Maddi Txintxurreta
Aktualitateko erredaktorea / redactora de actualidad

Mujeres a pie de obra: «Tengo la espalda cubierta de comentarios y miradas»

Un evento organizado por Coavn, Coaarg, Eagi y Ascongi ha tratado de concienciar sobre la situación de las mujeres en un sector tan masculinizado como el de la construcción.

Jornadas ‘Nosotras co nstruimos. Diálogos para la transformación’, celebradas este miércoles en Donostia.
Jornadas ‘Nosotras co nstruimos. Diálogos para la transformación’, celebradas este miércoles en Donostia. (Iñigo URIZ | FOKU)

El de la construcción es un sector que necesita «reflexionar» y «actuar» en lo referente a la equidad de género. Así ha abierto las jornadas ‘Nosotras construimos. Diálogos para la transformación’ la directora de la Escuela de Construcción de Gipuzkoa (EAGI) Lidia Alcerreca, este miércoles en la Cámara de Comercio de Gipuzkoa.

El evento –organizado por EAGI, el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro (Coavn), la asociación de empresas de construcción gipuzcoanas Ascongi y el Colegio Oficial de Aparejadores de Gipuzkoa (Coaatg)– ha contado con la presencia de representantes de todas estas asociaciones, quienes han radiografiado mediante datos la situación de las mujeres en el sector de la construcción.

Datos que evidencian que la igualdad en la mayoría de los escalafones del sector de la construcción está lejos de lograrse, aunque, como las ponentes han matizado, «antes estábamos mucho peor». Cifras como esta: las mujeres matriculadas en los tres ciclos de construcción que ofrece EAGI componen solamente el 23% del total del alumnado y la mayoría de ellas (el 74%) optan por el ciclo de obras de interior, decoración y rehabilitación.

En el Colegio Oficial de Aparejadores también sienten esta desigualdad. Según ha explicado la presidenta Nagore Azuabarrena, el 74% de los colegiados son hombres frente al 26% de colegiadas mujeres. Además, el 93,5% de las sociedades profesionales colegiadas están compuestas por hombres.

Otro detalle relevante: de la legalización de los proyectos se encargan las mujeres en un 100%. Es decir, son ellas, cuando la obra se ha realizado sin proyecto previo, las que se encargan de «solucionar las cosas que no se han hecho», como ha explicado Azuabarrena. «Solemos llegar a apagar fuegos muchas veces», ha destacado.

En la arquitectura, la desigualdad sucede de una manera diferente. Como en todo el sector de la construcción, el alumnado masculino superaba hace dos décadas al femenino, hasta que en 2015 se revirtió esa curva y, a día de hoy, hay más mujeres que hombres cursando el grado de arquitectura. Pero los méritos son otro cantar: a pesar del creciente número de arquitectas, los que visan o firman los proyectos son mayoritariamente los hombres, con una diferencia abismal. «Nos ponemos a trabajar, pero los proyectos no llevan nuestro nombre», ha subrayado Juana Otxoa-Errarte, de Coavn.

A pie de obra, «échale morro»

Quienes saben lo que es trabajar en un sector tan masculinizado como en la construcción (en el Estado español, el 90,4% de los trabajadores son hombres) son las que están a pie de obra, brocha en mano, cableado al frente u hormigón a la espalda. La oficial de reformas Suany Soriano, la albañil Aintzane Murillo, la electricista Saioa Izagirre y la pintora Ane Zabala han confesado inseguridades y haber recibido comentarios malintencionados, pero han querido convencer al público, en su mayoría estudiantes del sector, de que la construcción merece la pena.

Algunas llegaron al oficio casi por casualidad; otras, como Murillo, por gusto: «Desde pequeña me ha gustado la construcción, me gusta mancharme las manos. Y la obra siempre está viva».

Y todas han causado sorpresa a sus compañeros varones por el hecho de ser mujeres obreras. «Voy a una casa a pintar y los decoradores me preguntan si antes me dedicaba a pintar cuadros. Algunos compañeros al principio me decían que cuidado, que me podía hacer daño. Pero yo sabía que podía hacerlo sola», ha contado Soriano.

Izagirre, que lleva veinte años trabajando como electricista, ha bromeado con que si le diesen un euro por cada vez que le dicen «¡una mujer electricista!», tendría un sobresueldo. Aunque ha apostillado: «Tengo la espalda cubierta de comentarios y miradas. Ya no me afecta. No podemos entrar al trapo con cada comentario. Si no, ni vivimos ni disfrutamos de nuestro trabajo».

A Aintzane Murillo, cuando empezó a trabajar, al principio los camioneros le decían que no le darían más que un poquito de hormigón para que lo cargara. Murillo se negaba, les pedía que echaran más, aunque al principio ha dicho que le costaba. «Ahora llevo las probetas de dos en dos», ha añadido, y dice que ya no le hacen ningún comentario: «Te miran, nada más. Les pica la curiosidad».

Ane Zabala, por su parte, cree que a veces es más peligroso lo que no te dicen que lo que te dicen. «Por la parte de atrás hay un runrún, estamos como envueltas en niebla. Esa niebla está, no lo vamos a negar, pero depende de tu actitud puedes hacer de la adversidad virtud. Sí que he visto machismo en grupos de trabajo, hay mucho paternalismo y en muy cansino. Pero es verdad que hay hombres que te apoyan. Me ha pasado pocas veces en la vida, pero me ha pasado, que te apoyen, que te promuevan», ha señalado.

Las trabajadoras están convencidas de que el día en que la construcción sea un sector equitativo llegará y han animado a las estudiantes a que «sigan, sigan y sigan», a pesar de todo. También les han dado dos consejos: el primero, que pedir ayuda «nos hace más fuertes». Y el segundo: «En la obra, échale morro», porque si no, te comen.