Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

La mujer que tenía dos hogares

MADELEINE COLLINS
Estado francés-Bélgica-Suiza. 2021. 102’. Dtor.: Antoine Barraud. Guion: Hélena Klotz y Antoine Barraud. Prod.: Justin Taurand. Int.: Virginie Efira, Quim Gutiérrez, Jacqueline Bisset, Bruno Salomone, Nadav Lapid, Valérie Donzelli.  

Virginie Efira encarna a una mujer que lleva una doble vida.
Virginie Efira encarna a una mujer que lleva una doble vida. (NAIZ)

Es la primera película comercial de Antoine Barraud, que antes había dirigido en un estilo más experimental y minoritario ‘Les Gouffres’ (2021), ‘Portrait of the Artist’ (2014) y ‘Rouge’ (2015), la segunda y la tercera protagonizadas por Bertrand Bonello y Jeanne Balibar.

Se pasa al thriller de suspense hecho a la manera de Ozon, en la medida en que ambos comparten su pasión por Hitchcock. Cuando ‘Madeleine Collins’ (2021) se presentó en la Mostra de Venecia, dentro de la sección Giornate Degli Autori, todas las crónicas hablaron de sus paralelismos con ‘Vértigo’ (1959), y no parece casualidad que la protagonista utilice los nombres de Madeleine y Judith, además del de Margot, teniendo en cuenta que Kim Novak hacía lo propio con los de Madeleine y Judy.

Lo novedoso en la película de Barraud es que la estelar Virginie Efira encarna a una mujer que lleva una doble vida en dos hogares distintos, algo que siempre se ha atribuido a los hombres. En consecuencia, su sicología es también distinta pues, en el caso de la persona que interpreta la actriz belga, su desdoblamiento no se debe a un simple engaño amoroso o a una cuestión de necesidad sexual, sino a una situación más compleja que encierra un misterio mucho mayor, desentrañado por la narración de un modo progresivo y muy estudiado, que mantiene al público pendiente a lo largo del metraje de la información que va siendo desgranada de forma gradual.

Las dos parejas de la protagonista son totalmente opuestas, ya que su marido Melvil (Bruno Salomone) es un director de orquesta que se mueve en ambientes burgueses, mientras que su amante Abdel (Quim Gutiérrez) es un transportista que no se sale de lo corriente.

Con el primero vive en París, junto a dos hijos adolescentes. Con el segundo en Suiza y tiene una hija pequeña, que sufre cada vez que su madre se va de viaje, debido a que es traductora en eventos internacionales. Lo cierto es que aquí todos viajan, en una especie de triángulo itinerante, lo que propicia unas relaciones tan poco arraigadas o definitivas. Será la presión familiar, junto con los encuentros casuales, lo que vaya sacando a la luz el doble juego.