Alessandro Ruta

La retirada de Ibrahimovic, personaje y figura más allá del fútbol

Después del último partido de la temporada del Milán, el delantero sueco ha anunciado que va a colgar las botas a sus casi 42 años. Repasamos su trayectoria, significativa también fuera de lo deportivo.

Zlatan Ibrahimovic, en su despedida en Milán este domingo, dejando «haters» y «fans».
Zlatan Ibrahimovic, en su despedida en Milán este domingo, dejando «haters» y «fans». (Gabriel Bouys | AFP)

Con casi 42 años Zlatan Ibrahimovic finalmente ha colgado las botas. El campeón sueco se despidió este domingo del fútbol profesional en un acto tras el partido de su Milán contra el Verona.

 En un estadio abarrotado de gente, con los compañeros envueltos en lágrimas, Ibra ha anunciado que no va a seguir más. Se cierra de esta manera la carrera, larguísima, de un jugador único, una figura que como pocas ha sabido dividir al público.

Para Zlatan Ibrahimovic se podría utilizar la misma frase de Jean Cocteau sobre Victor Hugo: «Un fou qui se prénait pour Victor Hugo», «Un loco que pensaba ser Victor Hugo». Es decir, un hombre muy seguro de sí mismo, hasta el punto de distorsionar la realidad. ¿Zlatan ha sido un hombre que «creía ser Ibrahimovic»? Probablemente sí, aunque esto no quita nada a más de dos décadas casi siempre al máximo nivel.

Mucho tiempo ha pasado desde que Zlatan, nacido en Malmoe en una familia de migrantes de Bosnia, empezó a llamar la atención en aquel Ajax desbordante en talento pero poco concreto. Ibra tenía unos 20 años y ya habían empezado las comparaciones nada menos que con Marco Van Basten: alto, técnicamente perfecto y ágil, ciertamente se parecía bastante al «cisne» neerlandés, aunque con un carácter mucho más rebelde. Y además jugando en el Ajax, la cuna donde se había criado el tres veces Balón de Oro.

Zlatan siempre ha sido descarado, tanto él como su agente Mino Raiola, que murió el año pasado. Después del Ajax llegó la Juventus de Fabio Capello, donde mostró su talento exagerado y sus toques casi circenses, de malabarista: tacón, regates, remates dignos de un karateka (las artes marciales son otra afición del sueco)... Un jugador capaz de jugar tanto de delantero centro como de mediapunta, ambidiestro y perfecto en el arte de proteger el balón con sus casi dos metros de altura.

El miedo que Ibra infundía en los defensas rivales casi se podía tocar con las manos

En una era donde los roles en el campo todavía eran bastante fijos, Ibra fue un revulsivo, capaz de marcar los ritmos del partido. No siempre lo ha conseguido en los grandes eventos, pero en cualquier caso el miedo que infundía en los defensas rivales se podía casi tocar con las manos.

Los fracasos, por contra, han sido pocos pero muy rotundos, como la temporada en el Barcelona, donde llegó casi a pegarse con Pep Guardiola, que prefería a Messi. Nunca han tenido buenas relaciones, sobre todo porque Ibra en aquellos tiempos no quería otros gallos en sus alrededores.

Solamente un año se quedó el sueco en el Camp Nou antes de marcharse al Milán, quizás el club donde mejor se haya encontrado. Como entrenador, sin duda, su favorito ha sido siempre José Mourinho, probablemente por el hambre ganadora. Los dos coincidieron en el Inter y mas tarde en el Manchester United, en la temporada que acabó con la victoria en la Europa League.

La narración y el legado del mito Ibra

No hace falta recordar todo lo que ha ganado Zlatan allá donde ha jugado. En Italia sobre todo, con Juventus, Inter y, como queda dicho, Milan. En 2012, cuando el Paris Saint-Germain tuvo que elegir un gran jugador para empezar a pensar a lo grande, se fue a por el sueco, que ya tenía fama de divo, hablando de sí en tercera persona.

Desde el punto de vista comunicativo Ibra ha sido único. Nadie como él ha constituido tal narración exagerada en torno a su persona, automitificándose mucho mas allá del campo de fútbol. En esto ha sido extraordinariamente moderno, mucho más que un Cristiano Ronaldo o un Messi, los otros «pesos pesados» de su generación. Zlatan se ha comprometido también para lanzar mensajes a nivel global, por ejemplo contra el racismo, y se ha atrevido en otros contextos como el cine; una de sus últimas experiencias extrafutbolísticas ha sido, por cierto, el papel de Caius Antivirus, centurión romano que pelea contra Asterix y Obelix.

Todo esto siempre fiel a su última versión, mucho más de «mental coach» que de atleta. Siempre muy bien preparado a nivel personal y atento a la alimentación, y al mismo tiempo capaz de impulsar a sus compañeros simplemente gracias a su presencia.

La edad estaba avanzando y parecía ya haberle ganado la partida cuando fichó en 2018 por los Galaxy de Los Angeles. Parecía un anuncio de retirada. Solamente un equipo podía darle la última posibilidad de un baile de alto nivel, y este era el Milán, gracias a las llamadas de Paolo Maldini y Zvonimir Boban, por aquel entonces ambos en la directiva.

Los Angeles Galaxy parecía el retiro, pero aún ha hecho un último «veni vidi vici» en el Milán

La vuelta a San Siro ocurrió justo antes de la pandemia de covid-19, para sacudir a un grupo que estaba de capa caída, en crisis profunda. Como el verdadero Julio Cesar, Ibra hizo un «veni vidi vici», porque gracias a sus goles (antes) y a su presencia puramente carismática (después) los rossoneri consiguieron ganar una liga inesperada, el año pasado. Viendo a este cuarentón siempre en plena forma, los jóvenes han empezado a cambiar de hábitos, sobre todo el portugues Leao, sobre quien el sueco puso su foco particular, estimulándolo.

A la manera de un viejo maestro oriental, incluso en la vestimenta y en el look, ha pasado de fanfarrón de éxito a casi guía espiritual

A la manera de un viejo maestro oriental, incluso en la vestimenta y en el look, el pelo largo y los bigotes finos, Ibra ha pasado de fanfarrón de éxito a casi guía espiritual. Incluso en la selección sueca, donde por ejemplo Isak ha podido aprender algo de él.

Se retira un jugador único, que sin duda tendrá para siempre sus haters y sus fans. Sin sombras de gris, Ibra ha sido blanco o negro, pero al mismo tiempo camaleónico. No un tipo cualquiera, como ha demostrado su despedida, que, esta sí, en el mismo estadio y con el mismo equipo, ha recordado la de Marco Van Basten. «Hoy ha estado lloviendo antes del partido, es evidente que Dios también estaba llorando», ha sido uno de los últimos mensajes de este genio.