Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

«Un triomphe»

En febrero podremos disfrutar de esta estupenda comedia social, presentada en el Festival de Cannes, y que fue la película de clausura en la Seminci de Valladolid, además de ganar en los premios EFA del cine europeo el de Mejor Comedia. Trata el tema del teatro dentro del cine con la pasión necesaria para que pueda llegar al gran público, y su éxito se debe a la buena conexión interna entre la parte amateur del reparto y la profesional, de tal forma que el espectador sigue el proceso de un actor con mucho oficio que enseña a otros recién iniciados en el arte escénico. El conocido Kad Merad sirve de introductor en el mundo carcelario, pero en el papel de un actor dramático, dejando a un lado su trayectoria humorística en apariencia, porque en el fondo utiliza esa carga empática para transmitir un mensaje positivo sobre la rehabilitación y sobre el poder terapéutico del arte.

Los experimentos con talleres de teatro en centros penitenciarios empezaron en Suecia, y luego han llegado a otros países, en parte a través del cine. La película más importante al respecto es sin duda la premiada creación de los hermanos Taviani ‘Cesare debe morire’ (2012), que se hizo con cinco estatuillas de los David Di Donatello del cine italiano y el Oso de Oro en la Berlinale. Paolo y Vittorio rodaron la película en la cárcel romana de Rebibbia con internos, utilizando un estilo mixto de docuficción, y siendo la obra a representar el clásico de Shakespeare ‘Julio César’. Comparada con ‘Un triomphe’ (2020), presenta un mayor realismo, que incluye fotografía en blanco y negro dentro del metraje.

‘El triunfo’ (2020), tal como nos llegará en su versión doblada distribuida por Caramel Films, es una película más amable, que se suma al subgénero tan en boga de títulos a favor de la reinserción social por parte de grupos que sufren discriminación, y que para sentirse integrados necesitan lograr algún tipo de objetivo que conlleve reconocimiento y aceptación. En este caso se trata de una troupe teatral compuesta por reclusos de una cárcel de alta seguridad que, gracias a dicha actividad escénica, lograrán salir al exterior en una gira como la de cualquier otra compañía libre e independiente, no sin realizar un enorme esfuerzo personal y superar todos los obstáculos habidos y por haber, teniendo en cuenta las duras condiciones del internamiento.

El Étienne Carboni que encarna Kad Merad, como la mayoría de los actores, sabe lo que es estar en paro y no tener ofertas de trabajo continuadas, motivo por el que acepta el puesto de profesor de artes escénicas en la mencionada prisión de alta seguridad. Su predecesor en el cargo no se complicaba la vida, ya que se limitaba a hacer el típico montaje, más propio de una función escolar, en el que los reclusos se disfrazan de animales parlantes para representar una fábula tradicional de La Fontaine. Pero Carboni se resiste a ejercer de mero funcionario cultural, y quiere transmitir su amor por el teatro a sus alumnos, sin importarle que sean delincuentes carentes de formación o conocimientos sobre literatura. Por eso les animará a ensayar una obra importante, nada menos que ‘Esperando a Godot’.

Para convencer a sus reclusos y lograr que entiendan el texto trabajará con ellos la identificación con el contenido de esta gran creación del teatro del absurdo a cargo del irlandés Samuel Beckett. Qué mejor alegoría de la vida carcelaria que la espera, en su sentido vivencial más puro.

Una vez vencido el primer y principal obstáculo, Carboni y su troupe tendrán que enfrentarse a la administración, toda vez que un montaje tan ambicioso exige muchas horas de ensayos, y la directora de la cárcel, encarnada por Marina Hands, no está dispuesta a hacer ninguna excepción o trato de favor.

Contra viento y marea la gira saldrá adelante, y recorrerá no pocas ciudades hasta culminar en París, con una última actuación a modo de oportunidad transformadora.