Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA

Mensajes desde Gaza: «Estamos gritando al mundo en todos los idiomas y nadie hace caso»

«Hay que diferenciar entre una vida normal y una vida palestina», resalta Mohamed Farajallah, nacido en Cisjordania y residente en Euskal Herria. Su voz se une a la de Bárbara Ruiz (UNRWA), Mónica Alonso (Mundubat) y el periodista Xabier Madariaga para denunciar la agresión israelí.

De izquierda a derecha, Mohamed Farajallah, Mónica Alonso, Bárbara Ruiz y Xabier Madariaga en la mesa redonda que se celebró el martes en el museo San Telmo de Donostia.
De izquierda a derecha, Mohamed Farajallah, Mónica Alonso, Bárbara Ruiz y Xabier Madariaga en la mesa redonda que se celebró el martes en el museo San Telmo de Donostia. (Andoni CANELLADA | FOKU)

Mohamed Farajallah, activista palestino residente en Euskal Herria desde hace nueve años; Bárbara Ruiz, representante de UNRWA en la CAV; Mónica Alonso, de la Fundación Mundubat; y el periodista y excorresponsal de EiTB en Jerusalén Xabier Madariaga han unido sus voces en una mesa redonda organizada por la Coordinadora de ONGD de Desarrollo de Euskadi, que agrupa a 83 entidades, para denunciar la agresión israelí a la Franja de Gaza.

Desde su vivencia como niño, joven y adulto, Farajallah, nacido en Cisjordania con familia en este territorio ocupado y en Gaza, subraya que «lo primero que debemos de hacer es diferenciar entre una vida normal y una vida palestina. Lo que yo he vivido, lo han vivido todos los palestinos».

Farajallah: «Nos hemos convertido en expertos en materiales de guerra»

Al año de nacer, estalló la primera Intifada en 1987, «piedras contra tanques». «El sonido de la guerra me acompañó en mis primeros nueve años de vida. En 1993, un primo de unos 13 años fue a una manifestación después de la oración del viernes. Un soldado tiró una bomba en medio de la movilización que alcanzó a mi primo y a dos amigos. Fue entonces cuando empecé a tomar conciencia de la guerra. A esa edad lo que un niño debe escuchar es ‘vamos al parque a jugar’. Sin embargo, lo que escucha un niño palestino es ‘no salgas, hay controles…’ Nos hemos convertido en expertos en materiales de guerra, en diferenciar el sonido de los misiles, de los helicópteros Apache, en tanques».

«Un conflicto es el que tienes con tu vecino o con tu compañero de trabajo. Lo que nosotros vivimos es ocupación, que empezó en 1948, no ahora. No podemos ver la película desde el final. A diario nos enfrentamos a un enemigo que quiere echarnos de nuestra casa. Si no puede hacerlo, te mata».

Madariaga: «Los dos grandes argumentos del antisemitismo y de la seguridad son los que dan carta blanca»

A este respecto, Madariaga, quien llegó a Jerusalén en 2003 en plena segunda Intifada, comenta que «esto que dice Mohamed no es una impresión personal. Está escrito en la propia Constitución de Israel. Cuando dice Estado judío, literalmente, palestinos como Mohamed y todas esas vidas que está describiendo, son ciudadanos de segunda, tercera, cuarta y quinta categoría. No es lo mismo vivir en Jerusalén Este, que es un poco más privilegiado, que en Haifa, Ramallah, Hebrón, Nablús o Gaza, que es lo último de lo último».

«Para Israel, esto que estamos haciendo aquí –en alusión a la mesa redonda– muy probablemente es antisemitismo, pero no, esto no es antisemitismo. Los dos grandes argumentos del antisemitismo y de la seguridad son los que dan carta blanca a un Estado judío que hace lo que hace».

Ha recordado a los 39 periodistas muertos durante esta ofensiva, de ellos 34 palestinos, 4 israelíes y uno libanés. «Vivir en la cárcel más grande del mundo no es nada atractivo para absolutamente nadie, con lo cual los grandes medios acaban cubriendo lo que ocurre con periodistas palestinos locales. Esos son los verdaderos héroes que nos están contando lo que está pasando. Gernika tuvo a su George Steer; en Gaza tenemos a muchos periodistas palestinos que están muriendo. Al resto de medios, nos toca cubrirlo desde la barrera».

Alonso (UNRWA): «La impotencia es tremenda»

Esta ofensiva es también la más mortífera para la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), que ya ha perdido a 102 trabajadores humanitarios.

«En Gaza somos la mayor operación humanitaria. Llevamos allí presentes tres décadas. El 91% de nuestro personal es palestino. Principalmente, nuestra labor es dar educación, servicios sociales y salud a un 1,7 millones de personas refugiadas de una población de 2,2 millones. Desde el 7 de octubre, 720.000 gazatíes se refugian en 150 instalaciones de la Agencia en condiciones de completo hacinamiento. La entrada de ayuda es una gota en el océano. No hay criterio y es un proceso muy lento e inseguro», subraya Bárbara Ruiz, delegada de UNRWA en la CAV.

«La impotencia es tremenda. 1,6 millones de personas se han tenido que ir a la zona media y sur de la Franja sin tener la seguridad de que lo que les espera en el sur sea mejor, porque no hay lugar seguro ni que no esté siendo bombardeado. Los corredores humanitarios entre el norte y sur no son seguros y no todos pueden recorrer esos 45 kilómetros a pie. No se está cumpliendo el Derecho Internacional Humanitario», incide.



Critica que ante el llamamiento de emergencia que ha hecho la Agencia para recaudar «de aquí al 31 de diciembre 481 millones de dólares para cubrir únicamente necesidades básicas, solo hemos conseguido hasta la fecha el 27% de los fondos».

Lamenta también que «no haya suficiente presión internacional» para un alto el fuego. Ante la pregunta de la periodista y moderadora de la mesa redonda África Baeta sobre a qué se debe esa falta de respuesta, Ruiz señala que «como Agencia humanitaria no nos corresponde enjuiciar, sino seguir presionando para que haya un alto el fuego porque la situación es catastrófica y lo que estamos presenciando es terrible. Lo estamos viendo todos en directo. Sin embargo, en Gaza la sensación de abandono y de desespero es muy profunda».

Alonso (Mundubat): La criminalización y persecución de la sociedad civil palestina

Desde Mundubat, organización que lleva 25 años trabajando en los territorios palestinos, Alonso ha incidido en la persecución y criminalización que sufren las organizaciones de la sociedad civil palestina y los permanentes intentos por cortar sus fuentes de financiación. Quiso poner en valor el trabajo que realizan en un contexto de represión total. «Ellas son nuestros oídos».

En lo que respecta a la respuesta internacional, destaca «la ruptura entre la actitud tibia de los gobiernos, cuando no de respaldo al derecho de Israel a defenderse, y de la sociedad civil, que se está movilizando, como lo estamos viendo aquí en Euskal Herria, y demanda a los gobiernos que estén a la altura».

«Es cierto que ha quedado un desfase entre la sociedad civil y las instituciones –añade Madariaga–. Lamentablemente, las Moncloas, Elíseos, Ajurias Eneas no los gana la causa palestina, pero la Casa Blanca si la gana la cuestión israelí».

En cuanto a cómo está viviendo desde el exterior lo que está ocurriendo en Gaza, Farajallah asegura que preferiría estar allí. «Viví la primera Intifada, la segunda, la guerra de 2008, la de 2014. Todo eso lo viví con mis propios ojos, pero al lado de mi familia y de mi gente. Ahora tengo el doble de miedo. Estamos lejos. Les mandas un mensaje a un familiar y no te contesta durante 12 o 24 horas. Durante este tiempo no sabes si está vivo o muerto. En Cisjordania, cada pueblo está cortado. Los colonos y soldados están apostados en todas las carreteras. Desde el 7 de octubre han matado a 150 palestinos en Cisjordania y han detenido a 2.600. No puedo explicar con palabras el miedo que siento. Si te digo que preferiría estar ahí, no miento. Comemos y dormimos lo justo, estamos todo el día con el móvil en la mano, estamos atentos a las noticias cada minuto, pero no es suficiente».

«Esto no es de hoy, ni de ayer. Esto lo han vivido mis abuelos, mis padres, lo he vivido yo y en el futuro igual mis hijos».

«¿Por qué una madre tiene que mirar los cuerpos desmembrados de sus hijos?»

Farajallah lanza una dura pregunta: «¿Por qué una madre tiene que mirar los cuerpos desmembrados de sus hijos y tiene que ir juntando un dedo, un trozo de velo, una pierna? ¿Por qué tenemos que ver a un niño llorando en una esquina preguntando dónde esta familia sin saber que todos ellos han fallecido?».

«Hablo con mi amigo y le pregunto en qué le puedo ayudar. Me dice que no necesita comida ni ropa, solo quiere que pare todo esto. Llamo a mi primo y le pregunto por el bombardeo. Ni un sicólogo podría entender su respuesta: Gracias a Dios solo han muerto dos. Está feliz porque solo han muerto dos. Julia, de tres años, estaba bailando con su madre cuando un bombardeo mató a toda su familia. Solo ella se salvó. ¿Esto es normal? No. Todos los palestinos estamos traumados, no hemos tenido una vida normal. Tu vida normal es mi sueño. Lo mínimo que tienes tú, para mí es imposible lograrlo. Estamos gritando al mundo en todos los idiomas y nadie hace caso».