Iratxe Fresneda
Docente e investigadora audiovisual

Además de un buen tema, necesitamos una buena película

Fotograma de ‘Los reyes del mundo’.
Fotograma de ‘Los reyes del mundo’. (ZINEMALDIA)

David Cronenberg afirma que cuando «Algo que va mal es siempre dramáticamente más interesante que algo que va bien». El cine necesita de conflictos, de imágenes que contengan universos, de impactos, de sueños, de perdedores valientes y de malos malísimos. Eso sí, no es suficiente con tener un tema que trabajar, hay que hacer una película, y no es fácil hacerla bien.

Estos días se extiende el debate entre la prensa y la crítica que habla, precisamente, de la necesidad de ir más allá de ese drama interesante, de que muy a menudo, esa elección idónea del tema, es lo único interesante de una cinta. Laura Mora es una cineasta que, tras su debut en ‘Matar a Jesús’, se estrena en la Sección Oficial a concurso en el Festival de Donostia con ‘Los reyes del mundo’. ¿Qué mejor que el drama de cinco jóvenes harapientos que viven en las calles de Medellín sobreviviendo, sin tutela ni hogar para poder crear una historia fascinante? Nada va bien en sus vidas, viven en eterno conflicto con el mundo que les rodea y, este hecho, le da la oportunidad a la creadora de seguirlos en su aventura vital, en su viaje iniciático.

Alejada de los tópicos en los que es fácil caer a la hora de acercarse a un drama como el del abandono de los niños y los jóvenes, la pobreza o la delincuencia derivada, Mora persigue junto a ellos la experiencia en mayúsculas, midiendo las secuencias, persiguiendo con maestría a los personajes como la gran directora de escenas de acción que es. Los personajes, salvajes, caminan por un mundo selvático en el que Mora los recoloca como seres románticos, incapaces de controlar lo que les sucede, incapaces de controlar la inmensidad de la crueldad que les rodea. Pocas veces encontramos en el cine a alguien que, sin ceñirse a los cánones establecidos de contar, sepa atrapar a su espectador y no soltarlo durante todo el viaje, pocas veces vemos tan nítidamente el virtuosismo de una cineasta. Ella tiene la capacidad, como nuestro venerado Cronenberg, de registrar la belleza cuando las condiciones son extremas, cuando estamos en situaciones de peligro, ahí dónde los aspectos más humanos nos son revelados. Bravo.