Talleres donde los artistas trabajan sobre nuevos imaginarios colectivos
Una panorámica ‘trucada’ del paisaje donde estuvo el Cinturón de Hierro, los suelos de cerámica de un yacimiento romano a una azotea bilbaina o dos años de trabajo artístico sobre la central de Lemoiz. Todo esto es crear o, más bien, recrear el imaginario colectivo. Lo hacen en la Alhóndiga.
En uno de los laboratorios o salas (lab los llaman) de la Alhóndiga bilbaina está Amaia Molinet (Lodosa, 1988), una de las artistas invitadas desarrollar su proyecto creativo en el programa Artistas Asociad@s que lleva a cabo la Alhóndiga digirida por Fernando Pérez.
Antes de entrar, miramos la descripción que nos dan sobre el trabajo de Molinet: «‘Tierra Quemada’ es una mirada sanadora hacia lugares del paisaje natural del entorno próximo en los que se ha sufrido algún daño o violencia que no ha sido reparada, revirtiendo la energía de esa violencia hacia una fuerza regeneradora».
Entramos en el taller que le servirá de lugar de trabajo durante los dos próximos años: se pueden ver algunas esculturas, también algunos de sus trabajos fotográficos sobre seda, una lista de lo que parecen sus próximos puntos de trabajo y fotografías, entre ellas dos sobre las que parece que ‘vuelan’ hojas de eucalipto, ese árbol que nos ha cambiado el paisaje. Sobre él y la desaparición del roble también ha dirigido su mirada Molinet.
La panorámica del Cinturón de Hierro, nos explica, no es tal, es un montaje de un mismo lugar desde dos puntos geográficos distintos... dos puntos de vista diferentes, dos maneras de ver, dos maneras de ver lo mismo.
La artista visual navarra Amaia Molinet ha regresado a Euskal Herria invitada por la Alhóndiga y está trabajando sobre el Cinturón de Hierro.
«Yo soy una artista visual que trabajo principalmente a través de la fotografía, pero también hago instalaciones o esculturas», nos explica esta artista navarra, cuyo curriculum incluye becas y estancias en el Solomon R. Guggenheim Museum New York, obra en las colecciones de Artium y el centro Huarte y estancias en lugares tan distantes entre sí como el Sáhara Occidental, Islandia, Austria, Rumanía o Estados Unidos.
De Rumanía acaba de llegar hace unos pocos meses, en un regreso ‘a casa’ tras años de trabajo en el extranjero que ha sido propiciado por el centro bilbaino. «Desarrollo mi trabajo en arte desde la fotografía, entendiéndola como un campo expandido. Desde la práctica fotográfica relaciono nociones tales como las de identidad, memoria histórica o territorio, desde un sentir complejo y personal del paisaje como construcción cultural», leemos en su currículum.
«Yo distribuyo mi trabajo en tres partes –nos explica ella en su taller–. La primera, la investigación o el seguimiento de una intuición; en suma, la consecución de información. La segunda, hacer el trabajo de campo. La tercera, materializar ese material de forma física», apunta esta artista que, con su trabajo, siempre busca ir más allá. «He estado unos años viviendo en Rumanía, y he regresado con la idea, en cierta manera, de reconciliarme conmigo misma. El año pasado publiqué un periódico, que era un encargo del ayuntamiento de Larrabetzu a la Facultad de Bellas Artes de la UPV-EHU [un estupendo trabajo fotográfico sobre las huellas de la Guerra del 36 en este municipio vizcaino, realizado en formato de papel periódico] y esto me pilló trabajando justo cuando estaba analizando los búnkeres y los monumentos o estructuras de cemento que crean el imaginario en Europa. Justo cuando andaba con esto, recibí la invitación y pensé que lo más honesto era analizar eso mismo aquí. Es decir, es un proyecto sobre el Cinturón de Hierro, y, de paso, doy un sentido a mi línea de trabajo. Es algo, además, que me toca muy de cerca, porque en la Guerra Civil mataron a cinco hermanos de mi abuelo», explica en euskara.
En este analizar, buscar, sacar a la luz y reparar los paisajes donde se produjo violencia en cierto momento de su historia, esta artista mezcla diferentes disciplinas, como la fotografía, la arqueología... o la magia, con la colaboración de artistas como Ilazki de Portuondo y Julie Laymond.
El próximo año, el quince aniversario de este centro contemporáneo, hay tres grandes exposiciones previstas: el trabajo de Ixone Sádaba sobre la central nuclear de Lemoiz, las instalaciones de lana de la japonesa Chiharu Shiota y la bilbaina Marina González.
Manu Muniategiandikoetxea (Bergara, 1966) tiene previsto recoger esta semana la intervención pictórica que, durante el verano, ha estado provocando que la azotea de la Alhóndiga fuera más visitada de lo habitual. Situada encima de la terraza donde está el bar, para llegar hasta la azotea había que venir expresamente a ver esta instalación. En un lateral está el solarium donde toman el sol los bañistas de la estupenda piscina de la Alhóndiga; rodeándolo hay unos arcos y, en la pared, desde el 3 de julio hasta el pasado fin de semana, ha estado colocado, a merced de los elementos, un colorido mural de unos 10 metros de longitud realizado sobre un toldo de camión.
Ante la grandeza del lugar –el cielo, arriba; un enjambre de tejados, alrededor–, todo se queda pequeño. Las dos estructuras de madera que ha construido, con las formas geométricas que tanto marcan el estilo artístico y el trabajo de Muniategiandikoetxea, rememoran estructuras de hace 2.000 años. El artista bergarés fue a realizar una estancia artística a Roma con una idea, pero se le cruzaron los pavimentos del Parque Arqueológico de Ostia Antica, el antiguo puerto de Roma. Concretamente, los suelos que se conservan en la Sala de Banquetes de la Schola di Traiano (siglo III), la escuela de los constructores navales.
Ahora, mientras Muniategiandikoetxea recoge y se prepara para nuevas aventuras, la Alhóndiga se prepara a su vez para celebrar su quince aniversario. Será en 2025 y sobre este aniversario gira también la programación que se acaba de anunciar.
Hábitat de arte, artistas y ciudadanía, de investigación, desarrollo e innovación en torno a la creación, como le gusta definirse, este centro de arte contemporáneo acaba de a anunciar su nueva temporada, para la que ha programado más de 200 actividades, con más de 150 artistas y profesionales de la cultura. Habrá dos festivales internacionales, un amplio programa de exposiciones, un programa estable de artes en vivo, EszenAZ, con más de una veintena de espectáculos, así como programas de residencias y de apoyo a la creación.
Destacan exposiciones como ‘Proyecto Lemoiz’, un trabajo de investigación artística de la artista bilbaina Ixone Sádaba en torno a las ruinas de la central nuclear de Lemoiz que se inaugurará el 30 de enero de 2025. Sádaba ha dedicado estos dos últimos años a recopilar información y material sobre uno de los proyectos más contestados en su tiempo en Euskal Herria.
Las otras dos grandes exposiciones previstas son la protagonizada por Chiharu Shiota a partir del 27 de mayo –es una de las artistas japonesas más impresionantes de la escena contemporánea, conocida por sus instalaciones realizadas con la lana como material principal– y la bilbaína Marisa González, en colaboración con el Reina Sofía. Marisa González es pionera en la aplicación de las nuevas tecnologías de la reproducción y la comunicación en la creación artística desde los años 70.
Residencias de dos años
En el interior de este centro de arte contemporáneo y ocio, un antiguo edificio modernista rediseñado por el arquitecto francés Philippe Starck, no solo se consume, también se crea arte. En este tipo de centros, como un Tabakalera, la apuesta es por convertirse en una especie de ‘factoría artística’. Artistas Asociad@s, por ejemplo, es un programa pionero en Euskal Herria, con el que se plantea reforzar «el apoyo a la creación artística mediante la promoción y el acompañamiento a creadoras y creadores cuyos trabajos suponen una inspiradora mirada sobre los lenguajes artísticos».
Se les invita a trabajar durante 2-3 años, explica Rakel Esparza Sanz, responsable de la programación cultural de la Alhóndiga, y se les ofrece un espacio para trabajar, también para alojarse si lo necesitan, y unos honorarios anuales de 10.000 euros, más otro tanto para la producción. Unos trabajos que luego llegan al público, como es el caso de Olatz de Andrés, cuyo trabajo coreógrafo ‘Tiempo al cuerpo’ se expondrá a partir del 17 de octubre. A.E.