Aritz Intxusta
Redactor de actualidad
Elkarrizketa
Nadia Ahesbi y Lamyae Azouz
Trabajadoras textiles

«Tejo para Zara y Mango en talleres clandestinos, cobro al mes lo que cuesta una sola prenda»

En sus más de 300 fábricas oficiales y en los talleres clandestinos de Tánger trabajan unas 180.000 mujeres. Más del 60% no alcanzan el salario mínimo del país. La mayoría carece cobertura sanitaria y tampoco cotiza. Entrevistamos a dos de esas obreras del textil.

Azouz defensora de los DDHH en Tánger y Ahesbi, obrera del textil.
Azouz defensora de los DDHH en Tánger y Ahesbi, obrera del textil. (Iñigo URIZ | FOKU)

En una mesa en el interior de la tienda de comercio justo de Setem, en la Plaza Mercaderes, aguardan Nadia Ahesbi, trabajadora del textil de Tánger, y Lamyae Azouz, defensora de los derechos de estas obreras desde la asociación Attawassoul. Fátima Lansari ejercerá de traductora en este encuentro. 

¿Cuándo empezó a trabajar para la para el texto para la industria textil, Nadia?

Nadia Ahesbi:  Empecé con 18 años y pronto empecé en costura. En 2016 entré en la empresa Espamatex, donde estuve durante seis años. Me despidieron estando embarazada. En aquella fábrica no había elementos de seguridad ni de prevención de riesgos. No teníamos siquiera una zona donde descansar. Las embarazadas no tienen derecho a nada. Y las mujeres con hijos no tienen posibilidad de darles leche. No puedes alimentar al bebé en la fábrica y tampoco te dejan salir. Como mínimo había que estar las ocho horas, pero los pedidos eran muchos, trabajábamos obligatoriamente más. Da igual qué te ocurra, no te dejan salir antes. Los jefes y encargados nos metían mucha presión. Si pides algo, corres el riesgo de que tomen represalias. 

¿Como cuáles?

N.A: Después de quedar embarazada y reclamar mis derechos a los de arriba, se vengaron. Me quitaron del puesto donde estaba y me llevaron a uno peor. Estaba junto a la puerta, que se quedaba abierta y era invierno. Tenía que trabajar las nueve horas de pie. Sufrí acoso sicológico y verbal. Tuve una hemorragia. Pedí sentarme y me lo negaron. Solicité que me viera un médico o que me llevaran a uno. No vino la ambulancia ni llamaron a nadie. Tuve que ir yo sola, al terminar la jornada, y pagármelo. 

¿Los encargados eran hombres? 

N. A.: En esta empresa sí, todos. Se daban situaciones de acoso sexual a las más jóvenes, les intentaban forzar a hacer ciertas cosas. Las mujeres en Tánger tienen peores puestos y muchísima más carga de trabajo, además de ningún derecho. Existen leyes, pero cuando me echaron embarazada no las cumplieron. Mi jefe no nos cotizaba y éramos más de 400. Lo pasé sicológicamente muy mal.

«Me echaron embarazada y pasé a talleres clandestinos. Cobro todo en negro. Si trabajas, te pagan. Si no, no»

Estaba apoyando a mi pareja para poder afrontar los gastos, pero me quedé sin trabajo de repente. Embarazada nadie te contrata. Pasé a talleres clandestinos, a bajeras, donde ahora coso de madrugada. Cobro todo en negro. Si trabajas te pagan y si no, no.

¿Para qué marcas trabajaba?

N. A.:  Mango, Zara... Para Inditex. 

¿Y cuánto le pagaban?

N. A.: Cuando estaba en Espamatex el máximo eran 15 dirhams la hora [1,4 euros al cambio]. Depende del puesto y la máquina. En los talleres de las bajeras, algo menos, aunque no mucho. Fabrico prendas que valen más de lo que me gano en un mes. Tenemos que producir unas 49 prendas a la hora. 

¿Qué tipo de prendas cose?

N. A.: De todo. Pantalones, camisetas, jerseys, chaquetas...

Nadia Ahesbi, en la tienda de comercio justo de Setem. (Iñigo URIZ/FOKU)

Me ha dicho que empezó con 18 años. ¿Ha visto a menores en esas fábricas?

N. A.:  Sí. Hay trabajadoras de 14 años y menos. Es bastante normal. Cuando había visita de los clientes, los jefes les decían que no vinieran ese día a trabajar y ya está. En verano, con las vacaciones escolares, es cuando más se nota. Les pagan menos. Cinco dirhams la hora. 

Lamyae Azouz: La explotación de menores está documentada. Nuestra asociación tiene informes.  Los menores llegan para sacarse un poco de dinero. Y ya está. No hay contrato. En la tragedia del 8 de febrero murieron dos niñas. Eran hermanas. 

¿Qué ocurrió aquel 9 de febrero?

L. A: En 2021, uno de los talleres como en los que trabaja Nadia, un sótano, se inundó a causa de la lluvia. El sitio era reducido y había 28 personas dentro. Demasiadas. Como no hay seguridad y todo está lleno de cables, es imposible salir de allí. Te enganchas. Se ahogaron todos. 

No dejo de pensar en las agresiones sexuales que me ha comentado antes.

N. A.: Empezamos a notar que aumentaban las situaciones de acoso cuando cambió el propietario. De manos de un español cambió a un marroquí que, a su vez, sustituyó a todos los encargados. Los nuevos comenzaron a hacerlo. Iban a las mujeres más jóvenes y les pedían el número, les decían qué guapa eres, se rozaban con ellas y lanzaban comentarios. Intentábamos denunciarlo a los de arriba, pero no servía de nada. Nos decían que eran señores casados y con hijos, que tenía que ser mentira, que eran imaginaciones nuestras. 

En el taller en el que estoy ahora, personalmente, no he sufrido acoso. Pero veo qué les pasa a las más jóvenes. Trabajando en negro es peor. En ocasiones tenemos que pasar toda la noche en el taller y son situaciones más peligrosas para eso. No tengo constancia de violaciones, pero pasan cosas. Se ve. 

Tampoco el haber sido violada será sencillo de denunciar.

L. A.: Sigue siendo tabú. Piensa que, muchas veces, una chica que decide trabajar lo comenta con su familia, que le da el permiso. Hay horarios que suponen salir a las tres o a la seis de la mañana, lo que implica un riesgo de agresión. Después de haberles convencido, decir que te han violado es difícil. Tu familia te puede repudiar. Es normal que las chicas lo que hagan es quedarse eso dentro y aguantar para no perder el trabajo y tratar de sacar de su vida adelante.

En nuestra asociación hicimos un trabajo que indicaba que de cada diez trabajadoras, ocho habían sido objeto de acoso sexual y, en muchas ocasiones, se consumó la violación. Las mujeres que han llegado a Marruecos desde otros países son las más vulnerables, porque suelen compartir habitación y los jefes las invitan a limpiarles la casa. No pueden negarse. En ese entorno nos hemos encontrado gran parte de las violaciones. 

Lamyae dirige Attawasoul, asociación que defiende a las obreras del textil. (Iñigo URIZ/FOKU)

¿Cómo de importantes es para una mujer en su país tener cierta independencia económica?

L. A.: La cultura ahí es distinta. Estamos acostumbrados a vivir en familia. Creces con tu familia y siendo hija vives con tus padres. Luego ya, cuando te casas, vives con tu pareja. No es habitual que te vayas a vivir sola como aquí en Europa. Las mujeres que trabajan luego no tienen autonomía sobre ese dinero. Si viven con sus padres, lo gestionará la familia. Si tienen marido, lo más probable es que se lo entreguen a él. 

N. A: Empecé a trabajar para ayudar en casa, a mi familia ya a mi pareja. Un hombre no puede pagar todos los gastos: la escuela, comer... Si yo quiero que mis hijos tengan cosas, tengo que trabajar. Hay que aguantar por el futuro de la familia. 

L. A.: Las mujeres sufren de una sobrecarga de tareas. Después de trabajar tiene que encargarse de toda la casa. Igual al llegar tienen que prepararle la cena al marido que no ha pegado golpe en todo el día.

Pero en su cultura, sí que existe el divorcio y la mujer puede tomar la iniciativa. ¿Disponer de unos ingresos no les sirve para poder escapar de un marido maltratador?

L. A: Las mujeres están atacadas en cualquier sector: en casa, fuera de casa, en el trabajo y en la calle. Divorciarte da mala imagen ante la sociedad y el riesgo de abuso sexual se multiplica. Tener un trabajo no te va a permitir dejar a tu pareja. Mucho menos, cuando tienes hijos. Vas a tener que pelear por la custodia y el padre no les va a pasar una pensión, ni mucho menos. Ninguna ley te ampara. Las mujeres aguantan que les peguen.

«Divorciarte da mala imagen y el riesgo de abuso sexual se multiplica. Tener un trabajo no te va a permitir dejar a tu pareja»

N. A.: Sé de un caso de una mujer que se divorció y se quedó sola Tenía que trabajar desde las dos de la mañana hasta las cinco de la tarde. Tenía un niño pequeño. ¿Sabes qué tenía que hacer durante esas horas? Lo dejaba atado con un poco de comida cerca en unas condiciones nefastas. Todas esas horas con el mismo pañal... Y las viudas pasan por situaciones parecidas. 

¿De qué forma tomar conciencia de su situación en la que se producen las prendas que vestimos puede ayudarlas?

L. A: Esto tiene que conocerse para que las compañías que venden la ropa se sientan presionadas. Espamatex, la empresa en la que trabajaba Nadia, echó a la calle a más de 400 trabajadoras sin indemnizarlas. A la calle y ya está. Mango y Zara pueden presionar para que les paguen los atrasos y lo que les corresponde. La Tragedia del 8 de febrero se hubiera olvidado si no la siguiéramos contando. Estamos aquí para que se sepa, porque es importante que se sepa. ¿Cómo cambiará si no se sabe?