Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

Zelensky, el arte de la oratoria en camiseta caqui

El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, participa hoy por video-conferencia ante el Consejo de Seguridad de la ONU y el Congreso español tras haber visitado Bouchma, donde el repliegue ruso dejó un reguero de cadáveres, no pocos maniatados, torturados y con disparos en la cabeza.

El presidente ucraniano, durante su visita a Boucha.
El presidente ucraniano, durante su visita a Boucha. ( Ronaldo SCHEMIDT | AFP)

Zelensky, un actor cómico y empresario televisivo y teatral, arrasó en las elecciones de 2019 frente al oligarca del chocolate y presidente Petro Poroshenko. Lo hizo con un discurso contra la corrupción rampante en Ucrania y con la promesa de que resolvería el conflicto del Donbass, defendiendo el diálogo con Rusia.

Paradójicamente, el ya presidente, sometido desde que llegó al cargo al marcaje de la minoritaria pero influyente ultraderecha ucrania, se ha convertido, con la invasión rusa, en la principal arma comunicativa del frente militar ucraniano y en el principal valor de presión a Occidente para que se implique en el suministro de armamento y en el incremento de las sanciones contra Rusia.

Dos son sus principales recursos. De un lado, su biografía, y de otro su narrativa, su oratoria que, sea cual sea el desenlace de la guerra y su futuro personal, será con toda seguridad estudiada en las facultades de Ciencia Política.

Zelensky, 44 años, nació en Krivyi Rih, localidad en el cinturón metalúrgico de Dnipro, la cuarta ciudad más poblada de Ucrania (1 millón de habitantes).  

Situada en la parte oriental de Ucrania, históricamente Dnipro forma parte de los ocho oblast que formarían la Novorrosia zarista, que el movimiento pan-ruso, y el propio presidente ruso, Vladimir Putin, reivindican como parte de Rusia.

Nació en una familia judía soviética poco religiosa y en la que el ruso era la lengua materna. Para más inri, su abuelo, Semyoon Ivanovich Zelensky, luchó en la infantería del Ejército Rojo contra la invasión nazi.

Todo un problema para un relato, el del Kremlin, que insiste en que lucha contra un gobierno «de nazis y drogadictos», y que se presenta como «antifascista» cuando crecen las certidumbres, sobre el terreno, de que sus excesos militares se corresponden con el discurso abiertamente anexionista del Kremlin.

No se conocen las adiciones del presidente Zelensky, pero sí que, como actor, es un verdadero maestro en la puesta en escena. Y en la narrativa.

Ataviado con una camiseta verde caqui de un soldado raso y no el uniforme con insignias y galones que correspondería al comandante en jefe del Ejército ucraniano, el presidente encarna la cercanía y el espíritu de resistencia en un conflicto absolutamente asimétrico por la disimilitud de las fuerzas en guerra.

Zelenski suple, o mitiga, con su indumentaria y con sus discursos de guerra, tanto ante los parlamentos y las audiencias de Occidente como con sus incursiones en las redes sociales,  esa inferioridad.

Y lo hace utilizando hábilmente el relato bíblico, y tan judeocristiano, de la lucha entre David y Goliat.

Y tocando la fibra de las audiencias, políticas y mediáticas, de los países a los que se dirige. Cicatrizó al Parlamento Europeo asegurándole que los ucranianos luchan por la libertad del Viejo Continente, ante el Congreso estadounidense evocó los ataques del 11-S, el Muro de Berlín ante el Bundestag, los lemas de la Revolución francesa ante la Asamblea Nacional, el Holocausto ante la Knesset… Gernika ante el Congreso del Estado español.

Y lo hace con una oratoria lograda. Si un orador son sus figuras retóricas, Zelensky ha encontrado las teclas.

Utiliza la cronografía, arte oratorio que contextualiza en escenarios concretos en el tiempo su discurso. Así, añade a la naturaleza inspiracional de sus intervenciones, su concreción temporal.

Con ello consigue demostrar que sigue vivo y al mando, a pesar de que es un objetivo de la inteligencia militar rusa, que preferiría capturarlo vivo antes de matarlo –para no convertirle en un mártir– pero a la que tampoco se le caerían los anillos si lo liquida, como hizo Putin en el año 2000 con el presidente legítimo checheno, Aslan Masjadov,

No menos importante, cuando sitúa en el tiempo sus discursos, Zelensky muestra que sus vídeos no están manipulados  y urge al compromiso aquí y ahora ante una guerra desigual porque mañana puede ser demasiado tarde. Y para ello consigue que las audiencias sientan la cercanía de los acontecimientos en curso.

«Lunes noche,(…) solíamos decir que el lunes es un día difícil. Hay una guerra en el país. Ahora todos los días son lunes».

Su segunda figura retórica es la topografía, la creación de un escenario espacial que complementa al escenario temporal. Así, enumera una a otra las poblaciones y ciudades atacadas, lo que que expresa la importancia de la resistencia en todo el territorio ucraniano

La tercera y última figura oratoria que utiliza es la anáfora. Una figura de repetición, que permite al orador introducir argumentos inrterconectados y un ritmo muy marcado, bajo continuo.

Así, crea un ritmo, plagado de preguntas retóricas, como cuando dirigiéndose al pueblo ruso rechazaba una tras otra las razones esgrimidas por Moscú para justificar su invasión. Así, repitió varias veces la frase  «Os han dicho que..» para negar que el Gobierno ucraniano sea un nido de nazis, que pretenda exterminar a la población del Donbass, que sea rusófobo o que sea una amenaza existencial para Rusia.

Y ahí introducía hábilmente sus orígenes biográficos, lo de su abuelo soldado en la infantería soviética, el de sus amigos y familiares en Donetsk y Lugansk y, ya en general, se preguntaba retóricamente «cómo se puede odiar una cultura tan admirable como la rusa, cómo se puede odiar cualquier cultura…», y acababa negando la mayor, que Ucrania sea una amenaza para Rusia. «No era verdad antes, ni lo es ahora ni lo será en el futuro», concluía.

Es prácticamente seguro que la mayoría de los rusos no le hayan hecho ni caso, entre otras cosas porque su discurso ha sido vetado por el cerrojo informativo del Kremlin.

Es posible que, como señala el siempre interesante Rafael Poch en una entrevista en estas mismas páginas, Zelenzky cuente con una impagable asesoría estadounidense en artes oratorias.

Pero tengo para mí que la principal debilidad del presidente ucraniano, la que le llevó a rodearse de sus amigos actores en su círculo de confianza y le llevó a unas decisiones como poco erráticas, cuando no polémicas, es ahora su principal fortaleza.

Zelensky, el actor, ha ganado de calle la guerra mediática, lo que en el siglo XXI es el primer paso para no ya ganar sino por lo menos no perder la guerra.

A quien le vendría bien una asesoría de imagen y oratoria de los expertos estadounidenses es a Putin. Quizás no le haga falta de cara a los rusos, atrapados entre el orgullo nostálgico, las cadenas de la autocracia del Kremlin y la resignación. Pero la guerra no la ganas en tu aislado fortín, físico y mediático.