Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

China torpedea el estreno de India como actor global desde el G20

India acoge la cumbre del G20 con el optimista lema de «Una tierra, una familia, un porvenir». No obstante, el grupo nunca se ha mostrado más dividido. Como muestra, la ausencia, voluntaria, del presidente chino –junto a la obligada del ruso– y la presencia, en plan salvavidas, del estadounidense.

Dos personas observan un elemento de decoración de la cumbre.
Dos personas observan un elemento de decoración de la cumbre. ( Ludovic Marin | AFP)

El G20, que agrupa a las 19 economías más prósperas del planeta y a la Unión Europea, y que representa el 85% de la economía mundial y dos tercios de su población, afronta una de sus mayores crisis desde que fuera creado en 2008, lo que contrasta con la pujanza del anfitrión de la cumbre anual de este fin de semana, India.

El presidente indio, el panhinduista Narendra Modi, buscaba con este encuentro escenificar la emergencia, económica y geopolítica, de India y se planteó la reciente cumbre de ampliación de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como una etapa de cara a una cita que ha bautizado como «la cumbre de la voz del Sur Global».

El plantón del presidente chino, Xi Jinping, quien no acudirá y delegará en su primer ministro, Li Qiang, es toda una bofetada a un año de esfuerzo indio.

A falta de explicaciones sobre su ausencia, el líder chino marca su prioridad, los BRICS, como palanca geopolítica hacia ese Sur Global, y se alinea con el presidente ruso, Vladimir Putin, ausente obligado, ya que sobre él pesa una orden de detención del TPI de La Haya (acudirá en su lugar el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov).

Asimismo, el plante evidencia las tensas relaciones bilaterales sino-indias. El choque fronterizo y mortal de 2020 en el valle de Galwan escenificó las disputas territoriales de ambos gigantes asiáticos en torno a varias regiones del Himalaya. Días después de que Xi y Modi se reunieran en la cumbre de los BRICS en Johannesburgo (Sudáfrica), Pekín publicaba un mapa oficial en el que se anexionaba territorios que Nueva Delhi considera suyos. En respuesta, India hará coincidir la cumbre con ejercicios militares en la frontera con China.

Pekín también tiene sus agravios y ve con malos ojos la pertenencia de su vecino al Quad, una suerte de OTAN del Pacífico impulsada por EEUU con Japón, Australia e India. Con su economía «al ralentí», China ve, asimismo, con recelo la pujanza de India, nueva «fábrica del mundo» que aspira en 2047 a disputar, también con EEUU, la primacía económica mundial por su ventaja demográfica.

De todos modos, la ausencia de Xi, quien hasta ahora era el líder más asiduo del G27 en su larga década en el poder, supone un baldón para los esfuerzos de India de convertirse en puente entre los países «desarrollados» y el Sur Global, y para surgir de la cumbre como un actor mundial de primer orden.

Paralelamente, socava los planes de EEUU para utilizar el G20 como «principal plataforma de cooperación económica mundial».

El de los 20 ya no es el Grupo que se reunió por primera vez en 2008 para hacer frente a la crisis global y buscar una salida al caos que sacudía especialmente a Occidente, pero también, por rebote, a las emergentes economías del mundo. El enfrentamiento entre las dos grandes potencias –EEUU y China– la respuesta a la emergencia climática y la cuestión de la deuda, entre otros temas, son grandes puntos de fricción.

 El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió ayer del riesgo de conflictos en una «familia global» disfuncional y divisiva.

 

El G20 está fragmentado entre las fuerzas internas; por un lado, al G7 (las siete economías más enriquecidas), o el «Norte Global»; y por otro, la presión de los BRICS (originalmente Brasil, Rusia, la India, China, y Sudáfrica) junto con otros miembros del Sur Global. A ello se suman las pugnas al interior de las economías emergentes.

Y está, cómo no, el tema de Ucrania. Rusia y China se niegan incluso a llamarla guerra y rechazan las sanciones occidentales. India, con históricos lazos con la URSS, y renovados por la sintonía conservadora y esencialista entre Modi y Putin, se niega a sumarse al aislamiento de Rusia que, por otro lado, le suministra hidrocarburos baratos por el bloqueo occidental y ha tratado de desdramatizar la presencia de la geopolítica en esta cumbre y centrarla en la reestructuración de la deuda y en la asimétrica responsabilidad por el cambio climático.

No obstante, realidad obliga y presionada por Occidente, India trabaja en un comunicado final sobre la guerra. Pero Pekín ya ha advertido que ni siquiera acepta el compromiso del G20 del año pasado en Indonesia, cuando se selló un documento conjunto en el que se mencionaba que la mayoría de los países, excepto Rusia y China, condenaba la guerra en Ucrania, pero que coincidían en todo lo demás.

No parece más sencillo un acuerdo en torno al clima, y menos con la ausencia de un Xi que la haría vinculante. Paradójicamente, India y China van al alimón en este tema. Ambos países, cuantitativamente los más contaminantes del planeta (hay que tener en cuenta su gran población), recuerdan la responsabilidad de Occidente, que comenzó a contaminar con la Revolución Industrial, hace dos siglos, en la crisis climática.

Los ministros de Energía del G20 fueron incapaces en julio de consensuar una hoja de ruta para reducir las energías fósiles. Y ni mencionaron el carbón, fuente de energía esencial para India y China.

A ello se suma la resistencia de Rusia y Arabia Saudí, miembro del G20, respecto al abandono progresivo de los combustibles fósiles por temor a que hunda sus economías.

Rusia, despechada, certifica la «agonía» de un G20 que «ha perdido su razón de ser, un foro económico para asuntos globales, para convertirse en un foro político que intenta ser dominado por Occidente».

Los EEUU de Joe Biden, presente en la cumbre, intentarán aprovechar esas ausencias para reforzar un tocado G20 por contraposición a los BRICS. Y para atraer a India, «la mayor democracia del mundo» y una posible palanca en su rivalidad con Rusia.

Para ello, no dudan en pasar de rondón sobre el proyecto panhindú y excluyente que Modi impulsa para India, incluso entre rumores de que planea cambiar de nombre al país por el sánscrito Bahrat. E incluso en contemporizar con la salomónica posición india respecto a Ucrania, que podría ser útil en un hipotético escenario negociador.

Así las cosas, y más allá de cálculos geopolíticos, poco se espera de la cumbre. Al margen de invitar a su seno a la Unión Africana, aspiración de India que la UE, en un guiño occidental, ha hecho suya.