Mussa'ab Bashir Alazaiza

Irán e Israel: entre ping-pong y ajedrez

El edificio de la sección consular de la Embajada iraní en Damasco fue destrozado en el bombardeo al general Mohammad Reza Zahedi y el régimen iraní ha tenido que responder de manera relativamente distinta a sus respuestas habituales a los ataques del régimen sionista. Pero sin cambio categórico.

Una soldado israelí junto a uno de los misiles balísticos iraníes caídos en Israel.
Una soldado israelí junto a uno de los misiles balísticos iraníes caídos en Israel. (Gil COHEN MAGEN | AFP)

Desde la creación del régimen teocrático llamado República Islámica, tras la revolución islámica de 1979, Irán se ha convertido en país enemigo de Israel. El imam Jomeini, líder del régimen recién creado, declaró el último viernes del mes de Ramadán “Dia internacional de Jerusalén” y calificó a Israel de «tumor maligno que hay que erradicar».

La República Islámica de Irán se comprometió desde entonces a «liberar» Palestina, que contiene el tercer lugar más sagrado para los musulmanes. Los primeros núcleos del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (GRI) fueron entrenados por facciones de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y desde 1979 hasta 1981 los guardaespaldas de Jomeini fueron combatientes palestinos de la escolta del líder de la OLP Yasser Arafat. El propio Arafat acudió a Teherán al primer acto de celebración tras el derrocamiento de la monarquía del sha, que era amigo de Israel.

A pesar de todo eso, el régimen iraní no dio apoyo concreto a la OLP. Tampoco su enemistad –real, verdadera–  con el régimen sionista le impidió conseguir armas estadounidenses vía Israel para seguir luchando contra el régimen del dictador de Irak, Saddam Hussein, a cambio de liberar rehenes estadounidenses en Líbano, durante el mandato de Ronald Reagan.


Los cambios en la escena palestina y árabe han servido a ambos regímenes para tejer nuevas alianzas y usar nuevos agentes.

 

El apoyo militar iraní empezó a llegar a las facciones palestinas islamistas en los años noventa, en forma de entrenamiento, asesoramiento y material. Irán empezó a tener presencia en Líbano desde los años ochenta –en plena guerra civil– a través de las organizaciones chiíes Amal, que era enemiga de la OLP, y luego Hizbulah, que fue una disidencia de Amal y que tomó el relevo del Partido Comunista Libanes y continuó la lucha para liberar los territorios libaneses ocupados por Israel, con el apoyo iraní.

El régimen sionista de Israel considera el régimen iraní un peligro existencial y enemigo directo. Lo que significa que en el plano político y militar ambos regímenes están en estado de guerra desde hace 45 años.

Motivo de guerra no es sinónimo de guerra. La continuación de la ocupación israelí de las granjas libanesas de la Shabaa (una franja de 200 kilómetros cuadrados, según las estimaciones libanesas) ha sido siempre una causa de tensión e intercambio de fuego entre Hizbulah y el Ejército israelí en el sur de Líbano.

La situación estalló en julio de 2006 tras la captura de tres soldados israelíes por parte de Hizbulah, que aseguró que murieron por sus heridas.

Por su parte, el régimen israelí empezó a partir de los años 2000 a importar de Alemania submarinos de clase Dolphin capaces de lanzar misiles nucleares. Frente a esta amenaza estratégica, el régimen iraní aceleró sus programas de misiles balísticos, de misiles de crucero y de drones.

Hizbulah, que cuenta con tecnología iraní, empezó desde 2004 a enviar drones de reconocimiento sobre Israel. Irán, por su parte, es una potencia en vehículos aéreos no tripulados, ya que empezó a desarrollarlos y fabricarlos en la segunda mitad de los años ochenta.

El régimen sionista comenzó desde 2007 una serie de ejecuciones extrajudiciales de científicos y oficiales iraníes involucrados en los ámbitos de Investigación y Desarrollo, industria y en el programa nuclear del país persa.

 

La República Islámica tenía inevitablemente que reaccionar por razones muy obvias, pero sin cambiar las reglas del juego, ya que mantener su continuidad, seguridad e intereses vale más que sacrificarse por el pueblo palestino.

 

Los cambios en la escena palestina y árabe han servido a ambos regímenes para tejer nuevas alianzas y usar nuevos agentes. El régimen sionista de Israel mejoró sus relaciones no declaradas con las monarquías de los países árabes en el golfo Pérsico (excepto Kuwait), y el régimen iraní trasladó armas y tecnologías de drones y de medidas de guerra electrónica a Hamas y al movimiento de la Yihad Islámica en Palestina, a Hizbulah en Líbano, a las milicias chiíes en Irak y a las milicias huthíes en Yemen.

La guerra civil en Siria se convirtió en guerra mundial a pequeña escala, que el régimen de los ayatolás aprovechó para establecer zonas industriales y bases militares en el país árabe, rico en recursos naturales, acercándose cada vez más a las fronteras de la Palestina ocupada, que está en manos del régimen sionista.

Ante esta amenaza, Israel lanza frecuentemente ataques aéreos que acabaron con lotes de armas que llegan de Irán a Hizbulah, con fábricas de drones en Siria, y con la vida de altos comandantes del CGRI, como el general de brigada Reza Musavi, quien era el responsable del suministro de aquellas, o el general de brigada Sadegh Omidzadeh, quien fue el comandante del servicio secreto del CGRI en Siria. En sus ataques, Israel ha matado a muchos asesores, cuadros técnicos y militares iraníes.

En respuesta a cada ataque, las tropas iraníes replicaban con olas de drones, lanzamientos de morteros y de cohetes, o con ataques electrónicos y cibernéticos contra objetivos militares o estratégicos dentro de Israel. Destaca el derribo de un caza F16 israelí en 2018 tras varios ataques mortíferos contras bases iraníes cerca de Damasco. El misil que derribó el caza israelí fue un S200 soviético, modernizado con sistema de guiado iraní –tras obtener la luz verde rusa–.

Lo mismo se aplica al momento caliente actual. El régimen iraní quiere protegerse de un régimen israelí desarrollado tecnológicamente y que cuenta con un apoyo ilimitado por parte de Estados Unidos. Al mismo tiempo, Teherán quiere proteger sus intereses económicos y políticos en Siria, Líbano, Irak y Yemen. Con este fin el régimen iraní emplea su tecnología armamentística y prueba también nuevas armas y tecnologías que está desarrollando. No hay nada como las condiciones de guerra real para probarlas (lo mismo que hace el régimen israelí en Palestina).

 

El régimen israelí sabe que no puede ir contra las prioridades de la Administración estadounidense, que mira hacia China y Rusia, y que no quiere una guerra regional no rentable.

 

Según el investigador e historiador de aviación israelí Nitsan Saden, los huthíes lanzaron desde Yemen drones el día 7 de octubre, pero fueron derribados en el mar Rojo por el buque de asalto anfibio estadounidense USS Bataan.

Esta información, en caso de que sea verificada por fuentes oficiales, confirmaría que el régimen iraní ha puesto en prueba una serie de medidas de combate, ya que Hamas y la Yihad Islámica en Gaza utilizaron sistemas iraníes de guerra electrónica y cibernética que paralizaron los sistemas de alerta temprana israelíes, además de drones de tecnología iraní.

El hecho de que el régimen iraní no diera luz verde a sus tropas en Siria para que ataquen a Israel, o para que ayuden a las facciones palestinas en la Franja de Gaza, indica que los ayatolás no quieren aumentar el nivel de enfrentamiento para que la respuesta israelí no llegue a su territorio, o al menos no sea destructiva dentro de Irán.

Al mismo tiempo, el hecho de que Hizbulah no haya lanzado ningún ataque terrestre contra Israel para bajar la presión sobre Gaza, indica que sus cálculos internos, y su relación orgánica con el régimen de Teherán, lo impiden. Aun así, todos los días surgen informaciones de que la milicia chií libanesa anuncia ataques a sitios y puestos israelíes «con las armas adecuadas», sin más especificaciones. Lo que confirma que el objetivo es probar nuevas armas y tecnologías iraníes.

Batería del sistema antimisiles israelí Cúpula de Hierro, en Jerusalén. (Menahem KAHANA/AFP)

El régimen iraní envió mensajes claros a Israel y a su padrino Estados Unidos de qué iba a atacar y cómo: eEl CGRI lanzó drones y misiles de crucero. Son objetos subsónicos que necesitan entre 4 y 6 horas para llegar al espacio aéreo israelí. Además, la declaración inmediata con imágenes del lanzamiento contradice la norma básica del ataque militar: el disimulo y la sorpresa.

El ataque fue bloqueado gracias al apoyo militar de Estados Unidos principalmente.
Según la radio del Ejército israelí, el presidente estadounidense, Joe Biden, ha exigido de Netanyahu los planes de respuesta israelí, y dejó claro que su Administración no está a favor de más escalada.

El régimen iraní sabe que Estados Unidos está para proteger Israel y sabe que un golpe fuerte por su parte tendrá consecutivas nefastas. El régimen israelí sabe que no puede ir contra las prioridades de la Administración estadounidense, que mira hacia China y Rusia, y que no quiere una guerra regional no rentable.

A Netanyahu, las fanfarronadas de guerra le vienen bien, pararon las manifestaciones en su contra. Al otro lado, el régimen de los ayatolás dice, sin pruebas, que ha «destrozado la base aérea de donde salió el ataque» contra su consulado, dejando entender que se cierra ese capítulo.

La República Islámica tenía inevitablemente que reaccionar por razones muy obvias, pero sin cambiar las reglas del juego, ya que mantener su continuidad, seguridad e intereses vale más que sacrificarse por el pueblo palestino o las facciones palestinas.

El régimen sionista tendrá que responder, probablemente en Siria, pero no puede ir más allá, ya que necesita más municiones de Estados Unidos para seguir con la matanza en la Franja de Gaza.
Los regímenes israelí e iraní entienden muy bien el “Arte de la guerra” de Sun Tzu, y sus consejos: «Las consideraciones de la persona inteligente siempre incluyen analizar objetivamente el beneficio y el daño. Cuando considera el beneficio, su acción se expande; cuando considera el daño, sus problemas pueden resolverse. El beneficio y el daño son interdependientes».