Jaime Iglesias
Elkarrizketa
Gaizka Urresti y Paula Labordeta
Directores de ‘Labordeta, un hombre sin más’

«Si no conoces al Labordeta hombre no puedes llegar a comprender del todo su creación»

Después de acercarse a la figura de Luis Eduardo Aute en ‘Aute Retrato’, el cineasta bilbaino Gaizka Urresti hace lo propio con José Antonio Labordeta en un documental co-dirigido con Paula, hija del cantautor aragonés.

Los directores Paula Labordeta y Gaizka Urresti.
Los directores Paula Labordeta y Gaizka Urresti. (Fundación José Antonio Labordeta)

El 19 de setiembre de 2010 fallecía en Zaragoza José Antonio Labordeta. Su compromiso político, su talla como músico y su valor como símbolo de un país, Aragón, hicieron que su capilla ardiente se convirtiese en una manifestación de duelo ciudadano. Doce años después su memoria sigue viva como lo prueba el documental ‘Labordeta, un hombre sin más’.

Había muchas maneras de acercarse a un personaje como José Antonio Labordeta pero da la sensación de que más allá de sus múltiples facetas ustedes han apostado por acercarse a él a partir de dos visiones la de la familia y la de sus amigos. ¿Fue así?

Gaizka Urresti: Bueno, esta película llega a mí como un encargo por parte de la Fundación José Antonio Labordeta, pero lo que sí teníamos claro ambas partes es que debíamos alejarnos de lo que ya se había hecho. Reportajes sobre Labordeta hay muchos y sus libros de memorias están ahí, entonces no tenía sentido reincidir en eso. Nos interesaba un enfoque donde la biografía del hombre estuviera en conexión con el vacío que dejó su ausencia en su familia y en sus amigos.
Paula Labordeta: La idea era conocer al Labordeta de verdad, no quedarse con el ‘Canto a la libertad’ sino entender las razones que le llevaron a escribir un himno como ese o las que hicieron que 50.000 personas pasaran por su féretro. El desafío fue encontrar el modo de contar eso y la manera que encontramos de hacerlo fue a través de nosotros, de su familia, y de ese diario que aparece póstumamente, que es una joya, y que nos va llevando por esa intrahistoria del personaje, por su fragilidad, por sus dudas.

En este sentido el concepto de memoria se antoja la piedra angular del relato pero, ¿cómo se gestiona esa memoria que además se activa doce años después de su fallecimiento?

P.L.: El tiempo ha jugado a nuestro favor. Nos hacía falta esa separación. Mi decisión de hacer este documental vino después de ver a tanta gente pasar por su capilla ardiente, ahí constaté algo que ya intuía y es el amor que despertaba mi padre. Es entonces cuando decido hacer el documental. Pero nos hacía falta que pasara un poco de tiempo para distanciarnos de sus últimos años porque la enfermedad fue muy dura. Cuando intuyo que estamos preparadas es cuando les planteo a mi madre y a mis hermanas hacer la película. Es entonces cuando acudo a Gaizka considerando que nos hace falta una visión desde fuera. Y es ahí cuando surge este viaje por la memoria de Labordeta.

G.U.: Es cierto que la memoria es un poco el concepto que articula todo, con esas secuencias de Juana, la mujer de Labordeta, contando a sus nietas quién fue su abuelo. Por otro lado nos gustó la idea de dar protagonismo a ese diario que llevaba tantos años desaparecido y que representa la memoria pero contada en presente, no se trata de recuerdos sino de sensaciones escritas en el momento y que muchas veces enmiendan la dimensión alcanzada por ciertos acontecimientos que se han mitificado y que, sin embargo, para él fueron hechos que estuvieron acompañados de una gran frustración a cuenta de los choques que tuvo con la censura franquista.

¿Se trataba pues de diluir el carácter simbólico de Labordeta y potenciar su valor humano?

P.L.: Es que detrás de cada una de las cosas que abordó hay un sufrimiento, unas dudas, una incertidumbre… A pesar de ser una persona extraordinaria, en su interior libraba una lucha íntima que es la que libramos todos nosotros, de ahí que él se considerara ‘un hombre, sin más’ y de ahí el título de la película. Hacía falta acercarse a su intimidad para comprender la dimensión social del personaje. Si no conoces al Labordeta hombre no puedes llegar a comprender del todo su creación.

G.U.: Sí, la idea era contar al hombre detrás del mito aunque no rehuimos sus grandes momentos. Buscar ese equilibrio no fue fácil.

P.L.: No fue fácil porque estamos hablando de un hombre que fue profesor, cantautor, poeta, político, comunicador… Y todo eso lo teníamos que meter en una hora y media de película y parcelarlo de tal manera que se entendiera y además explicarlo desde su faceta humana. Visto así es normal cada quien pueda llegar a echar en falta algo.

Particularmente he echado en falta una mayor profundización en la figura de Miguel, su hermano.

P.L.: Hablamos de ello, de la importancia que tuvo en mi padre como figura tutelar. Siendo, como era, su hermano mayor, fue sobre todo quien le inició en la lectura poniendo toda su biblioteca a disposición de él. Les separaban 15 años pero para mi padre siempre fue una presencia permanente en su vida, de hecho es el que le pone en contacto con esa idea de territorialidad que impregna sus poemas. Cuando Miguel muere mi padre se quedó destrozado. La figura de mi tío Miguel daría para otro documental.

G.U.: Los primeros años de vida de una persona son los más intensos, los que más recuerdo ocupan en sus memorias. Basta con leerse cualquier autobiografía para comprobarlo. Por eso, aunque no la hemos desarrollado tanto como nos hubiera gustado, la incidencia de la figura de Miguel está ahí, lo mismo que los años de Labordeta ejerciendo como profesor en Teruel. De hecho es la parte a la que más minutos le dedicamos. Por eso también en el cartel de la película evocamos a ese Labordeta de los 70 que estaba buscando su voz y que iniciaba su lucha.

Y con todo el material que se ha quedado fuera del montaje definitivo, ¿no habría opción de hacer algo?

G.U.: Pues quizá una serie ¿no? Ahora que se hacen series de personajes que no dan para tanto, una figura tan inabarcable como Labordeta igual sí la merecería… Pero yo siempre digo lo mismo: ese material está ahí rodado y archivado a disposición de lo que quieran hacer otros con él en el futuro. Hacer este tipo de películas tiene una parte de legado, de dejar en herencia un material para las futuras generaciones.

¿Por qué no acudieron a recabar testimonios de sus compañeros cantautores?

G.U.: Siempre está esa tentación de acudir a un Sabina o a un Serrat para hablen de Labordeta. Es verdad que lo trataron y lo conocieron, pero lo hicieron mucho más superficialmente que sus amigos de verdad, que son los que salen en la película. Las entrevistas las hicimos en el propio despacho de Labordeta y eso les predisponía a recordar de una manera distinta que si lo hacían en un estudio o en su casa.

P.L.: Aparte necesitábamos testimonios realizados desde esa generosidad que solo tienen los amigos de verdad. Si hubiésemos entrevistado a Sabina, por ejemplo, él lo que podía haber contado es su relación profesional, alguna anécdota simpática… Pero no se abriría de la misma manera en la que lo hacen aquellos con los que realmente compartió su vida.

¿Hasta qué punto rodar esta película resultó catártico para la familia?

P.L.: Sobre todo para mi madre. Ella siempre estaba esperando que mi padre dejara una de las muchas cosas que hacía para poder estar más tiempo con él los dos solos, quizá cerca del mar. Porque en todos los años que estuvieron juntos mi padre estaba siempre haciendo cosas. Él siempre decía de sí mismo que era el vago más trabajador de Aragón. Por eso a mi madre la película le ha servido para estar en paz.