Daniel   Galvalizi
Periodista

La semana en que Ayuso dejó de ser de teflón

La gestión de la sanidad pública madrileña parece ser el primer hito que sí causa un daño real a la presidenta autonómica. Medidas de tributación a favor de los ricos y un discurso pirómano han ayudado a detonar una crisis que aún no está cerrada.

Manifestación celebrada el pasado fin de semana contra los recortes aplicados por Ayuso en la sanidad pública.
Manifestación celebrada el pasado fin de semana contra los recortes aplicados por Ayuso en la sanidad pública. (Óscar DEL POZO | AFP)

El teflón es el nombre comercial del politetrafluoroetileno, descubierto en 1938. Es un revestimiento que evita que la comida se adhiera a la superficie de la olla y la sartén. Que las cosas no queden pegadas. Que no queden rastros permanentes. De ese material parecía estar hecha Ayuso, hasta ahora.

Un sinfín de declaraciones trumpistas y provocadoras y unas iniciativas fiscales thatcheristas para favorecer a los más ricos (bonificaciones en el Impuesto al Patrimonio y rebajas en el IRPF para favorecer al 2% más rico de la Comunidad de Madrid, por ejemplo) no habían hecho mella en la imagen del emblema de la derecha en el Estado español.

Un dato al respecto: la encuesta de comienzos de mes de Sigma Dos (justo antes que estalle el desmadre en Urgencias en Madrid) le daba a la líder del PP regional tres escaños más y la dejaba a un solo diputado de la mayoría absoluta en la Asamblea. Casi cuatro años de gobierno y no acusa desgaste. Hasta ahora.

El domingo pasado se produjo la primera manifestación masiva no convocada por la derecha en Madrid en mucho tiempo. Más de 200.000 personas (600.000 según los convocantes) se echaron a las calles para defender la sanidad pública y dar un respaldo a un servicio esencial que lleva casi tres décadas gestionado por el Partido Popular. Desde el 8M de 2019 que no había una marcha tan significativa en la capital del Estado y no convocada por la derecha.

La manifestación fue organizada por los sindicatos de trabajadores sanitarios y apoyada por los partidos de izquierda. El hecho final que detonó todo esto fue la puesta en marcha del nuevo plan de Urgencias en la Comunidad por parte del Gobierno autonómico que ha resultado un fracaso de gestión. En números, reabrieron 80 dispositivos de urgencias con el personal de 40.

Para solucionar la carencia, la Consejería de Sanidad pidió implantar videoconsultas y que los pacientes hablaran con una pantalla

Para solucionar la carencia, la Consejería de Sanidad pidió implantar videoconsultas en los centros sin facultativos y que los pacientes hablaran con una pantalla. Conclusión: desde el 7 de noviembre hay una huelga por tiempo indefinido por el sindicato médico AMYTS. Esto en la comunidad autónoma que tiene el menor gasto por ciudadano de todo el Estado (incluso menos que Andalucía y Extremadura, ambas con un PIB per cápita sideralmente más bajo que Madrid).

La gestión sanitaria es un asunto bastante técnico y el ciudadano de a pie basa su criterio en lo que lee (si es que lo lee) en los medios y en su experiencia personal. Leer que se propone que te atiendan por una pantalla o ver fotos de centros que tengan un cartel a la noche colgado que diga «no hay médico» es simbólicamente poderoso. Ver que esto sucede cuando se le dan becas de estudio a la clase media alta y alta, y se le bajan los impuestos a los ricos, es letal.

Este párrafo es la respuesta al por qué la gente ha salido a las calles el domingo pasado. Tanto Díaz Ayuso como muchos del PP, e incluso periodistas conservadores, han preguntado públicamente por qué no hay manifestaciones en otras regiones donde ocurren cosas similares y hay recortes. Pues es que en ninguna otra hay un liderazgo como el de Ayuso, con un relato muy preciso y reflexionado, amplificado por los medios de derecha hiperconcentrados en Madrid y que ha elegido confrontar en forma directa con el presidente del Gobierno del Estado. Se han subido a un ring que implica también costes más altos que si eres un presidente autonómico de perfil más discreto y que elige la concordia con Moncloa. De libro.

Lo que también es de libro es que la oposición de izquierdas asuma esta bandera y la explote políticamente, con absoluta legitimidad. Un ejemplo fue la sesión de control en la Asamblea de Madrid este jueves. El tema que monopolizó todas las preguntas fue la sanidad y una guerra de cifras. En sus réplicas, Ayuso no hizo una sola autocrítica, no prometió ninguna marcha atrás y respondió con el mismo argot de siembre, creyéndose de teflón.

«Entiendo que usted todavía esté en shock por lo que ha sucedido el domingo pasado. Ha sido capaz de sacar a la calle a cientos de miles de madrileños y poner de acuerdo a quienes piensan distinto pero que creen que su maltrato a los servicios públicos es inadmisible», le dijo la portavoz de Unidas Podemos, Alejandra Jacinto. La respuesta de la presidenta fue que «nunca ha habido tantos sanitarios ni tanto presupuesto» y que la falta de médicos en atención primaria «ocurre en muchas comunidades autónomas». Finalizó acusando a la izquierda de intentar «reventarlo todo hasta el 28 de mayo», día electoral.

A todo este rechazo social le responde Ayuso hablando de la Ley de Memoria Democrática y de ETA

Hasta la portavoz de Vox, Rocío Monasterio, captó el momento político actual y dijo: «Hemos visto movilizaciones masivas y apoyamos algunas de las reivindicaciones de los médicos, pero no apoyamos la manipulación de la izquierda». Ayuso, en su respuesta, hizo poco caso a lo planteado y aprovechó para volver adonde está cómoda, que es la confrontación con Moncloa: «Cuando tengamos mayoría en el Congreso de los Diputados acabaremos con la Ley de Memoria Democrática que se pactó con ETA». Poco que ver con el tema del día pero no parece importar.

«Usted tiene abandonada a la Comunidad de Madrid porque no le interesa, porque usted solo quiere moverle la silla a Feijóo, aunque le moleste que se lo diga», disparó el portavoz del PSOE, Juan Lobato, quien además reivindicó el rol de los socialistas en blindar la sanidad pública en la Constitución. Ayuso cogió el guante y apeló de nuevo a las mismas armas: «Si ustedes escribieron la Constitución española, no sé por qué ahora pretenden destrozarla con Bildu. Su partido se despeña en manos de la ultraizquierda».

La jefa de la oposición, Mónica García (Más Madrid), le dijo a Ayuso que «su mayor enemiga es su propia soberbia que le impide retroceder y seguir en huida hacia adelante». «Usted dice que esto ocurre en toda España y estoy segura que en todas partes las cosas se pueden hacer mejor, pero también en que en ninguna se puede hacer peor», señaló y siguió un varapalo de cifras a los que la presidenta respondió acusándola de ser «agitadora». «No gobiernan las manifestaciones, las manifestaciones van al peso, gobiernan los votos», enfatizó.

Pudo el PP elegir la ocasión para enmendar en algo la situación que está teniendo la sanidad, pero no. Pedro Muñoz, portavoz del grupo, prefirió preguntarle a la presidenta por la nueva regulación sobre Patrimonio que prepara el gobierno de Sánchez, para que Ayuso tenga alfombra roja para volver a su zona de confort. «A costa de la inflación, Sánchez tiene dinero de sobra para financiar su campaña 2023», señaló la lideresa, y volvió con una larga diatriba contra el líder estatal del PSOE.

En las últimas horas ha habido una mínima marcha atrás: el Gobierno regional quitó la opción de la atención médica por videoconferencia, aunque restan muchas otras demandas de los sindicatos para desconvocar la huelga.

En la narrativa y en su respuesta a esta crisis, Ayuso parece creerse indestructible. Hasta que las encuestas digan lo contrario.