Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua

La hija de Alice Munro agita el mundo literario al denunciar que protegió a su abusador

La carta abierta publicada por Andrea Robin Skinner, la hija menor de la escritora Alice Munro, en ‘The Toronto Star’, ha removido al mundo literario. La hija ha denunciado que su madre ignoró los abusos sexuales que sufrió cuando era una niña a manos de su padrastro, Gerald Fremlin.

Alice Munro, con una de sus obras, cuando recibió el Premio Man Booker en 2009 en Dublín.
Alice Munro, con una de sus obras, cuando recibió el Premio Man Booker en 2009 en Dublín. (Peter MUHLY | AFP)

El diario ‘Time’ publica este lunes un titular revelador: ‘El mundo literario se enfrenta al legado de Alice Munro tras la denuncia de abusos por su hija’. La cuestión es que cuando la escritora canadiense y premio Nobel de Literatura murió el pasado mes de mayo a los 92 años ninguno de los obituarios de los grandes medios en los que se loaba a la obra de la considerada la perfeccionadora del cuento contemporáneo incluía la condena por abusos hacia su hija de su segundo marido, Gerald Fremlin. Porque entre todos los que los conocían, incluida la propia Munro, los habían silenciado.

Y ahora los muchos admiradores de Alice Munro deben lidiar con un aspecto más oscuro de su legado que acaba de salir a la luz. La revelación de lo que hasta ahora había sido un secreto familiar largamente guardado ha conmocionado a los lectores y colegas de la famosa escritora, cuyas obras a menudo exploraban temas de la vida de las mujeres, dinámicas familiares complejas, sexo, trauma y secretismo. Las redes sociales están llenas este lunes de reacciones, entre ellas las de la también escritora Joyce Carol Oates.

Los hechos

En un desgarrador artículo de Andrea Robin Skinner, la hija menor de Munro, que ahora tiene 58 años, publicado el domingo en el ‘Toronto Star’, acompañado con un artículo complementario del periódico, Skinner revela que su padrastro, el segundo marido de Munro, abusó sexualmente de ella desde que tenía 9 años y fue a pasar el verano de 1976 con su madre y su segundo marido, Gerald Fremlin, quien murió en 2013.

Fremlin se metió en la cama con ella en aquella primera ocasión y la tocó de manera inapropiada. Cuando al final del verano regresó con su padre, Jim Munro, le contó a su madrastra, Carole, lo que había sucedido. Carole, a su vez, se lo contó a Jim Munro, quien decidió no decir nada, ha escrito la hija de la escritora considerada una maestra del relato corto.

A pesar de lo sucedido, el padre  siguió enviando durante años a su hija a pasar los veranos con Alice Munro y Fremlin. Skinner describe cómo su abusador se aprovechaba de los momentos en los que estaban solos para mostrarle sus genitales, realizar comentarios soeces, hablar sobre otras niñas del vecindario o comentar sobre las necesidades sexuales de su madre.

La reacción de Munro

Cuando tenía 25 años, Andrea Robin Skinner le contó a su madre los abusos de su padrastro. «Reaccionó exactamente como temía que haría, como si se hubiese enterado de una infidelidad», dice la hija de Munro, quien añade que la escritora abandonó brevemente a Fremlin, no por los abusos sexuales que había cometido su marido sino por haberle sido infiel.

«Me contó (Alice Munro) sobre los otros niños con los que Fremlin mantenía ‘amistades’, subrayando su propia sensación de que ella, personalmente, había sido traicionada», añade. «¿Se dio cuenta de que estaba hablando a una víctima y que yo era su hija? Si lo hizo, yo no lo sentí. Cuando intenté decirle cómo el abuso de su esposo me había causado daño, se mostró incrédula», añade.

Fremlin la acusó de haberle provocado y chantajeó a la familia con publicar fotografías comprometedoras, según el relato de Skinner.

A pesar de lo sucedido, Alice Munro siguió viviendo con Fremlin hasta que este murió en 2013 porque «le quería mucho» y porque la «cultura de misoginia» era responsable de que Skinner creyese que la escritora tenía que «negar sus propias necesidades».

Cuando se convirtió en madre, Skinner cesó su contacto con Alice Munro. Dos años después, en 2004, en una entrevista con ‘The New York Times’, Alice Munro expresó su inmenso amor por Gerald Fremlin y afirmó que mantenía una estrecha relación con todas sus hijas. Fue la gota que colmó el vaso.

En 2005, su hija acusó de Fremlin de atentado al pudor y fue condenado sin juicio tras declararse culpable. Fue sentenciado a dos años de libertad condicional y a no mantener contacto con niños menores de 14 años durante ese periodo, un resultado con el que Skinner dice que estaba satisfecha porque no buscaba que lo castigaran ni creía que todavía fuera una amenaza para los demás, dada su vejez.

«Lo que quería era algún registro de la verdad, alguna prueba pública de que yo no merecía lo que me había sucedido», escribe ella. También esperaba que su historia «se convirtiera en parte de las historias que la gente cuenta sobre mi madre. Nunca quise ver otra entrevista, biografía o evento que no contara la realidad de lo que me había sucedido y con el hecho de que mi madre, confrontada con la verdad de lo que había sucedido, decidió proteger a mi abusador».

Pero las cosas no sucedieron así. «La fama de mi madre significó que el silencio continuara», escribe Skinner. Munro se jubiló en 2013 y unos meses después recibió el Premio Nobel de Literatura. Skinner termina señalando que nunca se reconcilió con su madre y que muchos otros la silenciaron. «Los niños son a menudo silenciados. En mi caso, la fama de mi madre significó que el secreto fuera más allá de mi familia. Mucha gente influyente se enteró de parte de mi historia y aún así siguieron ayudando, y sumaron, a una narrativa que sabían era falsa», concluye.