Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad

Twitter vs. Musk, una pelea a la altura de sus protagonistas

La pugna entre Elon Musk y Twitter por la compra de la plataforma ha dado este verano un puñado de titulares y se precipita hacia un juicio de incierto desenlace. Ambos son antagonistas de talla mayúscula, pero más allá del espectáculo que están protagonizando se mueven por sus apuntes contables.

Una fotografía de Elon Musk en un smartphone que está situado delante de una pantalla de ordenador con el fondo lleno de logos de Twitter
Una fotografía de Elon Musk en un smartphone que está situado delante de una pantalla de ordenador con el fondo lleno de logos de Twitter (Samuel CORUM | AFP)

El proceso de compraventa de Twitter está siendo uno de los movimientos empresariales más seguidos de los últimos años. Lo es, claro, por su montante económico, pero también porque está en juego el futuro de una de las redes sociales más importantes del planeta. Y las características de la operación, que no deja de acaparar titulares, van a juego con sus protagonistas.

Elon Musk (Pretoria, 1971) no es solo la persona más rica del mundo, es también un personaje conocido por sus excentricidades y declaraciones polémicas, y por protagonizar movimientos que han sacudido los mercados y alterado el sistema nervioso de no pocos inversores. Hijo de un promotor inmobiliario dueño de una mina de esmeraldas en Zambia, el enfant terrible de las finanzas ha fundado y dirigido compañías como Zip2, PayPal, SpaceX –matriz del proyecto Starlink– y Tesla, referente de los vehículos eléctricos de gama alta, y tiene un perfil de malo de película de James Bond que él mismo parece querer cultivar.

Enfrente, Twitter. El pajarito que le caracteriza es el único elemento amable de una plataforma que ha llegado a tener 300 millones de usuarios –actualmente serían unos 238 millones–, y que cuenta con puntos interesantes desde el punto de vista comunicativo, pero que está lastrada por sus perfiles falsos, una política de censura bastante sesgada, pues el filtro es mucho más poroso para la gente de derechas que para la de izquierdas, y por su propio carácter, susceptible de ser pasto de troleo y fake news.

Con estos púgiles en el cuadrilátero, este verano hemos asistido a un derechazo en forma de demanda, una finta a modo de contrademanda, y una sucesión de declaraciones más propias de un amor despechado que de una maniobra empresarial.

Bajada en la cotización

Sin embargo, más allá de estas formas de sainete, el fondo de la pelea que ha acabado en los juzgados es bastante prosaico, y tiene que ver con las cuentas de pérdidas y ganancias.

Y es que, cuando en mayo Musk decidió suspender temporalmente la compra de Twitter, que había sido pactada en abril por 44.000 millones de dólares (43.620 millones de euros), si bien alegó que no había recibido documentación que respaldara el cálculo de la compañía de que sus cuentas falsas suponen menos del 5% del total, lo cierto es que para entonces se había producido una importante caída en el precio de las acciones –más del 30%–, quedando por debajo de 40 dólares cada una, cuando él se había comprometido a pagarlas a 55. Y como las acciones de Tesla, con las que iba a financiar parte de la compra, también estaban cayendo, las cuentas empezaron a dejar de salir. Es en ese momento, según relata en la newsletter Mind Tricks Hugo Sáez, cuando el magnate hace de la información requerida sobre los bots y los perfiles falsos condición sine qua non para la compra.

Musk empezó a exigir garantías de que los perfiles falsos no eran un problema grave, insistiendo en la necesidad de llevar a cabo una investigación a fondo sobre este tema, cuando antes no lo había creído necesario. Este bandazo no sentó bien a los rectores de la plataforma, que recuerdan en su demanda, presentada en julio en los juzgados de Delaware, que Musk compró Twitter precisamente con intención de acabar con el spam, algo que no paró de repetir.

«Musk se niega a cumplir sus obligaciones con Twitter y sus accionistas porque el acuerdo que firmó ya no sirve a sus intereses personales», exponen los abogados de la plataforma en la querella, y añaden que «después de haber montado un espectáculo público para poner a Twitter en juego, y haber propuesto y firmado un acuerdo de fusión favorable al vendedor, Musk aparentemente cree que él, a diferencia de cualquier otra parte sujeta a la ley de contratos de Delaware, es libre de cambiar de opinión, destrozar la empresa que quiere comprar, interrumpir sus operaciones, destruir el valor de los accionistas y marcharse».

Las palabras de los representantes legales de Twitter, afiladas como cuchillas, respondían al anuncio realizado días antes por Mike Ringler, abogado del empresario, confirmando oficialmente que no habría compra, porque «Twitter no ha cumplido con sus obligaciones contractuales, ya que no ha proporcionado a Musk información clave que ha solicitado sobre el negocio».

En cualquier caso, mal resultado

Un cruce de acusaciones sobre el que algunos analistas no dudan en tomar partido. Así, el columnista de Bloomberg Matt Levine ha manifestado que el propósito de las peticiones de información «no era trabajar para el cierre de la fusión. Ni siquiera era realmente entender cuántos bots de spam tiene Twitter. El propósito de estas solicitudes era ser tan irrazonable (pedir tanta información e información sensible de la competencia y de los usuarios) que Twitter estuviese obligado a decir que no, y así luego Musk podría decir ‘ajá, no me has dado la información que te pedí, puedo irme’».

Ocurre, sin embargo, que más allá de que los analistas o el público en general le echen la culpa al controvertido multimillonario –ayuda en ello su perfil, como ya se ha dicho, muy del estilo de los bondianos Max Zorin o Elliot Carver–, lo cierto es que cualquier resultado en todo este proceso va a ser malo para Twitter.

«Al leer la demanda resulta obvia la ‘mala fe’ de Musk para intentar salirse de este trato, pero ¿Realmente un juez va a ser capaz de obligar a Musk a comprar una compañía que claramente ya no quiere por la brutal cantidad de 44.000 millones de dólares? ¿De verdad es la mejor solución para Twitter que su nuevo jefe sea una persona que se ha convertido en el principal enemigo de los empleados de la red social, gracias a las críticas y las faltas de respeto constantes hacia su trabajo?», se pregunta Sáez, y añade que en el caso de contrario de que los jueces decidan a favor de Musk, «el daño a la imagen de la compañía y al bolsillo de los accionistas será brutal, además de que la moral dentro de Twitter quedará por los suelos».

El magnate presentó la semana pasada una contrademanda contra Twitter, aunque expertos legales citados por “The Guardian” creen que Musk tendrá dificultades para convencer a un juez de que el problema del spam de Twitter representa un «efecto material adverso de la compañía» que altera sustancialmente el valor de la empresa, y por lo tanto anula el acuerdo.

Musk vende acciones de Tesla

De momento, la jueza ha dado orden para celebrar la vista a mitad de octubre, dando así la razón a la compañía, que había pedido acelerar el proceso, y aunque la opción de un acuerdo entre las partes aparece en el horizonte, Musk no las tiene todas consigo.

Desde luego, no parece que tampoco él vaya a salir indemne de este proceso. En primer lugar, por la pérdida de credibilidad que le está acarreando, ya que sus contradicciones son patentes, y porque su adversario tiene casi tanto músculo como él en el caso de que acabe celebrándose el juicio.

De hecho, esta misma semana ha vendido acciones de Tesla por valor de 6.900 millones de dólares para encarar el juicio.  «En el caso (esperemos que poco probable) de que Twitter fuerce el cierre del acuerdo y algunos socios de capital no lleguen, es importante evitar una venta de emergencia de las acciones de Tesla», expuso Musk en un tuit difundido a última hora del martes. 

Con esta maniobra, se ha desprendido de 7,92 millones de acciones de los 162,9 millones que poseía en la empresa automovilística, un 4,86% de su participación. Ha vendido más de un 12% en el último año.

Musk posee ahora algo menos del 15% de Tesla. Cuando en abril vendió títulos por 8.500 millones de dólares dijo que no tenía previstas más ventas, pero en las últimas semanas sus asesores le habrían indicado que si se ve obligado a completar la adquisición de Twitter o a resolver el litigio con una fuerte multa, es probable que tenga que vender más acciones del fabricante.

No le ha venido mal, en este sentido, que las acciones de Tesla hayan subido casi un 15% desde que el 20 de julio presentara unos beneficios mejores de lo esperado, ayudado por el proyecto de ley sobre el clima de la Administración Biden, que, de aprobarse, levantaría el límite de los créditos fiscales para los vehículos eléctricos.

Ambas partes están haciendo acopio de dinero o de argumentos para que la refriega no les deje tocados. Porque los gigantes también caen, y si alguno de los dos besa la lona, no faltarán tuits que lo celebren.