Jon Ormazabal

Del juramento de los Atano al rebelde Gallastegi, cancelaciones de lo más variadas

En la larga historia de la modalidad no solo se han dado aplazamientos, mitos como los azkoitiarras y el eibartarra se quedaron sin final con historias de película.

Miguel Gallastegi posa con otros campeones del Manomanista en la celebración de sus cien años. (Jon URBE/FOKU)
Miguel Gallastegi posa con otros campeones del Manomanista en la celebración de sus cien años. (Jon URBE/FOKU)

Dicen que muchas veces la realidad supera a la ficción y la larga historia del Manomanista nos ha dado ejemplos en los que cualquier guionista se hubiera quedado corto. Mitos de este deporte como la saga de los Atano o Miguel Gallastegi protagonizaron dos de los casos más curiosos.

El 27 de setiembre de 1942 quedó grabado en la historia de Azkoitia y de la pelota cuando Mariano Juaristi (Atano III) y su hermano Jose María (Atano VII), ocho años menor, se midieron enel frontón de Gros. Para evitar suspicacias, ambos tuvieron que firmar el siguiente documento antes de la disputa de la final. «Juro ante Dios poner en el partido de pelota concertado con mi hermano, en el que hemos de disputarnos el título de campeón de España, todas mis facultades, mis energías y mi voluntad más firme de vencer para lograr el triunfo de tan deseado galardón. Y para que conste, firmo este juramento en San Sebastián, a 6 de junio de 1942». Atano III ganó 22-5, sin piedad alguna de su hermano menor.

Dos años después, Atano VII volvió a conseguir plaza de finalista frente a Mariano, pero los empresarios de la época no querían otra final fratricida e idearon una especie de triangular en el que involucraaron Felipe. El getariarra perdió ante los dos hermanos de Azkoitia y como Atano III ganó con mayor diferencia de tantos, conservó su txapela.

Gallastegi, Agirre y Carrero Blanco

No le va a la zaga el «Caso Gallastegi» de 1953, uno de los más polémicos de la historia de la pelota recogido y documentado en el libro «La pelota según Miguel Gallastegi», de Luis Aranbarri, Amatiño.

Habitualmente, siempre se ha hablado de desavenencias económicas como motivo de la renuncia del eibartarra, pero la historia tiene mucha más miga. Tras haber vencido a Akarregi en la final de 1951, disputada en Bergara, a Gallastegi le tocaba defender su txapela contra Barberito I, que era el pelotari que se ganó el puesto en la final, tras eliminar en semifinales al propio Akarregi, obligado a jugar sin estar plenamente recuperado de una lesión.

En un ambiente enrarecido por el pobre nivel de juego de la semifinal, Gallastegi –que ya se había ganado el apodo de rebelde por una huelga que comenzó con otros cinco pelotaris y en la que terminó solo, teniendo que buscarse la vida en frontones de Ipar Euskal Herria– puso dos condiciones para jugar la final.

La primera era relativa a la fecha, pues solicitó que se jugara a partir de octubre, a fin de evitar los calores estivales. La tradición le avalaba, su título anterior lo había conseguido en diciembre y en 1948 él mismo accedió a la petición de Atano III para disputar la final seis meses después de jugar las semifinales.

La segunda sí fue económica, pues solicitaba mayor equilibrio entre su caché y los ingresos empresariales, que le ofrecían lo mismo que dos años antes, a pesar de que las entradas eran más caras que en 1951. Al no llegar a un acuerdo, la Federación Guipuzcoana, dependiente de la Delegación Nacional de Deportes de F.E.T y las J.O.N.S., hizo de mediador, posicionándose al final a favor de la empresa, utilizando para ello todo tipo de argumentos.

Entre ellos, se le acusó de no querer jugar ante Franco, que pasaba el verano en Donostia y marchaba a Madrid a finales de agosto, y a quien los organizadores tenían especial interés en agasajar. Para ello se valieron de sus habituales partidos en Ipar Euskal Herria y una visita al Lehendakari Agirre, en Donibane Lohizune.

Finalmente, siguiendo el consejo de su aita, «Miguel, no mires al dinero y juega», el pelotari eibarrés accedió a disputar la final en las condiciones marcadas por las empresas.

Sin embargo, cuando todo parecía dispuesto a que la final se disputara, la historia dio otro sorprendente giro. La expectación creada hizo que el aforo del frontón de Gros no respondiera a la demanda. Los empresarios decidieron entonces un peculiar modo de realizar su «selección natural». La entrada de la final pasó a ser parte de un abono de cuatro partidos, a disputarse en Donostia.

Pero nadie había contado con Gallastegi, que se enteró al leer el periódico tras un paseo por el monte. Enojado, pidió a su mujer que llamara al gobernador civil para anunciarle una renuncia que terminó firmando en Aiete ante Carrero Blanco.