Josep Solano

Asia, ante el reto de la crisis de natalidad

La población activa de China se redujo en 27 millones de habitantes entre 2019 y 2020 y sigue los pasos de Japón y Corea del Sur.

Escolares chinos atienden desde su escuela em Danzhai una clase on line con astronautas de la estación espacial de Tiangong. (STR | AFP)
Escolares chinos atienden desde su escuela em Danzhai una clase on line con astronautas de la estación espacial de Tiangong. (STR | AFP)

Las señales de alarma han saltado esta semana en Pequín al conocer que el número de nacimientos cayó a su nivel más bajo en más de cuatro décadas. La oficina nacional de estadísticas del gigante asiático confirmó que la caída del 18% de los nacimientos de 2020 hasta los 12 millones se debió, sólo en parte, a la pandemia de coronavirus ya que los expertos llevan tiempo señalando que los altos costes de la vivienda, la educación y la salud en China, así como la disminución de la voluntad de casarse de los jóvenes del país debido a la bonanza económica que disfruta China como los principales problemas de la baja natalidad.

Los números publicados este pasado fin de semana por la agencia de estadísticas del país destaca que la tasa de natalidad en el país más poblado del mundo volvió a caer a un dígito con 8,52 bebés por cada 1.000 habitantes, un dato que indica que por primera vez la cifra de nacimientos ha caído por debajo del 10 y representa la cuota más baja desde 1978. Este mismo informe reveló también una caída en los divorcios por primera vez desde 1985 a alrededor de 4,3 millones aunque también hubo menos matrimonios: 8,14 millones, en comparación con los 9,27 millones del año anterior.

Los datos son en gran medida coherentes con los que se conocieron en el séptimo censo de China publicados el pasado mes de mayo, que registraron una cifra de 12 millones de nuevos nacimientos de bebés el año pasado, el más bajo desde el 1961. Ambos documentos señalaron un cambio importante en la estructura demográfica de China: las personas de 65 y más años representan el 13,5% del total de la población y la población en edad de trabajar, definida en personas entre 15 y 64 años, se redujo en cerca de 27 millones entre 2019 y 2020.

Aunque ahora gobiernos y autoridades locales han introducido una serie de políticas que tienen como objetivo revertir esta tendencia que ya se avistaba desde antes de la pandemia, el problema será difícil de solucionar a corto plazo. A pesar de que las medidas adoptadas incluyen la reducción de costos asociados a la educación de los menores o la introducción de períodos obligatorios de «reflexión» para evitar los divorcios, no están teniendo un efecto inmediato ya que no incluyen un paquete de ayudas directas para incentivar a los jóvenes a asumir los costes derivados de tener hijos.

Estos problemas de población del gigante asiático vienen en gran medida por la política de hijo único que se implementó en 1980 y se ejecutó,  con algunas exenciones, hasta 2015. La mayoría de chinos sólo quiere un hijo, como promovió durante décadas el gobierno, ya que se han acostumbrado a ello. Pero éstos forman parte de un patrón más amplio en todo el mundo, particularmente en el este de Asia.

Taiwán, más defunciones que nacimientos

Casos similares se están viendo en la mayoría de países asiáticos pero en pocos lugares se ha visto un cambio demográfico tan profundo como en Taiwán. En 1951, la mujer taiwanesa tenía en promedio siete hijos y ahora es menos de uno mientras que el año pasado registró más muertes que nacimientos, una señal de que la población taiwanesa se contrajo por primera vez en su historia. En el primer trimestre de este año se registraron 47.626 muertes frente a 34.917 nacimientos.

El fenómeno es cada vez común en el este de Asia, encabezado por Japón, que comenzó a ver su población declinar en 2007. Corea del Sur, Hong Kong e India siguieron el mismo camino. Gran parte de Asia vislumbra una crisis laboral, con pocos países que aporten los 2,1 hijos que se requieren de media para mantener el nivel poblacional y millones de personas que se acercan a la edad de la jubilación sin suficientes jóvenes o migrantes para sustituirlos.

Japón, tras alcanzar su pico poblacional en 2017 con 127 millones de habitantes, está sufriendo una caída drástica de la natalidad. En los últimos cuatro años se han registrado  menos de un millón de nacimientos, siendo la cifra más baja la que se alcanzó en 2020, 872.683 bebés, una cifra mínima histórica. Los expertos alertan que, de mantenerse esta tendencia, en 2050 la población japonesa podría bajar de los 100 millones, y apenas alcanzar los 50 millones para 2100. Ante esta situación, el Gobierno destinará casi 20 millones de dólares del presupuesto para crear programas basados en inteligencia artificial para ayudar a los japoneses a encontrar la pareja ideal con la que formar una familia y tener hijos.

Corea del Sur, la cuarta economía más grande de Asia, tiene la tasa de natalidad más baja del mundo: en 2020, por primera vez en su historia murieron más personas de las que nacieron. El año pasado,registró 275.800 nacimientos –un 10% menos que en 2019– y 307.764 defunciones –un 3,1% más que el año anterior–. Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico muestran que la tasa de fertilidad en Corea del Sur ha caído gradualmente de 2,9 en 1979 a 0,9 en 2019, siendo, según esta organización, la más baja del mundo.

En India también se esta notando esta tendencia. Según los datos de la quinta Encuesta Nacional de Familia y Salud, realizada entre 2019 y 2021, por primera vez en su historia moderna tiene más mujeres que hombres y ya no experimenta aumentos de población. De acuerdo con los resultados, en India hay actualmente 1.020 mujeres por cada 1.000 hombres y la tasa de reproducción descendió a una media de 2, lo que significa que por primera vez se sitúa por debajo de los niveles de fertilidad de sustitución.

Los motivos que están provocando esta caída de la natalidad en el continente son variados y no muy diferentes de las causas que están afectando negativamente la natalidad en el resto del mundo: precariedad laboral y económica, falta de tiempo libre, y hasta falta de interés por las relaciones íntimas. Un horizonte incierto para las economías de los tigres asiáticos.