Àlex Romaguera

Una multitud pide unidad para lograr la amnistía y la autodeterminación

Miles de personas se manifestaron en la Diada para exigir que ERC y Junts aprovechen la coyuntura y exijan a Pedro Sánchez el fin de la represión y un referéndum vinculante que permita al pueblo catalán decidir su futuro político.

Miles de personas en la manifestación con motivo de la Diada.
Miles de personas en la manifestación con motivo de la Diada. (Pau BARRENA | AFP)

«La amnistía es una autoenmienda del Estado y el independentismo tiene ahora la oportunidad de buscar vías de resolución del conflicto. Instamos a nuestros representantes a estar a la altura del momento». Con estas palabras, dirigidas a ERC y Junts, el presidente de Òmnium Cultural, Xavier Antich, terminaba su discurso matinal frente al monumento a Rafael Casanova, símbolo de la resistencia de aquella Barcelona sitiada por las tropas de Felipe V en 1714. Eran los preliminares de una Diada en la que las entidades soberanistas alzaron la voz para reclamar que ambas formaciones con representación en el Congreso español aprovechen la aritmética surgida de las elecciones del 23 de julio para forzar al PSOE a abrir la carpeta de la amnistía y la posibilidad de que Catalunya ejerza el derecho a decidir. 

Esta doble demanda acaparó los discursos de la jornada, en particular durante la marcha que, mediante cuatro columnas, colapsó los puntos cardinales de la ciudad que simbolizaron los cuatro ejes de la causa catalana: Llengua, Sobirania, Llibertat y País. La movilización, convocada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), acabó llenando la plaza de España (rebautizada como plaza 1 de octubre), confirmando la apuesta de la sociedad civil por abrir esa ventana de oportunidades que ofrece la negociación con Pedro Sánchez. Con el fin de aunar fuerzas, las plataformas soberanistas han articulado el denominado Pacte Nacional del Moviment Civil per la Independència, en cuyo seno se agrupan, además de Òmnium y la ANC, el Consell de la República, la Assemblea de Municipis per la Independencia (AMI) y la Intersindical-CSC.

Este nuevo espacio, afirmaba hace días el veterano escritor y activista Julià de Jòdar, «tiene que realzar el poder de la gente para cambiar la correlación de fuerzas y recordar que la nación prima por delante de diálogos, tratos y acuerdos puntuales». Una opinión que también compartieron los diferentes oradores de la marcha, los cuales hicieron hincapié en que solo la movilización puede arrastrar a ERC y Junts a trazar una estrategia conjunta que obligue al futuro ejecutivo español a promulgar una Ley de amnistía y a convocar, en un período razonable de tiempo, un referéndum de independencia avalado por la comunidad internacional.

«Queremos la independencia y la queremos hacerla efectiva; y eso lo conseguiremos si la gente sale a la calle», indicó Dolors Feliu, presidenta de la ANC. En este sentido, la entidad independentista ya está trabajando para confeccionar una Llista Cívica que se presentaría al terminar la legislatura en Catalunya, prevista para 2025, si las negociaciones en Madrid no prosperan ni las tres formaciones independentistas con representación en el Parlament (ERC, Junts y CUP) no hacen valer su mayoría en él (52% de sufragios y 74 de 135 diputados) para levantar la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), suspendida tras el referéndum celebrado en otoño de 2017. 

Invitaciones y reproches cruzados

En esta atmósfera de emplazamiento a los partidos, ERC y Junts recogieron el guante y, en sus respectivas declaraciones, admitieron la necesidad de fijar acuerdos para encarrilar con garantías las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez. Pero, pese a esta mutua apelación, unos y otros reivindicaron su papel determinante en el actual escenario político. Así, mientras que los republicanos reiteraron que la Mesa de diálogo y el apoyo a Sánchez en los pasados presupuestos ha permitido «desbrozar el camino» para un eventual acuerdo que resuelva el conflicto, Junts alardeó de que el protagonismo que ha adquirido Puigdemont tras la reunión que celebró con Yolanda Díaz el pasado día 5 en Bruselas ha servido para reforzar la posición catalana en vistas a la negociación para la investidura.

También, en una muestra de rivalidad, ERC reprochó al expresidente en el exilio que se hubiera instalado en el inmovilismo con el «discurso mágico de la confrontación». En su turno, el secretario general de Junts, Jordi Turull, recriminó a Pere Aragonés que intentara liderar en solitario una Mesa de diálogo que, más allá de los indultos y algunas transferencias menores, no ha cosechado ningún logro importante para avanzar en el autogobierno ni dar una salida democrática al contencioso.

Al margen de este rifirrafe, la Diada de este año mostró nuevamente la fuerza del movimiento para reponerse a la desilusión y, esta vez con más determinación, coger las riendas para que la ventana abierta el mes de julio conduzca Catalunya a lograr la amnistía y ejercer el derecho a decidir, dos caras de la misma moneda.