Vassilis KYRIAKOULIS | AFP

Grecia despliega un arsenal antimigrantes a lo largo de la frontera del río Evros

El Evros marca la frontera de Grecia con Bulgaria, al norte, y con Turquía, al este. Y ahora dispone de una valla metálica y un arsenal de modernos dispositivos para intentar frenar la llegada de migrantes a la Unión Europea.

Agentes de policía patrullan el delta del Evros, cerca de Alexandrópolis, en la frontera grecoturca. (Sakis MITROLIDIS | AFP)
Agentes de policía patrullan el delta del Evros, cerca de Alexandrópolis, en la frontera grecoturca. (Sakis MITROLIDIS | AFP)

El sol se pone sobre el delta del Evros, la frontera fluvial entre Grecia y Turquía, cuando dos guardias helenos comienzan sus rondas diarias para evitar que los migrantes entren ilegalmente por el río.

La sirena de la patrulla rompe el silencio de la noche, espantando a los flamencos. La embarcación surca el río y, en el recodo de un islote arenoso, se topa con botes neumáticos abandonados después de que sirvieran para cruzar desde la orilla turca.

En esta frontera terrestre de unos 200 kilómetros, la Policía griega despliega un arsenal antiinmigrantes que incluye drones, cámaras y otras tecnologías. A lo largo de un nuevo muro metálico, de más de 5 metros de alto y 40 kilómetros de largo, hay cámaras y radares de alta tecnología que barren la zona «para impedir la entrada ilegal de migrantes», informa el oficial Dimosthenis Kamargios. «El objetivo es ser alertados pronto, antes de que alcancen la frontera», comenta a AFP.

«Para conseguir una imagen precisa en tiempo real, toda la frontera, desde el delta del Evros hasta la frontera grecobúlgara, estará cubierta con sensores y cámaras térmicas», añade este policía en el centro regional de gestión de fronteras e inmigración.

Cañones de sonido, un polémico dispositivo

La Policía también adquirió dos cañones de sonido, que han sido colocados al sur y al norte de la línea fronteriza que marca el Evros. Este material ultramoderno puede emitir más decibelios que un motor a reacción. «El objetivo es poder responder a las amenazas (…) en caso de que nos enfrentemos a un intento de incursión masiva en territorio griego», explica Kamargios.

Este polémico dispositivo se compró con financiación estatal tras la afluencia de decenas de miles de refugiados en febrero-marzo de 2020, cuando el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, abrió las puertas de entrada hacia la Unión Europea.

«Todavía no se ha utilizado –asegura Kamargios–. Es un aparato acústico de largo alcance, no un cañón. Reproduce el sonido de la sirena a alto volumen para impedir la entrada ilegal de inmigrantes».

La semana pasada, la Comisión Europea expresó su «preocupación» por el uso de este dispositivo. Un portavoz de la Comisión, Adalbert Jahnz, dijo que están «en contacto con las autoridades griegas» sobre este sistema.

«Esta situación no va a parar»

La mayoría de los habitantes de la región aplaude la construcción del nuevo muro, pero lo considera insuficiente. «La valla solo cubre una pequeña parte de la frontera», lamenta Panagiotis Ageladarakis, alcalde del pueblo de Amorio, ubicado cerca del río.

«Aquí conocemos bien la región, por dónde cruzan (los migrantes), los caminos que toman. Si nos pagaran para vigilar, seríamos los mejores», comenta.

Durante las últimas tres semanas, la Policía griega ha arrestado a más de 170 inmigrantes y a 40 traficantes. Según la Policía, los traficantes suelen utilizar a menores para trasladar a los migrantes porque las penas son menos severas en el caso de que los detengan.

«En los últimos días, debido al bajo nivel del río y al levantamiento del confinamiento estricto en Turquía, hemos visto que las redes que operan en el país vecino se han reactivado y los cruces han aumentado», asegura el jefe de los guardias fronterizos del Evros, Valantis Gialamas.

Los agricultores también dicen que suelen ver a migrantes cruzar la frontera. «Tengo el terreno justo al lado del río, cerca del punto donde termina la valla en Kastanies. Casi todos los días veo pequeños grupos cruzando. Esta situación no va a parar», relata Tasos, de 55 años, que vive en la aldea de Nea Vyssa.

Golpeados y expulsados

A finales de mayo, la Policía griega localizó a un grupo de 75 migrantes afganos que afirmaron haber sido golpeados por guardias fronterizos búlgaros y expulsados a Grecia. Contaron a la cadena pública holandesa VPRO que hombres uniformados les quitaron sus teléfonos móviles, dinero y documentos personales en Bulgaria.

La mayoría de estas personas estaban descalzas, tenían magulladuras en la cara y el cuerpo, y mordeduras de perros. Algunos han señalado que las autoridades griegas también los expulsaron anteriormente.

Dimitris Koros, abogado del Consejo Griego para los Refugiados, indica que las expulsiones en el Evros se han convertido en «la norma» en los últimos cinco años. Grecia siempre lo ha desmentido, pero el Consejo de Europa pidió a Atenas «que ponga fin» a las expulsiones ilegales de solicitantes de asilo.