Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua

#Free Pablo González y Julian Assange, carajo

Ocho meses lleva Pablo González en prisión, indefenso, sin que haya visto a sus hijos –ocho meses, imagínenselo– y todo esto en la república bananera de la UE. Se lo pasan todo por el arco de Polonia

Vale, de acuerdo: si te dedicas a esto, a informar, sabes que, de primeras, siempre vas a ser mirada con desconfianza. Es el abc básico a interiorizar cuando ejerces este oficio. Siempre, si no te han dado vela en ese entierro, preguntas de más, estás de más o no has contado lo que había que contar. O lo has hecho mal. Con eso contamos todos. Quien no lo admita, mal lo lleva. Parafraseando a un viejo compañero: cualquier borracho a las siete de la mañana puede comprar el periódico en el kiosco y poner pingando tu trabajo.

O te puede pasar que un Gobierno, como el de EEUU, puede decidir que, por publicar una investigación periodística en la que has sacado a la luz las porquerías monumentales que oculta, como, pongamos, posibles crímenes de guerra que cometió su Ejército, eres un enemigo a perseguir, a silenciar para el resto de tu vida: lo que le está pasando a Julian Assange, el fundador de Wikileaks, es un auténtico escándalo y una pesadilla.

O también puede pasar que a un Gobierno de la UE, como Polonia, se le ocurre que eres un espía al servicio del enemigo ruso porque le huele rara tu procedencia, los medios en los que trabajas y estás solo en una zona de guerra. Solo y, encima, preguntando. ¿Qué hacía este periodista en la frontera con Ucrania? ¿Eh? ¿Eh? ¿Informar de una guerra? ¿Y los Derechos Humanos? ¿Y el derecho a la información? Me los paso por el arco de Polonia, sin que el Gobierno español ni la UE levanten una ceja. Ni emitan una triste protesta. Ocho meses lleva en prisión, indefenso, sin que haya visto a sus hijos –ocho meses, imagínenselo– y todo esto en la república bananera de la UE. Perdón, es que me cabrea.

En pasado Antonio Gutiérres, secretario general de las Naciones Unidas, volvió a denunciar que los nuevos medios tecnológicos están siendo usados para perseguir a los periodistas y que estos, en todo el planeta, se enfrentan a muerte, encarcelamiento o desaparición... «sencillamente por hacer su trabajo». Precioso todo.