Nacida en en Eibar el 31 de enero de 1927, la familia de Alicia Iturrioz era amiga de la familia de la de Ignacio Zuloaga. Cuentan que cuando fueron a visitar al pintor a Zumaia, este le dijo: «Esta chica tiene talento, y hay que mandarla a Madrid a la Escuela Superior de Bellas Artes». Allí conoció a su marido, un artista del gusto de la nobleza y realeza internacional, por el que abandonó durante años su faceta de pintora, aunque ella también poseía un gran talento para las artes plásticas.

Su carrera, tras formarse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, estaba estrechamente ligada a la de su marido, Ricardo Macarrón, con quien tuvo dos hijas. Macarrón estuvo muy ligado al retrato de personajes de la realeza. Entre sus cuadros se encuentran obras de varias generaciones de Borbones.

También retrató a miembros de otras casas reales como Isabel II, Noor de Jordania, Gracia de Mónaco o los Duques de Luxemburgo.

El pintor, falleció en 2004 a los 78 años de edad, pertenecía a la familia propietaria de Casa Macarrón, uno de los almacenes para artistas con más solera de Madrid, que fue la encargada de trasladar las pinturas del Museo del Prado cuando comenzaron los bombardeos de Madrid durante la guerra civil.

Todas las vivencias de la pareja fueron recogidas por Iturrioz en un libro de memorias ‘Mi vida con Macarrón’ (La Esfera de los libros), publicado en 2014, y donde relataba su vida social y también artística, una vida que, decía, fue «muy intensa y divertida, viajando por todo el mundo».

Una vida en la que veraneaban en Zarautz –decía que se sentía «vasca de pura cepa y zarautztarra»–, mientras que recorría el mundo con su marido, el retratista de la aristocrcia. 

Cuando tuvo a su primera hijo dejó de pintar durante veinte años, hasta que decidió retomarlo. Ha pintado retratos, bodegones, flores y paisajes, y tiene cuadros en la colección Thyssen, un dibujo en la colección de la Isabel II de Inglaterra –concretamente en la habitación de Isabel II, contaba Alicia Iturrioz, porque era un dibujo que le hizo al perro de la reina mientras su marido hacía el retrato oficial–, en la colección Fierro de Madrid y retratos de Julio Caro Baroja en Itzea, así como un retrato de Cristóbal Balenciaga en su museo de Getaria.