, además de reclamarle al presidente de Vox que vaya a obtener un trabajo y otros cánticos.

«Han venido a provocar, solo a eso. Y esto va a acabar mal», dice Sandra a NAIZ, visiblemente molesta por la presencia de los ultras en su barrio. Pedro, de 35 años y residente de toda su vida en este distrito, se acerca y muestra su frustración: «Es que no entiendo por qué han venido. Quieren estigmatizarlo para mostrarlo como un barrio inseguro».

Cuando se le pregunta a quién va a votar, responde sin dudar que a Unidas Podemos, y sobre Vox, afirma: «No los votaría nunca, son fascismo puro y duro que quieren engordar más a los empresarios a costa nuestro».

El ambiente se empezaba a calentar con el saludo de la portavoz del grupo parlamentario de la ultraderecha, Macarena Olona, en el escenario. Al “No pasarán!” de los «antifa» algunos militantes de Vox responden con insultos. En el medio, Lidia, de 39 años («vecina de toda la vida de aquí») está acompañada por su marido, Alberto. Dice a NAIZ sentirse «agobiada y avergonzada» por las protestas contra el mitin.

«No me siento identificada con esto. A mí me enseñaron que tiene que haber libertad de expresión y repudiamos los insultos de ambos lados, sea quien sea», señala. Dijo que respeta «mucho» a la candidata del PP, Isabel Díaz-Ayuso, pero cree que seguramente acabe votando a Vox porque comparte sus «ideales».

Más enfática, y evidentemente militante orgánica, es Clara, de 21 años. Repite una narrativa bastante común entre los simpatizantes de los ultras: »He venido porque considero que es la única alternativa política hoy por hoy y son los únicos que defienden la unidad de España». Cuando se le pregunta por qué no a Ayuso, dice que a la presidenta saliente madrileña la tiene «en un altar» pero que sufre «restricciones del PP» y comparte algunas «cosas de los progres».

Esta ponderación de Ayuso tal vez sea la clave para entender por qué Vox buscó este acto en este barrio tan marcadamente de izquierdas, de clase media y baja y con una historia de resistencia antifascista. También las encuestas, que exhiben el poder de aspiradora de la líder del PP regional a tal punto que pone en aprietos a Vox, ayudan a explicar la irracionalidad de Abascal arrojándose hacia sus oponentes. Además que su desmesura barre por completo el protagonismo de la candidata a presidenta, Rocío Monasterio.

Todo esto se veía venir: no solo el Ayuntamiento de Madrid desaconsejó el mitin (aunque la Delegación del Gobierno sí lo autorizó) sino que en una acción inusual, PSOE, Unidas Podemos y Más Madrid emitieron por la mañana un comunicado conjunto en el que pedían a los vecinos de Vallecas no caer en provocaciones y combatir «social y electoralmente» a la ultraderecha sin violencia.

El caos de Vallecas este miércoles es un prólogo lamentable de la campaña de crispación que se avecina en la Comunidad de Madrid. También habrá consecuencias políticas: el exvicepresidente y candidato de UP, Pablo Iglesias, ha criticado en Twitter las cargas policiales, y el diputado de EH Bildu en el Congreso, Jon Iñarritu, ha adelantado a NAIZ que hará una pregunta al respecto en la sesión de control al Ejecutivo.
 

«Con tu puedo y mi quiero, vamos juntos compañero» es una frase del poema  “Vamos Juntos” de Mario Benedetti y está pintada en letra gigante en una de las paredes del ;etro madrileño más próximo a la plaza del caos y la represión ocurrida este miércoles. Un día en que justamente colisionaron ese poder y ese no querer.