Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / redactor de opinión, especializado en economía

Crujen todas las costuras de la economía

La quiebra de dos bancos en EEUU ha desatado el temor a una nueva crisis en todo el mundo. La implacable subida de los tipos de interés de la Reserva Federal tiene efectos a los que no se ha prestado atención y entre ellos está el impacto negativo en el balance de los bancos.

Un guarda de seguridad, en el interior de una sucursal de Silicon Valley Bank en California.
Un guarda de seguridad, en el interior de una sucursal de Silicon Valley Bank en California. (Noah BERGER | AFP)

La quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) ha extendido el miedo a una nueva crisis global. El domingo, además, el regulador de Nueva York cerró Signature Bank, un banco en el que los depósitos de criptomonedas habría tenido un peso importante. El efecto en las bolsas de todo el mundo ha sido inmediato y, aunque es difícil precisar el alcance de esta crisis, existen algunos elementos que arrojan luz sobre lo ocurrido.

Contextualizar los acontecimientos suele servir para, al menos, situar en sus justos términos las claves de la crisis. El cambio fundamental se produjo con el aumento de los precios que siguió al fin de la pandemia y que, posteriormente, se ha agudizado con la guerra en Ucrania –las contiendas siempre empujan los precios al alza– y la política de sanciones a Rusia que ha trastocado muchas e importantes relaciones comerciales.

Ante una inflación desconocida desde finales de los setenta del siglo pasado, la Reserva Federal de EEUU (Fed) y tras ella los bancos del G7, excepto Japón, optaron por la ortodoxia y comenzaron a subir los tipos de interés. A pesar de la rapidez, las subidas apenas han servido para detener la escala de precios.

Sí ha tenido, sin embargo, otros efectos que la gente ha notado directamente en su bolsillo. En el caso de Hego Euskal Herria, la subida de tipos ha hecho que la cuota de la hipoteca haya llegado a subir hasta seiscientos euros mensuales. A lo que hay que sumar la subida de precios que ha obligado a las familias primero a gastar lo que ahorraron durante la pandemia y más tarde a tirar de otros ahorros. Un aumento del gasto familiar que poco a poco va reduciendo el saldo en la cuenta corriente.

Similares consecuencias ha tenido la escalada de precios y el aumento de los tipos en el balance de muchas empresas que también se han visto obligadas a tirar de su remanente.

Esta reducción del ahorro puede haber mermado el volumen de depósitos en algunos bancos. Además, la subida de intereses tampoco se ha notado en la remuneración de los ahorros, por lo que mucha gente ha decidido invertir en deuda del Estado, como atestiguaban las colas que ha habido en la sede del Banco de España en Bilbo.

La subida de tipos está teniendo, por otro lado, un efecto demoledor en las economías del sur global.

El jefe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Achim Steiner, señaló a principios de marzo que 52 países de todo el mundo están angustiados por el creciente peso de la deuda externa. De ellos, 25 están gastando ya más de una quinta parte de sus ingresos en el servicio de la deuda (pago de intereses y amortizaciones).

El efecto en los bancos

Si los intereses suben, en teoría, a los bancos les debería ir bien. Pero parece que no es así. Una de las razones es que algunos han podido perder una importante porción de sus depósitos, en parte porque la gente y las empresas se han visto obligadas a gastar más por los altos precios y el creciente peso de los intereses, y en parte por las pérdidas en inversiones ruinosas, como las criptomonedas que se desplomaron el año pasado.

Es muy posible que las pérdidas en criptomonedas hayan afectado especialmente a los bancos del sector tecnológico, ya que muchas empresas emergentes han podido estar especulando con criptomonedas. Al menos en el caso de Signature Bank han tenido un peso importante.

Los altos tipos de interés también afectan de otra forma a los bancos, y también a las compañías aseguradoras, como puso de manifiesto el fallido plan de Liz Truss, que disparó el rendimiento de los bonos y obligó al Banco de Inglaterra a una compra masiva.

Por paradójico que pueda parecer, los crecientes tipos de interés están rebajando el valor de los bonos del Estado.

El caso es que bancos y compañías aseguradoras suelen invertir una parte de sus fondos, en algunos casos es una obligación legal, en bonos del Estado. Por paradójico que pueda parecer, los crecientes tipos de interés están rebajando el valor de esas inversiones, especialmente en el caso de los bonos del Estado.

Simplificando mucho la situación es la siguiente. El precio de los bonos del Estado se mueve en dirección contraria a los tipos de interés. Un bono promete pagar una cantidad fija al final del periodo, por ejemplo, 1.000 euros dentro de un año, y el interés es la diferencia entre lo que se paga ahora y lo que se recuperará dentro de un año.

Así, por ejemplo, si la remuneración ronda el 1%, un bono de 1.000 euros ofrecerá 10 euros de beneficio, es decir, que el comprador pagará ahora por el bono 990 euros y dentro de un año tendrá 1.000 y ganará 10, el 1% estipulado. Pero si los tipos suben, por ejemplo, hasta el 4%, ese mismo bono de 1.000 deberá rendir cerca de 40 euros, o lo que es lo mismo, su precio bajará y será ahora de 960. Ese bono habrá perdido más del 3% de su valor.

Si el banco lo mantiene hasta que venza el plazo, recibirá la cantidad estipulada, 1.000 euros y no perderá nada. Pero si necesita efectivo y se ve obligado a venderlo ahora para poder devolver a la gente sus depósitos, solo podrá conseguir 960, es decir, perderá dinero. Eso ha sido básicamente lo que le ha ocurrido a SVB, que ha tenido que vender sus bonos del Estado con pérdidas.

Pero también cambia la valoración de esas inversiones, aunque no se vendan: no valen su valor nominal, 1.000, sino su valor de mercado, 960, con lo que muchos bancos tendría que apuntarse esas pérdidas, lo que les situaría en una posición comprometida.

La decisión de las autoridades

Al saberse que SVB acumulaba importantes pérdidas, la reacción de sus clientes fue la de retirar los fondos que tenían en sus cuentas, ya que solamente están asegurados 250.000 dólares de cada cuenta, lo que exacerbó el problema y amenazó con extenderse a todo el sistema bancario.

De ahí la decisión de las autoridades de intervenir esos bancos para asegurar a los clientes que se devolverán todos los depósitos y que nadie perderá su dinero. Así, el lunes en las oficinas de Signature Bank, que fue intervenido el domingo, la normalidad era la nota predominante.

Tras ese primer paso, las autoridades norteamericanas han intentado dar la impresión de que no hay rescate y han decidido subastar el banco SVB.

Las autoridades han intentado dar la impresión de que no hay rescate y han decidido subastar el banco SVB.

Por otra parte, la filial británica de SVB, que también fue intervenida, fue inmediatamente vendida al banco HSCB por una libra. Pero la Fed también han tomado otra decisión de calado: ha puesto en marcha un programa de financiación bancaria a plazo para dar liquidez a los bancos.

La novedad es que la Reserva Federal dice que aceptará todo tipo de bonos del Tesoro como garantía de los préstamos, y que además lo hará a su valor nominal y no aplicará ningún tipo de recorte.

Sede de la Reserva Federal de EEUU. (Chip SOMODEVILLA | AFP)

Es decir, que va a convertir en dinero los bonos por su valor nominal (los 1.000 del ejemplo del principio) y no por su valor de mercado (960) y además no aplicará recortes, dará un crédito por el 100% de ese valor. Una decisión que, como dice la profesora Daniela Gabor «va en contra de la sabiduría popular: nunca, nunca por el valor nominal».

Baste recordar que en el rescate a Grecia el BCE aplicó un recorte del 50% a los bonos griegos, solamente prestaba la mitad de su valor nominal.

Para entender el alcance del cambio se puede comparar con un crédito hipotecario. Al banco no le suele valer el precio que vaya a pagar el cliente por la vivienda (digamos, el valor nominal) sino que suele hacer su propia valoración (valor de mercado).

Esa tasación, por regla general, suele ser menor que el precio que el cliente va a pagar. Además, el banco no suele dar un crédito por el 100% de su tasación, sino que suele aplicar un recorte de, por ejemplo, el 20% para cubrirse, ya que la garantía puede perder valor con el tiempo.

Al final, el dinero que presta está por debajo de la valoración del banco y todavía mucho más lejos de lo que el cliente pagará por la vivienda.

Ese mismo principio de prudencia regía hasta ahora en las relaciones entre los bancos centrales y los bancos comerciales con el fin de evitar que los bancos privados tomaran excesivos riesgos sabiendo que el banco central cubriría todo.

Pues bien, de momento, ese principio ha quedado congelado, con lo que el programa de liquidez de la Reserva Federal se parece mucho a un rescate encubierto.

Falla el supervisor

Ese rescate camuflado indica que en el mundo real, no en los modelos de los bancos centrales, la subida de tipos puede provocar la insolvencia de los bancos porque los bonos del Estado son una parte importante de sus activos y pierden valor.

Por otro lado, tratar de reducir el dinero en circulación cuando suben los tipos es colocar a todo el sector bancario en peligro, porque los bancos no tiene el dinero en una caja, sino invertido en diferentes activos. Reducir la masa de dinero conlleva inevitablemente que algunos bancos colapsen.

A lo mejor, lo que está fallando es el Estado y todos esos reguladores independientes de ideología neoliberal. La caída de SVB ha hecho saltar la alarma, que apunta a que todas las costuras del sistema económico están crujiendo.