Alessandro Ruta

Cinco películas italianas de elecciones, ¿absurdo o realidad?

Este solemne momento electoral que vive Italia también ha sido caracterizado desde la gran pantalla. Y los resultados a veces han sido inolvidables...

Laqualunque (Antonio Albanese), una parodia del mundo de Berlusconi.
Laqualunque (Antonio Albanese), una parodia del mundo de Berlusconi. (NAIZ)

Muchas cosas en Italia son teatrales o parecen puro cine. Incluidas las elecciones. Parlamentarios en modo actor con sus rifirrafes y «coups de theatre», protagonistas y antagonistas.

En muchos casos, las propias elecciones son escenario de algunas películas particularmente inolvidables. Antes de que llegue el domingo, recorremos cinco de ellas, para recordar que en el Belpaese todo siempre es especial y parece salido de la gran pantalla.

«Don Camillo e l'onorevole Peppone» (1955)

«Onorevole» («honorable») es el título que recibe un parlamentario cuando es elegido en Italia. Puede hacer reír pensando en las decenas de escándalos provocados por algunos de esos «honorables», pero la definición viene directamente de la Constitución Italiana, en cuyo artículo 54 está escrito: «Los ciudadanos a quienes se encomiendan funciones públicas tienen el deber de cumplirlas con disciplina y honor, prestando juramento en los casos establecidos por la ley». O sea, es el término en sí el que ha perdido su significado original.

En la posguerra imaginada en el momento de las elecciones en Brescello, un minúsculo pueblo al lado del río Po, alguien se prepara para lo peor. ¿La razón? Su alcalde comunista, Peppone, quiere irse a Roma y empieza su campaña electoral. Estamos en 1948, año crucial para Italia, con las primeras elecciones republicanas. Peppone tiene muchos proyectos pero primero debería superar el examen de educación primaria, incluidos un durísimo test de Geometría y un texto en italiano. Don Camillo habla con la estatua de Jesús y se mantiene en calma. Hasta ayuda a su «enemigo» en los estudios, en una de las escenas mas icónicas de toda la saga.

Por encima de ello, esta es la peli del tanque, un objeto que aún se puede visitar en el Museo de Don Camillo y Peppone, en la misma Brescello. Ese monstruo es el coprotagonista del film, introduciendo más tensión en una historia que finalmente acaba bien, como todas las de la saga del cura y el alcalde comunista.

Peppone al final se quedará en Brescello a pesar de haber sido elegido para el Parlamento como representante del PCI. Y junto a su «amigo-enemigo» Don Camillo volverá a casa en otra escena casi conmovedora. Juntos, en bicicleta, dando marcha atrás.  
 
‘Gli onorevoli’ (1963)

Antonio de Curtis, «Totó», «El principe de las risas», en uno de sus papeles más eficaces. Interpreta a Antonio La Trippa, un señor maduro con simpatías monárquicas en una Italia ya republicana.

Para molestar a sus vecinos, de vez en cuando saca un embudo y, como si fuera un altavoz, se autopromociona en nombre del Partido Nacional de la Restauración. El eslogan es muy simple: «Vota Antonio». Eso sí, repetido con un timbre de voz que imita a Benito Mussolini en sus discursos desde el balcón de Piazza Venezia. La Trippa, más modestamente, habla hacia el patio de su casa, empezando siempre con un eficaz «Italiani!» («¡Italianos!»).

Este es en realidad un film coral, con otros cuatro episodios. Pero el más recordado, el más divertido, es el de este Antonio La Trippa, cuya imagen es muy fácil de encontrar en las pizzerias o los restaurantes napoleitanos, en homenaje al inmenso Totó, alma y corazón de la ciudad partenopea.

«Votantonio votantonio votantonio» se ha convertido con el tiempo en la típica expresión utilizada para ir en busca de votos, sobre todo en aquellas situaciones poco claras, de intercambios de favores. Candidato, en la película, en un pequeño pueblo del sur, La Trippa acaba denunciando sin querer los chanchullos de sus compañeros de partido y perdiendo con ello sus posibilidades.

Hay que recordar que «trippa» en italiano es sinónimo de «panza». Y que cuando Beppe Grillo aparecía en las campañas del Movimiento Cinco Estrellas siempre empezaba sus discursos gritando como el personaje de Totó: «Italiani!».  

«Bianco, rosso e verdone» (1981)

Tres hombres tienen que ir a votar desde distintos puntos de Italia e incluso de Europa. ‘Bianco, rosso e verdone’ es un juego de palabras entre los colores de la bandera italiana y el director/protagonista de la peli: Carlo Verdone, el ahijado del gran Sergio Leone. Sin embargo no hay cowboys o tiros por aquí, sino personajes convertidos en mitos en el imaginario colectivo italiano: Furio, Pasquale y Mimmo, todos intepretados por el mismo Verdone.

El primero es un hombre neurótico, exigente, metereopático e inaguantable para su mujer Magda y sus hijos; salen desde Turín rumbo a Roma y cada ocasión es propicia para discutir sobre los temas más inútiles, hasta que la señora explota, mirando a cámara y gritando «Non ce la faccio più!», es decir «¡No puedo más!». Durante el viaje Magda consigue además hacerse un amiguete/amante, Raoul, y escaparse con él.

Pasquale, por contra, es el típico «terrone» emigrado a Alemania para trabajar, un hombre del sur bastante rancio e hincha de la Juventus (duerme en su habitación con la imagen de Franco Causio, por aquel entonces estrella de la "Vecchia Signora"). Desde la capital bávara, con su Alfasud rojo, tìpico coche también rancio de aquella época, recorre los casi 1.200 kilómetros hasta Matera, su ciudad natal. Durante cada parada, para ir al baño o simplemente descansar, a él o al coche les pasa algo, y así acaba con el Alfasud destrozado. Pasquale llega justito para dar el voto, y después de no haber pronunciado una palabra en todos sus episodios, empieza a desahogarse utilizando un idioma incomprensible, y que acaba con una especie de "Vaffanculo" muy italiano.

Por último Mimmo, chaval simple e ingenuo, que tiene que acompañar a su abuela enferma de diabetes a votar desde Verona hacia Roma. La viejita es mucho más lista que el nieto, pero muere justo después de haber votado, en un final semitrágico.

Aunque Sergio Leone sea solamente el productor de ‘Bianco, rosso e verdone’, su histórico colaborador Ennio Morricone compone la banda sonora, donde destaca la ‘Marchita popular’.

‘Fantozzi subisce ancora’ (1983)

La saga cinematográfica del personaje tragicómico de Ugo Fantozzi, interpretado por Paolo Villaggio, consta de diez pelis, desde 1975 hasta 1999. Las últimas son realmente para olvidar, una aburrida repetición del mismo guión, nacido como una parodia del típico funcionario italiano que trabaja en una empresa pública, siempre muy atento para no molestar los jefes o al poder en general, manteniendo una vida muy gris.

El cuarto capítulo de la saga es ‘Fantozzi subisce ancora’ (‘Fantozzi sufre todavía’), y en él el funcionario tiene que ir a votar después de la enésima serie de episodios adversos, como un embarazo no deseado (y el intento de abortar) de su hija Mariangela con un repartidor de correos, que lo había hecho solo para ganar una apuesta, o las «Olimpiadas» en la empresa donde trabaja, esto es, trágicas pruebas deportivas entre los empleados de diversos despachos para complacer al nuevo jefe.

Para las elecciones Fantozzi coge la baja y se encierra en su habitación a estudiar, sin comer, cada programa de debate polìtico y leer 20-30 periódicos a la vez. Así que pierde el juicio... Desde la pantalla televisiva los grandes líderes de la época (por ejemplo Andreotti y De Mita de la Democracia Cristiana, el primer ministro socialista Bettino Craxi, el fascista Giorgio Almirante, los representantes de los sindicatos...) empiezan a hablar con Fantozzi, básicamente humillándolo, hasta que cada uno de estos políticos le pide el voto para él, en una mezcla devastadora de voces y nombres de partidos: «DC, PCI, PSI, PRI, PLI, PDUP..». Incluso la radio se enciende de repente dejando que se oiga ni más ni menos que a Benito Mussolini.

Sin embargo, la decisión de Fantozzi está tomada y entra en su cabina a «votar». Mientras su mujer Pina y su hija Mariangela terminan la operación, el funcionario sigue sin salir. Le llaman desde fuera y este contesta: «Ocupado». Luego se oye el ruido de un retrete: allí está su voto.

‘Qualunquement’ (2011)

En plena era berlusconiana, en las taquillas italianas aparece un personaje que ya se había hecho famoso en algunos programas televisivos: es Cetto Laqualunque, un absurdo líder político populista, corrupto y ultramachista del sur, de la región de Calabria, que se viste de morado y con mucha gomina en la cabeza. Promete cosas absurdas e irrealizables hasta acabar con su eslogan mas celebre: «Cchiù pilu pi' tutti», literalmente «Más pelo para todos», en realidad «Más chicas para todos».

Es claramente una parodia del mundo del «cavaliere». Falta solo el «bunga-bunga» pero por ahí vamos. Cetto vuelve desde el extranjero, donde había estado en la cárcel, para intentar volver a ser el alcalde de su pueblo, Marina di Sopra.

Entre comicios muy teatralizados y participaciones en programas televisivos, Laqualunque utiliza siempre el sufijo «mente», incluso para palabras que no lo necesitan ni admiten. «Qualunquemente» –«cualquieramente» se podría traducir– desde luego es una palabra que no existe y que recuerda el Partido del Hombre Cualquiera que tuvo mucho éxito en la posguerra con un programa populista y en contra de la «casta» de los políticos. El periodista Guglielmo Giannini fue el padre del «qualunquismo».

Cetto es un personaje tan cómico como cercano a la realidad, cuyo intérprete es uno de los mejores actores italianos de la última generación: Antonio Albanese. Cuando salió la peli hubo una campaña promocional tan eficaz que mucha gente empezó a pensaren  que Cetto Laqualunque pudiese presentarse realmente a las elecciones generales y no solamente como ficción.

Esa es la magia, o el problema, de un panorama político como el italiano, donde hay situaciones tan absurdas que parecen fruto de un film.