Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Elkarrizketa
Ana Enamorado
Integrante de la Caravana de Madres Centroamericanas de Migrantes Desaparecidos

«Las desapariciones de migrantes son un negocio para muchos en México»

El 19 de enero de 2010 marcó un antes y un después en la vida de Ana Enamorado. Fue el último día en que habló con su hijo, migrante hondureño desaparecido en México. Primero inició su búsqueda en solitario, con el tiempo se unió a la Caravana de Madres Centroamericanas de Migrantes Desaparecidos.

La hondureña Ana Enamorado, cuyo hijo desapareció en México, minutos antes de ofrecer una charla en Donostia sobre los peligros de la ruta migratoria hacia EEUU atravesando territorio mexicano. (Gorka RUBIO/FOKU)
La hondureña Ana Enamorado, cuyo hijo desapareció en México, minutos antes de ofrecer una charla en Donostia sobre los peligros de la ruta migratoria hacia EEUU atravesando territorio mexicano. (Gorka RUBIO/FOKU)

Óscar Antonio López Enamorado desapareció el 19 de enero de 2010 en México. Dos años antes salió de Honduras hacia Estados Unidos. Desde entonces, su madre, Ana Enamorado, no ha dejado de buscarlo, trasladando incluso su lugar de residencia de Honduras a México. Once años de búsqueda en los que se ha enfrentado a un país «vecino pero desconocido» y a unas autoridades, las mexicanas, que «nunca hicieron nada». En 2012 conoció a otra madre hondureña en su misma situación, quien la invitó a sumarse a la Caravana de Madres Centroamericanas de Migrantes Desaparecidos que ampara el Movimiento Migrante Mesoamericano.

En entrevista a GARA poco antes de ofrecer su testimonio en Donostia de la mano de CEAR-Euskadi, Enamorado denuncia la xenofobia y maltrato hacia los migrantes centroamericanos, el «trabajo sucio» que México le está haciendo a EEUU, la criminalización de quienes buscan verdad y justicia y el hecho añadido de que funcionarios públicos responsables, entre otras cosas, de la incineración de más de 1.500 cuerpos sin identificar sigan en sus puestos.  «Lo primero que pensamos es si los hijos buscamos podían estar entre esas personas muertas que seguro que tienen una familia que las está buscando».

Subraya que la migración y el paso por México no acabarán ni con muros ni represión, y añade que «las desapariciones de migrantes son negocio para muchos». Exige a México que respete «los derechos humanos de las personas que cruzan».

¿Cómo describiría estos once años de búsqueda?

Han sido once años de vida que he perdido. Desde el día en que me percaté de la desaparición de mi hijo, mi vida cambió totalmente. Ha sido mucha tristeza, dolor, desesperación, enojo por no saber dónde está mi hijo, quién lo desapareció, qué le hicieron o dónde lo tienen. Son muchas las preguntas sin respuesta. Empecé a buscarlo desde mi país, Honduras, y nunca he tenido una respuesta positiva, ni de las autoridades hondureñas y mucho menos de las mexicanas. Mi lucha ha sido constante, día a día. Ha sido salir a las calles a buscar, a preguntar casa por casa con la esperanza de que alguien lo hubiera visto. Ha sido bastante complicado porque estoy en un país en el que no tienen ni oídos ni ojos, no quieren ver, no quieren escuchar, no quieren buscarle una solución al problema. Obviamente, no estaba preparada para una situación de estas. Jamás pensé tener que andar buscándolo con una fotografía. Mis sueños eran otros.

Lo más difícil para nosotros es ser migrantes y pobres. Ser mujer, migrante y centroamericana es aún más fuerte, porque en México hay una xenofobia muy grande. Y han asesinado a muchos familiares por buscar a los suyos, por salir a exigir verdad y justicia, porque buscando descubrimos muchas cosas que el país quiere esconder. Por eso nos señalan y criminalizan.

¿Qué siente cuando ve a familias enteras rumbo a EEUU o a agentes estadounidenses persiguiendo a caballo a migrantes?

Indignación y tristeza, porque son personas con mucha necesidad. Nadie quiere pasar caminando y sufriendo tanto por todos estos países. Son personas que han tomado la difícil decisión de irse con escasos recursos, sin dinero. Me produce tristeza por ello y por las familias que se quedan esperándolos. He sido testigo presencial de esas imágenes. Me causan mucha indignación y por eso no me canso de denunciar, sigo gritando, exigiendo a nivel nacional e internacional un alto a la violencia para los migrantes.

México es un país de paso. Cuando salen de sus países jamás dicen ‘me voy a vivir a México’. Es un país que le está haciendo el trabajo sucio a EEUU. Desde que llegan a la frontera de Guatemala con México se encuentran con los muros de los policías. El presidente Andrés Manuel López Obrador creó la Guardia Nacional para brindar seguridad en el país pero resulta que ha sido para todo lo contrario, parece que este cuerpo fue designado para hacer un muro en la frontera sur. Es indignante el maltrato y una vergüenza para México lo que está sucediendo en sus fronteras sur y norte. Y es una vergüenza que manden a sus agentes a cazar a personas. El resultado de toda esta violencia contra las personas que cruzan México es la desaparición.

¿Qué llevó a su hijo a iniciar la ruta migratoria?

Mientras era niño, no se percataba de la situación que vivíamos en Honduras. Cuando llegó a la adolescencia, empezó a darse cuenta y a prestar atención a la violencia que había. No era normal que no pudiera salir a conocer su país, a disfrutar de él. Mi hijo vivió encerrado todo el tiempo. Lo acompañábamos a la puerta de la escuela, donde lo buscábamos para regresar a casa y vivir con los portones con candado todo el tiempo. Así creció. Eso no era lo que él quería. Quería vivir bien, con seguridad, poder cumplir sus metas. Veía cómo asesinaban a muchos jóvenes de su edad saliendo de la escuela o para robarles el móvil, por cualquier cosa.

Un día me dijo que se iba a ir a EEUU. Para mí fue la peor noticia. Al principio no lo acepté, le dije que no podía hacer eso, que nos cambiaríamos de ciudad, pero su respuesta fue que en todo el país había inseguridad. Óscar salió en 2008. En 2009 fue el golpe de Estado en Honduras. No tenía manera de detenerlo, ¿qué le podía ofrecer a mi hijo si lo que más necesitaba era seguridad, libertad, tranquilidad y paz, y eso no lo tenía?

Ha recorrido todo México en su búsqueda. ¿Cuáles han sido los obstáculos más dolorosos?

Aunque somos países vecinos, no es el mío. No conocía a nadie y mucho menos las leyes mexicanas. Ir a México no fue fruto de una decisión planeada, sino de la desesperación. Conocer a cientos de miles de madres buscando a sus familiares desaparecidos me causó un gran impacto. Empecé a buscarlo por mí misma, sin acudir a las autoridades porque nunca he confiado en ellas. Cuando vi que no podía recorrer México sola ni buscarlo por mi cuenta, acudí a las autoridades para denunciar. No hacen nada, permiten que el tiempo vaya pasando sin seguir una línea de investigación. Aun entregándoles tanta información, no investigaron, no buscaron, jamás salieron al pueblo donde sabemos que estuvo mi hijo.

Hoy sigo viviendo en México con un documento migratorio que no me permite hacer muchas cosas. Me impide incluso abrir una cuenta bancaria. Lo más difícil es pensar que yo acudí a las autoridades que supuestamente están especializadas en el tema y quienes tienen la capacidad para hacer la búsqueda y nunca lo hicieron. Después de diez años de recorrer el país, el Estado mexicano salió a buscar a mi hijo. Ya con las autoridades fuimos a las zonas más peligrosas donde pensamos que lo hicieron desaparecer. Eso fue en setiembre del año pasado.

Un día le llamaron para identificar un cuerpo, pero cuando llegó solo le entregaron unas cenizas. El cuerpo que dicen podría ser el de su hijo ya había sido incinerado sin tomarle muestras biológicas que pudieran ser cotejadas con su ADN.

Eso fue en 2015. Casi tres años antes, en 2013 encontraron un cuerpo colgado de un puente peatonal en un pueblo del estado de Jalisco. Guardaron el cuerpo durante tres meses. Para ese entonces, yo ya estaba buscando a mi hijo en México, ya había interpuesto una denuncia. Pese a que tenían sospechas de que ese cuerpo podría ser el de mi hijo por algunas características físicas, incineraron el cuerpo sin dejar ninguna prueba genética. Yo me negué a aceptar esas cenizas. No vi el cuerpo y mi lucha es por encontrar a mi hijo con vida. Y si no está con vida, que me entreguen un cuerpo que pueda identificar. No me voy a quedar con esa verdad que quieren entregarme. Cuando me llamaron para decirme que habían encontrado el cadáver de mi hijo, lo primero que hice fue pedir verlo. Entonces me dijeron que lo habían incinerado. Rechacé la mentira del Estado mexicano y denuncié lo que estaba sucediendo en Jalisco. A partir de esta denuncia, organizaciones de la sociedad civil descubrieron que el Instituto Forense de Jalisco había incinerado más de 1.500 cuerpos sin identificar.

¿Qué quieren esconder?

La verdad. Quieren que estos crímenes se sigan repitiendo y que las familias no lleguemos a conocer la verdad. Las desapariciones son un negocio para muchos. A estas personas las han secuestrado, se han aprovechado de ellas y después hacen desaparecer los cuerpos. También se supo que querían deshacerse de más de 300 cuerpos que los subieron a los llamados «trailers de la muerte» con la orden de tirarlos en varios pueblos. Todavía no nos queda claro qué era lo que pretendía el Estado. Esas personas seguro que tienen una familia que las está buscando. Cada desaparecido tiene un familiar que lo busca. Lo primero que pensamos es si los hijos que buscamos podían estar entre esas personas muertas. Como no las han identificado, no los sabemos. Ante nuestra exigencia de verdad, se inventan cualquier cosa para hacernos callar y que nos vayamos a casa.

¿Por qué cree que México actúa de esta manera?

Es un Estado corrupto con un nivel de impunidad muy alto, nadie paga por las desapariciones, secuestros, asesinatos, feminicidios... Esto se repite día a día porque no hay responsables en la cárcel. Los responsables de tanta maldad siguen haciendo su vida normal, siguen desempeñando un cargo de servidor público. Estos servidores públicos que incineraron más de 1.500 cuerpos no deberían estar sentados en un escritorio desempeñando un cargo de funcionario público. Mientras no se acaben la corrupción y la impunidad, estos crímenes de Estado se van a seguir repitiendo. Muchas madres se han muerto sin saber qué pasó con sus hijos.

¿Qué le diría a quien está pensando en migrar vía México?

No les puedo decir que no se vayan de un país que no les ofrece nada o que no crucen por México. Lo que sí les digo es que no pierdan el contacto con la familia, que tomen esa decisión con todos los cuidados. Cuando van en ruta pierden su celular porque desde que llegan a la frontera con Guatemala ya les están robando sus pertenencias. Que memoricen un número y avisen a la familia, que busque la manera de cruzar por zonas no tan peligrosas, que sepan que hay muchas personas que velamos por sus derechos, que no los vamos a abandonar, que estamos luchando para que la violencia se acabe y puedan tener una vida digna.

El llamamiento más bien es para las autoridades mexicanas; que respeten los derechos humanos de las personas que cruzan por su territorio, que les brinden seguridad.