Jose Oliva/Efe

Dag Hammarskjöld, el secretario general de la ONU que murió por defender la paz en el Congo

El actor Mikael Persbrandt encarna al que fuera secretario general de la ONU entre 1953 y 1961 en la película ‘Hammarskjöld. Lucha por la paz’, en la que se plantea que fue víctima de un complot al estrellar el avión en el que viajaba para resolver un conflicto en la República Democrática del Congo.

El actor sueco Mikael Persbrandt encarna en la película a Dag Hammarskjöld, secretario general de la ONU entre 1953 y 1961.
El actor sueco Mikael Persbrandt encarna en la película a Dag Hammarskjöld, secretario general de la ONU entre 1953 y 1961. (NORDISK FILM)

La posibilidad de que el secretario general de la ONU entre 1953 y 1961 muriera víctima de un complot, con la connivencia de Bélgica, EEUU y Gran Bretaña, cuando intentaba resolver un conflicto en la recién creada República Democrática del Congo es la tesis que se sostiene en la película ‘Hammarskjöld. Lucha por la paz’, protagonizada por el actor sueco Mikael Persbrandt.

La cinta, que ha sido presentada en el festival BCN Film Fest, cuenta con la dirección del danés Per Fly, director de la reputada serie ‘Borgen’.

En una entrevista con Efe, Persbrandt ha explicado que estuvo en el proyecto desde el principio –«fueron casi cuatro años para ver cómo se planteaba el personaje»– y añade que el principal reto fue «hacer un ser humano a partir de un superhéroe, que había hecho tantas cosas buenas por la humanidad».

Avanzado a su tiempo, pero al mismo tiempo desconocido u olvidado para la gente de la calle, Dag Hammarskjöld es, según el actor, todavía «un ejemplo paradigmático de diplomático brillante, que sigue siendo estudiado por la política».

«Es lo que pasó»

Aunque las primeras investigaciones concluyeron que se trató de un accidente de avión, la película plantea que en realidad fue víctima de un complot para acabar con su vida, ejecutado por mercenarios contratados por los belgas para garantizar que el uranio de las minas de la secesionista Katanga, en el Congo, seguirían alimentando las centrales nucleares de Estados Unidos y no las de la URSS, como apuntaba el también eliminado líder congoleño Patrice Lumumba.

El equipo de producción realizó numerosas investigaciones previas e incluso las Naciones Unidas abrió una investigación en 2017, basada también en algunos aspectos que se habían descubierto con la película: «Estamos casi convencidos de que lo que se ve en la película es lo que pasó», apunta en la misma entrevista el productor Patrick Ryborn.

Como el propio Ryborn recuerda, «las Naciones Unidas han intentado sin éxito desclasificar los archivos de Estados Unidos y Reino Unido y por eso mantienen abierta la investigación».

Durante los primeros años del complejo proceso de descolonización de África administrado por la ONU, la retirada de las metrópolis europeas dejó el terreno abierto para el pulso de la Guerra Fría entre el bloque capitalista encabezado por EEUU y el comunista de la Unión Soviética.

Con el final del dominio colonial belga, se generaron divisiones y en la sureña provincia de Katanga –rica en cobre, uranio y aluminio– el movimiento separatista de Moise Tshombe era apoyado por intereses mineros extranjeros, pero la ONU solo reconocía al gobierno de Lumumba, líder nacionalista que fue derrocado y posteriormente ejecutado en enero de 1961.

En ese contexto, Hammarskjold buscaba negociar con Tshombe un alto el fuego, tras los enfrentamientos entre las tropas de paz de la ONU con las milicias de Katanga y mercenarios pagados por la industria minera.

Creador de los cascos azules

Reconoce Persbrandt que Hammarskjöld era un hombre de acción con determinación y «seguramente, en el segundo día de la invasión rusa habría entrado con los cascos azules en Ucrania, mientras que con las actitudes actuales, no reaccionaron hasta seis semanas después, y en su época él pensaba que primero se actuaba y luego se comunicaba al Consejo de Seguridad».

Dag Hammarskjöld, concluye el actor sueco, «se saltó algunas líneas rojas, pero a veces si quieres llegar a algún sitio, hay que tomar el camino más directo y, de hecho, suya fue la creación del ejército de los cascos azules».

Frente al conflicto y la figura pública de Hammarskjöld, la película retrata también su mundo interior y una homosexualidad reprimida en favor de su carrera política.

La consternación que la muerte de Hammarskjöld produjo en Suecia fue similar a la que años después se vivió con la muerte del primer ministro sueco Olof Palme, dos casos que «no se han esclarecido», apunta Persbrandt, con la única diferencia de que «al secretario general de la ONU lo querían prácticamente todos, como demuestra que en 1961 recibió el Nobel de la Paz a título póstumo, y a Palme no todos lo querían».