Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

«The Pact»

El cine ha transmitido una imagen romántica e idealizada de la escritora danesa Karen Blixen, pero sin ahondar en la verdadera personalidad de aquella mujer que firmaba sus obras con el seudónimo de Isak Dinesen. Parte de culpa la tiene Hollywood con su oscarizada película ‘Memorias de África’ (1985), en la que una Meryl Streep dirigida por Sydney Pollack daba vida a la autora de la novela homónima. Más recientemente era la cantante Christina Rosenvinge quien se ponía en su piel para la película intimista de María Pérez Sanz ‘Karen’ (2020), centrándose también en su etapa africana, esta vez en torno a la amistad con su criado nativo. Por fin el maestro sueco Bille August, al que a sus 73 años sería insultante seguirle calificando de discípulo de Bergman, es quien se ha decidido a mostrar la otra cara de la baronesa, la que coincide con su etapa más decadente, tras su regreso a su país de origen, la que va de finales de los años 40 a mediados de los 50, teniendo en cuenta que su fallecimiento fue en 1962.

Karen Blixen volvió a su casa natal en 1931, desligándose de su pasado en Kenia al vender la plantación de café. Había llegado allí en 1914, así que fueron 17 años de aventura a raíz de su matrimonio con el barón Bor Von Blixen, al que siempre pondremos la cara de Klaus Maria Brandauer. La readaptación europea nunca fue bien, en parte porque decidió refugiarse en la mansión familiar de Rungstedlund, donde su padre se suicidó cuando ella tenía 10 años. Sumergida en recuerdos oscuros como el color negro de su vestuario, comenzó a vivir del mito literario a la espera de que le concedieran el premio Nobel que nunca llegó. En realidad su vida no era como la imaginaban sus fans de Estados Unidos, ya que la prensa del otro lado del océano la describía rodeada de lujo y glamour. Su carácter fue cambiando, hasta endiosarse y volverse muy manipuladora en el trato con la servidumbre y las amistades que la frecuentaban.

De su altivez fueron surgiendo episodios que bordearon los abusos psicológicos, y el más controvertido de todos fue el de su estrecha y extraña relación con el joven poeta Thorkild Bjornvig, con quien selló el famoso ‘pacto’ al que se refiere el título de la película, tomado del libro de memorias que él mismo escribió contándolo todo desde su punto de vista. Como parte del trato no podían hablar de ello hasta que uno de ambos falleciera, y Bjornvig aguardó doce años, hasta 1974, para publicar tan revelador texto.

Bille August tira de su sólida formación bergmaniana para narrar el drama psicológico de un emparejamiento cruel, sustentado en claras tendencias sadomasoquistas, porque había dominio, pero también sometimiento. Blixen no podía tener relaciones sexuales por culpa de la sífilis que contrajo en su juventud, así que la convivencia con su chico fue volviéndose más retorcida a medida que fueron intimando a su manera.

La novelista estaba muy obsesionada con el mito mefistofélico de Fausto, y solía decir que había vendido su alma al diablo en el continente negro, a cambio de que todas sus vivencias se convirtieran en obras literarias. Ella conoció a Bjornvig en el año 1948, cuando tenía 63 años y él, solamente 30. El pacto consistía en que el poeta abandonaba a su mujer y a su hijo y se ponía a entera disposición de su nueva mentora, quien por su lado se comprometía en compensación a asesorarle creativamente y presentarle a sus contactos hasta tener una carrera consolidada.

En los tres o cuatro año que la peculiar pareja vivió bajo el mismo techo en Rungstedlund hubo de todo, con constantes idas y venidas de Bjornvig, a quien en la película encarna el actor Simon Bennebjerg, que expresa muy bien la vulnerabilidad del confuso personaje. Sentía una gran dependencia de su anfitriona, muy bien interpretada por la actriz Birthe Neumann a la hora de reflejar sus radicales transformaciones, pasando de mostrarse agresiva y despótica a cariñosa, dulce y comprensiva, a total conveniencia.