Imanol  Intziarte
Redactor de actualidad, con experiencia en información deportiva y especializado en rugby

Caza y captura del pollo de las patas largas en el Paseo Nuevo de Donostia

¿Qué son unas fiestas sin ferias? Después de dos duros veranos con importantes restricciones, el sector trata de recuperar el fuelle. Jóvenes, o no tanto, disfrutan del subidón de adrenalina de las atracciones más vertigionosas, otros apuestan por probar fortuna o ponen a prueba su puntería. 

Subidas y bajadas en un clásico como el canguro.
Subidas y bajadas en un clásico como el canguro. (Jon URBE | FOKU)

Cruzarse con la pezuña de un jamón sobresaliendo de una bolsa de plástico siempre es un buen augurio. Y en este caso una señal de que el camino correcto es el elegido. Durante estos días, caminar por el puerto de Donostia en dirección al Aquarium es toparse de frente con un desfile variopinto de coloridos peluches, bolsas repletas de churros y gadgets inalámbricos.

En esa tradicional procesión anual, la marea humana camina hasta el pie del calvario en forma de escaleras que ascienden hasta la plaza Jacques Cousteau. El ascensor no da abasto ante tanto tráfico. Una vez arriba se abre las puertas de lo que para muchos es el paraíso de la adrenalina. El recinto ferial es el epicentro festivo para no pocas cuadrillas de adolescentes, que tienen en este tramo del Paseo Nuevo su rincón favorito.

Por la tarde, que es cuando rendimos visita, los y las quinceañeras tienen que compartir espacio con numerosas familias. La cartera de los progenitores tiembla ante el vía crucis que les espera, aunque antes de llegar se suelen pactar los límites, para evitar posteriores disgustos y malentendidos. Eider, de 10 años, tiene apalabrados un par de viajes donde quiera, y ahora llega lo difícil, decidir. Porque luego no hay vuelta atrás.  

Jim Carrey y Rosalía

Nada más comenzar el recorrido se topa uno con la Olla Coco Bongo. El nombre promete, y la decoración más, con un dibujo de Jim Carrey caracterizado como La Máscara –película de 1994, cuando la maoyoría de los que se montan no había nacido– y flanqueado por la ‘despechá’ Rosalía y un cantante de rap o hip-hop cuyo nombre no recuerdo. Tremenda combinación.

Al lado han ubicado el clásico puesto para lanzar penaltis a un portero que da vueltas en círculo sobre su ombligo. Han puesto al muñeco una careta de De Gea. Visto su partido del pasado fin de semana contra el Brentford se augura la ruina del dueño del negocio.

Son solo un par pinceladas, pero es una señal de que la pandemia ha golpeado duro al sector. Como si le hiciera falta una capa de pintura nueva. Pero después de dos veranos prácticamente bajo mínimos no estaba el horno para bollos, basta con recuperar el fuelle. Pasar el trapo a lo que había, quitarle el poco, engrasar la maquinaria  y tirar adelante.

Pago con bizum

El del bingo ha entrado en el 2.0 y permite comprar los cartones a través de ‘bizum’, la app de pago con teléfono el móvil. Y despliega unas cuantas sillas de plástico para que la clientela vaya destroquelando los números cómodamente sentada, emulando a Esteso y Pajares en ‘Los bingueros’. Así se puede uno tirar un buen rato dale que te pego, que es de lo que se trata.  

En el vértice más exterior, su lugar de siempre, está la barca vikinga. Un visitante que regresara a Donostia cada doce meses, en fiestas, podría pensar que la dejan ahí todo el año, sin desmontarla. Pocos panoramas mejores para una atracción de este estilo, con esa sensación de que te vas a estampar contra el mar y las rocas que te aguardan abajo.  

La cruz de la moneda es cuando entra el mal tiempo, como se está viendo desde la tarde del miércoles. Es un espacio muy expuesto al viento, que obliga a bajar la persiana por los riesgos de accidente o porque el agua puede entrar dentro de las casetas y causar pérdidas materiales.

Otros dos clásicos como Alcatraz –la jaula– y el canguro se encuentran en la explanada que ocupa habitualmente el parking. Completa el cuarteto de atracciones de grandes dimensiones ese invento del diablo llamado Flic Flac.

El último círculo

Por 3,85 euros el viaje te agitan la caja torácica hasta recolocarte los órganos de manera aleatoria. El último círculo del infierno de Dante, según una encuesta llevada a cabo entre la comunidad de padres y madres que aguantan al pie de cada atracción sujetando bolsos, bandoleras y ropas.

Las barandillas de los autos de choque son, desde tiempos inmemoriales, un ecosistema en el que se juntan grupitos con pose de ‘malotes’ y ‘malotas’ sin edad para conducir un coche de verdad. Donostia no es una excepción. Al lado les han puesto además un ‘punching ball’ de boxeo para dilucidar sus peleas de gallos.

Estamos en la recta final. El tren de la bruja no puede faltar nunca, de hecho hay dos. De repente los oídos escuchan una cantinela cuasi hipnótica. «Ya está la rueda girando, y los corazones palpitando», canturrea el speaker de la Tómbola Antojitos. Serán miles las veces que habrá repetido el mismo pareado a lo largo de su vida, día tras día. Quizás no pueda abandonar esa tonadilla ni cuando aparca el micrófono. «Vamos al supermercado, que hay que comprar pan y helado», se lo puede imaginar uno en su casa. Un héroe.  

Solo le puede hacer sombra en este ranking el narrador de la carrera de camellos, aunque si la memoria no falla no es el de siempre, que contaba con desparpajo como «el doce se adelanta, el siete le persigue, el cuatro que remonta…». Complementan la oferta las habituales barracas para probar puntería –dardos con globos, escopetas de balines con palillos– las de habilidad para ‘pescar’ premios y los puestos de comida y bebida.

Se puede seguir por el Paseo Nuevo hasta la Sociedad Fotográfica, o dar media vuelta y retornar al punto de partida. Eider, 10 años, ya tiene en sus manos el peluche de una especie de pollo con patas largas. Aún le queda por gastar uno de sus dos comodines.