Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

«Shang-Chi and the Legend of 10 Rings»

Era cuestión de tiempo el que la distribución cinematográfica fuera recuperando su normalidad en lo que a los estrenos de los grandes estudios se refiere, y aunque Disney aprovechó la coyuntura de la pandemia para crear su propia plataforma digital Disney +, después de hacer números ha vuelto a los lanzamientos en salas de cine. Está claro que con ‘Mulan’ (2020) no le fue como tenía previsto, máxime tratándose de un producto destinado a conquistar el mercado asiático, motivo por el que no va a dejar que ocurra lo mismo con ‘Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings’ (2021), otro experimento comercial que necesita de los ingresos mixtos en todas las pantallas existentes.

La fecha elegida para su primicia global ha sido la del 3 de septiembre, al considerar que ya se dispone de un margen suficiente para la normalización asociada a la inmunidad de grupo. Ese mismo día la podremos ver en su versión doblada con el título traducido literalmente de ‘Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos’, con el convencimiento de que es el tipo de película para disfrutar en cuadrilla frente a un pantallón, y si la proyección es en sistema IMAX, pues todavía mejor. El avance disponible en YouTube así lo sugiere, dada su naturaleza de superproducción fantástica de superhéroes que combina escenas de acción urbanas con espectaculares paisajes en localizaciones naturales, por no hablar de sus envolventes coreografías de lucha en la variante del género más evolucionada gracias a los recursos visuales de las nuevas tecnologías.

‘Shang-Chi’ es un viejo proyecto que se ha hecho esperar, y que ha cristalizado finalmente cuando la coyuntura lo ha permitido, bien por la necesidad de abrir mercados hacia el este, con el gigante chino en el punto de mira, bien por el movimiento integracionista que ha llegado también al cine de acción, con las superheroínas y los superhéroes de otras razas. Si se piensa en que el cómic original fue creado por Steve Englehart y Jim Starlin en 1973, cabe concluir que cinco décadas para su adaptación son demasiadas. Y no por culpa de Stan Lee, que quiso hacer la película en los 80, con Brandon Lee, el hijo de Bruce Lee, como protagonista. Ahora es el momento en que ha llegado la definitiva oportunidad para el que es el primer superhéroe asiático de la historia.

Una de las exigencias de llevar este cómic al cine radica en que Shang-Chi es un superhéroe que no lleva máscara, que no oculta su verdadera identidad, y que se muestra orgulloso de su origen chino, por más americanizado que pueda llegar a estar. Esto obliga al actor que lo interpreta a dominar las artes marciales, debido a que en muchas escenas no puede ser doblado. Es el caso de Simu Liu, que ejecuta a la perfección la mayoría de técnicas, ya sea el kung-fu, el manejo del nunchaku, o con el bo o bastón chino de bambú para el bojutsu. Aunque es cierto que en situaciones límite llega a servirse de armas de fuego.

Y si el trabajo físico que despliega el estelar Simu Liu es mucho, no lo es menos el desarrollo psicológico de su compleja personalidad, algo que es tendencia en las películas de superhéroes actuales, convertidas ya culturalmente en las nuevas tragedias griegas.

Una vez más el titánico protagonista ha de enfrentarse a su pasado familiar, expresado dentro de la dramaturgia mediante un conflicto paternofilial, lo que obliga a Simu Liu a mantener a lo largo del metraje un duelo actoral con el consagrado internacionalmente Tony Leung, que encarna al villano El Mandarín. En las viñetas primitivas la figura paterna se asociaba al mítico Fu-Manchú, pero fue cambiado para dejar atrás los estereotipos racistas que arrastraba consigo.

En la introducción se describe el modo en que Shang-Chi fue educado, aislado del exterior, con el fin de servir a la organización secreta de su padre Los Diez Anillos, pero, cuando descubre los objetivos criminales que hay detrás, se rebela.