Isidro Esnaola

Las tecnologías para capturar CO2 no reducen las emisiones

A estas alturas de la COP26 ya está claro que entre las delegaciones gubernamentales no existe voluntad de reducir las emisiones de CO2. Para minimizar el fracaso cada vez se proponen más soluciones de tipo «tecnológico».

Argazkia: NILMAR LAGE | AFP
Argazkia: NILMAR LAGE | AFP

Hacer frente a la emergencia climática pasa por disminuir las emisiones de CO2, y reducir la utilización los combustibles fósiles es una de las claves. En vista de la imposibilidad de llegar a acuerdos, las propuestas de tecnologías alternativas para mitigar esas emisiones acaparan titulares.

Una de ellas de las que suscita cada vez un interés mayor es la captura, transporte y almacenamiento de CO2. Esta es una de las tecnologías que la Comisión Europea quiere impulsar para reducir sus emisiones en un 55% en 2030 en la senda para alcanzar la neutralizad climática en 2050. También China y EEUU se refirieron específicamente a ella en la declaración conjunta que han firmado en la COP26 para acelerar la descarbonización.

EFE preguntó por esa tecnología al catedrático de la Escuela de Ingenieros de Minas y Energía de la Universidad Politécnica de Madrid, Ángel Cámara, que la resumió en los siguientes hitos:

Captura y transporte del CO2

«Tienes un punto fijo de producción» que emite dióxido de carbono, como una central térmica o una fábrica de cemento, «recoges ese CO2 que sale de la combustión mezclado con más cosas y tienes que tratarlo para darle una pureza por encima del 99%», son, según Cámara, los primeros pasos. Una tecnología pensada, por tanto, para emisiones fijas que no se podría utilizar, por ejemplo, en el transporte que es el responsable de alrededor del 25% de las emisiones de CO2, según la Comisión Europea.

A continuación, se debe transportar ese gas al lugar de almacenamiento «a una determinada presión, exactamente igual que si fuera gas natural, por lo tanto la tecnología se conoce», señaló el catedrático.

Almacenamiento

El siguiente paso sería llevar el gas a unas condiciones de presión y temperatura que permitan su almacenamiento, de forma que, por ejemplo, «se reduzcan los 500 metros cúbicos que ocupa una tonelada de CO2 en condiciones atmosféricas, a unos 15 metros cúbicos» para posteriormente «inyectarlo en una roca porosa» en «unas condiciones geológicas de almacenamiento determinadas, como un acuífero salino profundo a unos 700 u 800 metros de profundidad».

Según el catedrático, casi cualquier punto del Estado español se encuentran almacenes viables en un radio de unos 50 kilómetros.

Utilización

El cuarto paso, que con el paso del tiempo se ha añadido a los tres primeros, es el de la reutilización de ese CO2 para la producción de plásticos o para alimentar invernaderos en los que se produzcan biocombustibles.

Sin embargo, el catedrático admitió que esa utilización es «mínima», porque «no es posible utilizar todo el CO2» que se genera. Es decir, que las emisiones son de tal calibre que el uso tendría un carácter anecdótico, aunque con un interesante componente propagandístico.

Otros aspectos de esta tecnología

Hasta ahora prácticamente no se ha utilizado por su elevado coste. Se calculaba que entre captura, transporte y almacenamiento, el precio de cada tonelada de CO2 «podía estar en unos 45 euros», señaló el catedrático, aunque es posible que el coste pueda reducirse hasta alrededor de unos 30 euros.

Con esos precios esta tecnología no resultaba rentable si se considera que el mercado de emisiones de CO2 de la Unión Europea –el llamado sistema ETS– el precio por tonelada rondaba los 15 euros. A simple vista, está claro que era más barato emitir CO2 y pagar que invertir en capturarlo. En la actualidad, la tonelada cotiza a unos 60 euros, por lo que está empezando a ser una solución monetariamente atractiva.

El aspecto más complicado para su implementación es en palabras del profesor que «la preparación de los pozos no se hace en un día» y probablemente «esta década sería de preparación para un uso a escala entre 2030 y 2050».

En otro orden de cosas, los riesgos de esta tecnología son mínimos, según comentó Ángel Cámara. Transportarlo es seguro porque previamente se eliminan el vapor de agua y el óxido de azufre, que son los gases que podrían producir corrosiones. Tampoco es factible que produzca movimientos sísmicos en la fase de almacenamiento porque «no se mete sobrepresión».

La clave es reducir las emisiones

El carácter paliativo de esta tecnología queda reflejado en las declaraciones de la vicepresidenta tercera del Gobierno español, Teresa Ribera, que señaló que no se debe mandar un mensaje de «esperanza a los productores y exportadores de combustibles fósiles, y en particular del carbón», de forma que piensen «que en algún momento pueda llegar a haber una tecnología que reduzca, que elimine, esas emisiones de gases de efecto invernadero».

En la misma línea, el coportavoz del partido ecologista español Verdes EQUO y miembro de la delegación de los Verdes Mundiales, Florent Marcellesi, señaló a EFE que es una «solución inmadura (...) que nos hace desviar la atención del objetivo central» que es «reducir las emisiones de CO2 en origen».