Aritz Intxusta

Cinco días en vilo y Sánchez sigue... sin avanzar decisiones

Tras vencer el plazo que se había autoimpuesto para sopesar la dimisión, Pedro Sánchez comunicó que seguirá al frente del Gobierno español. Afirmó que lo ocurrido será un «punto y aparte», pero no avanzó decisión alguna acorde a la crisis escenificada.

Pedro Sánchez, en las escalinatas del Palacio de la Moncloa.
Pedro Sánchez, en las escalinatas del Palacio de la Moncloa. (POOL MONCLOA)

 Tras dos pinceladas propias de un maestro del suspense -una visita exprés a la Zarzuela para poner sobre aviso al rey español en primicia y convocar a todos los trabajadores a la Moncloa para que estuvieran presentes en el momento de la comparecencia-, Pedro Sánchez proclamó por fin su decisión: «He decidido seguir, y con más fuerza si cabe. Esto no es un punto y seguido, es un punto y aparte, se lo garantizo».

El presidente del Gobierno español puso fin, de esta manera, al plazo de cinco días de reflexión que se había concedido a sí mismo, apelando a la persecución insoportable a través de procesos penales sustentados en noticias falsas a la que se está sometiendo a su esposa, Begoña López, con el objetivo de derribarle del Gobierno. Tal proceso, según aseguró en una carta pública, le había hecho reflexionar sobre si, en lo personal, le merecía la pena continuar en el cargo. Se planteaba dimitir por estar «profundamente enamorado».

En las horas previas a comunicar la decisión adoptada, Sánchez había recibido el apoyo público de varios líderes latinoamericanos, como el del brasileño Lula da Silva (encarcelado por un caso de corrupción falso) y Gustavo Petro (Colombia). Ambos se identificaban con él como víctimas de lawfare y le pedían que aguantara.

En el búnker de Moncloa, como los únicos conocedores del ardid, estuvieron presentes sus más cercanos. Félix Bolaños, portavoz del Gobierno; María Jesús Montero, vicepresidenta y sustituta potencial, y el navarro Santos Cerdán, número dos del PSOE).

Sánchez sorprendió a todos al anunciar, sin más, que se quedaba, apoyándose en argumentos centrados en la emotividad y lanzando promesas grandilocuentes pero difusas: «Creo que nuestro país necesita hacer esta reflexión colectiva. Que abra paso a la limpieza, a la regeneración, al juego limpio. Llevamos demasiado tiempo permitiendo que el fango colonice la vida pública».

Ya por la noche, Sánchez sostuvo en TVE que estos cinco días han servido para introducir en los hogares un debate sobre la «máquina del fango» que «es necesario en las democracias occidentales contemporáneas». En la entrevista apeló, nuevamente, a lo emocional, revelando que su mujer leyó la carta después de haberla divulgado.

Más que dirigirse a los jueces, el grueso de los dardos del presidente apuntaron a los medios digitales de derechas y a las noticias falsas.

En las cábalas previas se daba por hecho que, en caso de que no dimitiera, al menos Sánchez acometería alguna acción acorde a la gravedad de su escenificación, como una cuestión de confianza o alguna medida trascendente.

El mandatario, en esa cómoda entrevista nocturna en TVE, aseguró que no presentó ningún plan porque habría parecido que todo era «estrategia política», cuando surgió de una crisis personal.

Sin embargo, por no presentar nada concreto, Sánchez recibió críticas. Unos le tildaron de electoralista, como los partidos de la derecha y las formaciones catalanas, mientras que desde la izquierda se le demandaron medidas para evitar el uso de jueces afines para atacar a rivales políticos, recordándole que él no es la única víctima.

Oposición y aliados

Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición, no se creyó nada del discurso de Sánchez desde las escalinatas de la Moncloa. Entendió que todo constituyó «una tomadura de pelo a 48 millones de personas».

El presidente del PP avanzó que seguirá aumentando la presión y sugirió que pronto convocará nuevas movilizaciones en la calle para exigir la dimisión del presidente del Gobierno español, que apenas lleva nueve meses de legislatura. De no hacerlo, aseguró que Sánchez traerá «un cambio de régimen».

Santiago Abascal interpretó justo lo contrario. Para él, las promesas no concretadas de Sánchez constituyen una amenaza y avanzó que pronto se volverán realidad. «Lo peor está por llegar», anunció el dirigente de Vox.

Abascal advirtió que Sánchez cargará contra «todo disidente» y tomará medidas para acabar con los «medios libres» y contra los «jueces independientes».

«Es una reafirmación de su golpe contra la unidad, la convivencia, el Estado de derecho, la separación de poderes y la libertad de prensa», afirmó.

Por su parte, su socia en el Gobierno, Yolanda Díaz, animó al presidente a utilizar este «punto y aparte» para acometer la reforma de la judicatura, que hoy está controlada por magistrados afines al Partido Popular. La cabeza de lista de Sumar animó a Sánchez a «democratizar» las estructuras del Poder Judicial y acabar con el bloqueo de la renovación del CGPJ que practica el PP a través de cambios legislativos. También calificó estos cinco días de «melodrama».

Reacciones en Euskal Herria

«El anuncio de Pedro Sánchez y la necesaria ‘regeneración pendiente’ del Estado español debe suponer una oportunidad para la sociedad vasca», aseguró la portavoz de EH Bildu en el Congreso español, Mertxe Aizpurua.

La diputada defendió que hay que aprovechar el impulso, «poner pie en pared» e iniciar «una agenda democratizadora valiente». Ahora bien, su tono denotó cierta decepción con la falta de una hoja de ruta por parte de Sánchez. «Esperamos hechos, no solo palabras», aseveró.

Lakua aseguró que «respeta» la decisión en un tono institucional y plano. El portavoz del PNV en Madrid, Aitor Esteban, se mostró más crítico. Indicó que constituyó un episodio «insólito» e «innecesario» y mostró su satisfacción porque todo «haya pasado».

Para la lehendakari navarra, María Chivite, la decisión deSánchez constituye «una buena noticia». A través de una nota remitida como líder del PSE, valoró que, de algún modo, avala el modelo instaurado en Nafarroa, caracterizado por «el diálogo, el debate sereno y estar a la altura de los grandes retos y consensos que necesita nuestro país para avanzar».

Enfado en Catalunya

Una de las derivadas más importantes del amago de dimisión es su impacto en las elecciones catalanas. Así, ERC trató de evitar la entrevista en TVE apelando a la ley electoral y a que están en campaña.

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, además, realizó una comparecencia formal como líder de ERC al término de la alocución de Sánchez, que tachó de «comedia» y «cortina de humo». Además, recordó que hay escándalos que salpican al PSOE y que son reales, no lawfare, como el relativo a los contratos de Koldo García.

Desde Junts, Jordi Turull, recriminó que «es una grave irresponsabilidad utilizar las emociones sobre el sufrimiento que representa un acoso mediático indigno para hacer tacticismo electoral». Para Junts, todo ha consistido en un «vodevil».