Mikel Aginagalde

Edadismo, un fenómeno cada vez más patente y preocupante

El concepto hace referencia al conjunto de estereotipos, prejuicios y actitudes discriminatorias por razón de edad, y constituye la tercera de las grandes formas de discriminación humana, por detrás del racismo y el sexismo.

Entrada a una residencia en Iruñea durante los primeros días de la campaña de vacunación. (Iñigo URIZ/FOKU)
Entrada a una residencia en Iruñea durante los primeros días de la campaña de vacunación. (Iñigo URIZ/FOKU)

A pesar de ser un concepto relativamente reciente, el edadismo (ageism, en inglés) representa hoy día un fenómeno muy arraigado en las sociedades occidentales, y por ende, se trata de una cuestión de carácter universal que debe ser abordado por las naciones de forma urgente. Es por ello que Naciones Unidas ha lanzado una campaña mundial para combatir este tipo de discriminación.

Pero, ¿qué es el edadismo? El edadismo, término acuñado en 1968 por el psiquiatra norteamericano Robert Butler, se define como una de la tres grandes formas de discriminación humana en las sociedades actuales, justo por detrás de otras lacras como son el racismo y el sexismo. Se trata, básicamente, del maltrato hacia las personas mayores dentro de la violación de los Derechos Humanos Universales.

Con el edadismo se admite que las personas de avanzada edad se encuentran en un proceso de decadencia que reduce progresivamente sus aptitudes tanto físicas como mentales. Este tipo de discriminación y vulneración de derechos de las personas mayores ha sido acallado durante largo tiempo, pero la verdad es que actualmente se comienza a considerar un problema humano a gran escala.

Estereotipos y exclusión

La capacidad de poder alargar la vida de las personas debe considerarse algo verdaderamente positivo, pero en cambio, se traduce demasiadas veces en algo negativo al aparecer infinidad de enfermedades en personas de edad avanzada que se traducen en un gasto económico y social, que muchos no están dispuestos a sufragar. Este tipo de problemas de salud se convierten en un factor de discriminación y rechazo en una parte de la población que prefiere negar la atención y el cuidado a personas vulnerables y dependientes.

La socióloga Elena del Barrio lleva años investigando este fenómeno en su condición de coordinadora del proyecto Euskadi Lagunkoia y como investigadora de la Fundación Matia Instituto. En una charla ofrecida en el espacio Lagunsarea, Del Barrio indicó que el edadismo se entiende como «el conjunto de estereotipos, prejuicios y actitudes discriminatorias por razón de edad». Según sus palabras, esta exclusión afecta a individuos de todas las edades, ya que «comienza en la infancia y se refuerza con el tiempo como efecto de la cultura».

Recrudecimiento en pandemia

Este nuevo fenómeno al que se enfrentan las sociedades contemporáneas se ha visto claramente acentuado durante y después de la crisis sanitaria. En ese periodo la discriminación social hacia las personas de avanzada edad se ha visto agravada de forma patente.

Según datos aportados por Elena del Barrio, «las personas mayores han sido mostradas en el 71,4% de los titulares de manera desfavorable, como un grupo homogéneo, asociado a fallecimientos, deficiencias en la atención residencial o vulnerabilidad extrema». Del mismo modo, la socióloga cree que «con la pandemia se ha reforzado una narrativa edadista, basada en la fragilidad, el declive y la dependencia, que puede justificar prácticas discriminatorias».

Las personas de avanzada de edad han sido, sin ninguna duda, el colectivo más afectado por la crisis sanitaria y sus consecuencias. Tanto los medios de información como la sociedad en general, han empleado el planteamiento edadista para buscar respuestas a los problemas ocasionados por la pandemia, y de ese modo han causado un conflicto intergeneracional de gran calado.

Llamada al respeto

Por ello, para Elena del Barrio es imprescindible seguir ciertos pasos para cambiar la percepción social hacia las personas mayores. Según ella, «se debe ofrecer un trato igualitario, no utilizar la edad cronológica como instrumento, cuidar la imagen y el lenguaje en los medios, ofrecer cuidados dignos y potenciar las relaciones con naturalidad y reciprocidad».  

Lo que está meridianamente claro, a pesar de todo, es que la humanidad se enfrenta a un desafío de enorme envergadura que requerirá de amplios acuerdos institucionales y sociales para abordar un complejo problema que se hace cada vez más acrecentado, común y actual.