Maite Ubiria
Aktualitateko erredaktorea, Ipar Euskal Herrian espezializatua / redactora de actualidad, especializada en Ipar Euskal Herria

Valls, ex ministro detestado por los franceses, alcaldable fallido en BCN y ¿pronto tertuliano?

«Pase lo que pase me quedo», aseguró tras su fracasado asalto a la Alcaldía de Barcelona. «Number one» en el ranking de políticos más detestados por la ciudadanía francesa, tras un matrimonio pomposo y una leve incursión en «prensa rosa», Manuel Valls parte a la reconquista, como tertuliano.

Macron y Valls, durante un desplazamiento a Argelia meses antes de la elección presidencial de 2017. (AFP)
Macron y Valls, durante un desplazamiento a Argelia meses antes de la elección presidencial de 2017. (AFP)

«Su palabra caduca antes que el yogurt». La expresión empleada por el gran Xabier Arzalluz no perdería ni un ápice de validez a la hora de definir a un miembro del clan de la rosa, esta vez de allende los Pirineos.

Ex primer ministro Manuel Valls aparece en puestos de cabeza en todas las listas de políticos detestados por la ciudadanía francesa.

No en vano, además de dar forma de ley a las políticas antimigración preconizadas por la extrema derecha, fue el primer ministro que utilizó el famoso artículo 49.3, o si se prefiere el decretazo, para aprobar esas indigestas medidas de recortes en el sistema público y de protección social que terminaron por secar hasta la última gota de aquella «ola rosa» que alzó el PS en las regionales de 2004.

La socialdemocracia francesa ganó en 22 de las 24 regiones en que se cuarteaba entonces la República, un trampolín que permitió catapultar al Elíseo al candidato improbable, François Hollande, ocho años después.

Barcelonés de nacimiento, Manuel Valls se negó a pronunciar una sola palabra en catalán en sus tiempos al frente del Gobierno galo, al que accedió primero como ministro de Interior y a partir de 2014 –con el PS ya avanzando decididamente hacia el borde del precipicio– como primer ministro.

¡Quién le diría entonces que cinco años después recalaría, midiendo otra vez rematadamente mal el tablero político, en la política municipal al sur de Pirineos!

Pero no adelantemos acontecimientos. Antes de redescubrirse como catalán de corazón ya había errado el tiro unas cuantas veces.

Fracasó manifiestamente en 2017, cuando se estrelló en las primarias del partido ante un Benoît Hamon para quien la candidatura, a decir verdad, fue un triste pasaporte para el martirio de la presidencial de 2017.

Sin barco ni tripulación, Valls buscó otra bandera de conveniencia y se ofreció al ex consejero de la Banque Rothschild, que, como diría el recordado líder jeltzale, mandó al exsocialista a «la cola de los conversos».

Macron tuvo a bien, eso sí, no ponerle a ningún candidato propio como oponente en las legislativas que siguieron a su coronación y Valls salió electo diputado d su circunscripción.

Se incrustó en el grupo parlamentario de LREM, donde le hicieron entre poco y ningún caso, lo que le llevó a preparar el exilio político.

El proceso independentista catalán le dio el decorado apetecido para vender como una cruzada otro viaje en búsqueda de notoriedad. Hizo el paso de muga y embelesado con la marca naranja de un Albert Rivera con el que a estas horas podría compartir secretitos de mudanza, se presentó como alcaldable en Barcelona.

Cerradas las urnas, hizo cuarto con un 13% de votos, y su gran misión política se limitó a evitar que la ciudad fuera gobernada por un regidor independentista. Con el convencimiento de un liberal exsocialista y el republicanismo francés más compatible con la monarquía española, Valls atornilló en el sillón a Ada Colau.

Un matrimonio de altos vuelos le dio una efímera entrada en la prensa rosa –destinada a remachar su «pase lo que pase me quedo»– pero, cansado al parecer de pasear su felicidad por los barrios altos y de hacer chinchín en círculos de la burguesía con mayúsculas, empezó a anhelar París.

Y en un pispás de aquel ‘Barcelona, vuelvo a casa’ (2018) pasó a otra prescindible incursión editorial, esta vez titulada ‘Ni una gota de sangre francesa’ (2021), todo un canto a la nostalgia republicana.

Una vez desenfundada la pluma, el aterrizaje se anunciaba como inminente.

Y Valls no defraudó. Incursionó en las últimas elecciones regionales (20-27 de junio) pidiendo el voto para una exministra con Nicolas Sarkozy, la candidata en Ile-de-France, Valerie Pecresse, en ver de apoyar al aspirante de la unión progresista, el ecologista Julien Bayou.

Con ese voto contra la izquierda, en un momento clave cara a decidir opciones para las presidenciales de 2022, Valls recorrió un trecho más en su particular via crucis para ocupar un puesto, el que sea, aunque sea para actuar de bufón, en la Corte macronista.

La prensa francesa da cuenta hoy del enésimo retorno y la penúltima voltereta a cargo de un tal Manuel Carlos Valls Galfetti.

Valls fichará, avanza ‘Le Parisien’ y confirma AFP, como tertuliano para dar «punch» a la nueva temporada de una cadena televisiva de 24 horas de (des)información interesada, a la que le interesa recuperar el terreno perdido por la incursión de un exitoso tertuliano de la extrema derecha en una cadena de la competencia.

El ex de casi todo y nuevo valedor de todo lo contrario se sentará en un plató de televisión, pero le espera también el estudio de radio, para uno de esos cara a cara que hacen furor en el universo mediático parisino, un peón clave cara a la liza por el Elíseo. El tiempo dirá si un Manu salva a otro Manu.