Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Elkarrizketa
Joseba Lopezortega
Director de Zinebi

«Me gustaría que la gente vinculara a Zinebi con unas fechas y contenidos»

Joseba Lopezortega (Bilbo, 1962) fue designado en junio pasado director de Zinebi, el Festival de Cine Documental y Cortometraje de Bilbo, que el pasado viernes arrancó su 66.ª edición. Este ‘frikie’ de la música clásica, regresa así al festival que dirigió hace tres décadas.

Joseba Lopezortega, ante el Teatro Arriaga.
Joseba Lopezortega, ante el Teatro Arriaga. (Monika DEL VALLE | FOKU)

He de reconocer que esta es una de las entrevistas que más me ha costado recortar y encajar. Joseba Lopezortega quiere explicarse; es un torrente de conceptos, de símiles, de ideas y de proyectos. Está ilusionado en esta etapa en Zinebi, se le nota.

En junio pasado saltaba por sorpresa su nombramiento por parte del Ayuntamiento de Bilbo, de quien depende este festival, ya que, en lugar de convocar un concurso público, como del que salió la anterior directora, Vanesa Fernández Guerra, se optó por elegir directamente a Lopezortega utilizando la figura de libre designación. En consecuencia, se obviaron así exigencias como la del conocimiento del euskara.

Director del festival durante un corto espacio de tiempo a finales de los 80, la trayectoria profesional de este zornotzarra de adopcion está relacionada con las industrias culturales, consultorías de instituciones y empresas de restauración. Es conocido también por su pasión por la música clásica; es un especialista, crítico y divulgador. El euskara, que «chapurreo y me da vergüenza hablarlo», reconoce, lo empezará a aprender cuando acabe Zinebi.

Treinta años después, regresa a Zinebi. Fue director entre 1988-89, durante un año...

No, dos ediciones. Y luego me marché fuera.

¿Esa fue la razón de que se marchara?

No, a mí me echaron del festival. La historia es que el año 1988 firmé contrato como director de festival. Era el primer año en el que el Festival de Cortos pasaba a ser organizado por el Teatro Arriaga. Luis Iturri era el director del Arriaga y hubo un problema muy serio de acomodo de lo que era la vieja organización al nuevo espacio organizativo, que era el Arriaga: no estaba claro dónde empezaba uno y donde acababa otro. Al cabo de dos años, esta situación se hizo insostenible. Entonces se produjo un conflicto que ahora ya no existe. Creo que ahora hay una gran diferencia, tanto en la estructura de la cultura de la ciudad como en lo que respecta a mí, como gestor. Ahora estoy muy cómodo y entonces no estuve nada cómodo.

En tres décadas ha cambiado todo, pero sobre todo el público, en gustos y tendencias.

No tiene absolutamente nada que ver. Pasan varias cosas, primero: ha habido una reducción del espacio visual hacia la pequeña o pequeñísima pantalla; esto en sí es un problema, porque no es lo mismo ver una película en gran formato que pequeño, y dos, también se ha individualizado el consumo. Esto significa que hay mucha gente, sobre todo gente muy joven, viendo películas extremadamente cortas en pantallas muy pequeñas y en solitario. Este es un hábito que no se está combatiendo en una sociedad que tiene el problema pandémico con la soledad. Y luego también está pasando algo que es bastante contradictorio y es que, mientras la gente joven está con la pequeña pantalla viendo cositas de un minuto, que van a acabar locos, la más mayor están viendo narrativas audiovisuales de 60 y 80 horas.

Contra ese problema tenemos que intentar ir todos los que amamos el grupo y la sensación de ver audiovisuales con alguien. Me ha pasado recientemente en un festival de Santiago de Compostela: se me sentó una mujer al lado que olía a la leche corporal, era un olor riquísimo, olor de persona limpia. Te puede ocurrir lo contrario, pero realmente el hecho de estar viendo junto a alguien que no conoces una película, estar escuchando el mismo sonido en la misma sala y demás es consustancial al consumo del cine y hay que intentar recuperarlo. Otra cosa que se está perdiendo es la franja nocturna; es decir, la gente no está yendo al cine por la noche. Yo recuerdo que, hace 20 y 25 años, decíamos ‘¡estos europeos, fíjate las calles están vacías por la noche!’.

Tres décadas después, Lopezortega comienza una nueva etapa. (Monika del VALLE / FOKU)


¿Cuál sería entonces la fórmula para conseguir que el público vuelva a las salas?

Yo creo que hay dos planos: uno, tomarse muy en serio el contacto con la Educación e intentar que haya un trabajo a X años vista. No la educación entendida como ‘llevo a 4.000 cachorritos a ver tres cortometrajes y suman 4.000 visitantes’. Ese no es un interés del festival, ni del Arriaga, ni del Ayuntamiento. No vamos a pensar en los críos como críos que cuantifican, sino como futuro público que cualifica y es un trabajo que vamos a ir intentando poner en marcha.

En este tiempo, ¿ha mantenido o retomado la relación con el circuito de los festivales?  

Lo he seguido absolutamente todo, solo que en los últimos años me he dedicado mucho a la imagen de síntesis. En muchos aspectos, los festivales no han cambiado tanto. Mira, seguimos siendo los mismos festivales reconocidos por la FIAPF como de máxima categoría, con la salvedad que San Petersburgo, que con la coyuntura Ucrania-Rusia...

De una entrevista, saqué la impresión de que le preocupaba la falta de público y de raigambre en la ciudad de Zinebi. ¿Es así?

Si tú preguntas en San Sebastián cuándo es el Festival de Cine, cualquier persona te va a saber decir que en septiembre. Es algo absolutamente incorporado genéticamente en la ciudad. Si tú preguntas en San Sebastián cuándo es la Quincena Musical, te va a decir mucha gente que en agosto. Estas preguntas, trasladadas a Bilbao, son más difíciles, porque, solamente en el último trimestre del año, en Bilbao hay muchos festivales de cine. Nosotros estamos sujetos a la reglamentación en fechas por la Federación de Productores, pero muchos otros festivales podrían migrar a marzo o a junio con mayor libertad. Hay un problema y es una conversación que hay que intentar tener con las entidades públicas, que es que podamos jugar con las fechas.
Pero hay muchísima oferta en Bilbao. Por otro lado, las características de nuestro festival son muy distintas a las de un Zinemaldia, tanto en  origen como en la actualidad. Zinemaldia es un festival asociado a su vinculación de ciudad de playa. Y esto no solamente pasa en Zinemaldia; pasa en Donostia, pasa en Cannes, en Venecia, en Karlovy Vary....

«Si preguntas en San Sebastián cuándo es el Festival de Cine o la Quincena, la gente lo sabe. En Bilbao es más difícil»



¡Pero me está usted hablando de festivales de clase A (la máxima categoría)!

Bilbao también es un festival de máxima categoría, pero en un ámbito diferente: el ámbito de especialización. San Sebastián conjuga, yo creo que lo hace muy bien, tanto el atractivo por una sección oficial y secciones en competición, retrospectivas de un gran interés cinéfilo, como con premieres y películas que atraen a grandes estrellas. Tiene un gran potencial. Frente a ese modelo, nosotros llevamos a la puerta de la ciudadanía con algo que ni es largometraje, ni es diminuto, sino que son medidas intermedias. Nuestras sesiones implican que la gente vaya dispuesta a hacer como los trapecistas: cambiar 8 y 10 veces de género, de tema, de narrativa, de autor...

A mí me gustaría que la gente vinculara a Zinebi con unas fechas y con unos contenidos y este es un trabajo que hay que hacer. No es echar por tierra todo el trabajo de años anteriores; es decir, de este trabajo que se ha venido haciendo, tenemos que intentar avanzar en la dirección de encuentro con la ciudadanía.

¿Se ha marcado algún plazo para conseguir un ratio de público? ¿Hay alguna exigencia de este tipo?

No hay ninguna, no lo hay. Yo lanzo una pregunta para el lector: ¿Qué tengo que hacer yo para incrementar el número de asistentes? Muy fácil. El año que viene hago en el auditorio del Euskalduna o en Miribilla un maratón de cine y gatos: microdocumentales sobre gatos, un codsplay con gente disfrazada, monto un set de maquillaje, doy unos premios, hago una exposición de mascotas etcétera y probablemente lleve cinco o seis mil personas. Yo no digo que eso esté mal, ni siquiera digo que no lo deba hacer Zinebi, lo que no se puede hacer es alterar la naturaleza del festival. No voy a subvertir el festival para conseguir más público, voy a intentar atraer a ese público. La cultura necesita imperiosamente de una mayor militancia. Entonces, ¿a quién quiere llamar el festival y a qué puertas debe de llamar? A la de la militancia cultural.

¿Cuáles serían los datos con lo que se  sentiría satisfecho?
Nosotros por presupuesto, por capacidad organizativa  y demás creo que tendríamos que ser un festival que moviera en torno a los 2.000-2.500 personas diariamente; es decir, unas 18.000 o 20.000 espectadores. Yo firmo por la mitad, si son realmente personas interesadas en lo que nosotros hacemos.

¿Qué cambios se van a ver el año que viene respecto a la etapa anterior?

Principalmente, enfocarnos al documental de una forma más decidida. Ya somos un festival con mucho interés. Dos, trabajar la animación, lo que significa no solamente hacer una retrospectiva, que tengo intención de hacer una gran retrospectiva de cine animado, sino también una panorámica de lo que está sucediendo ahora en el mundo de la animación: autores, autoras vivas, tecnologías contemporáneas, discusión compartida en torno a qué significa el impacto de las inteligencias artificiales no tan nuevas en el campo de la animación...

«Nosotros, siendo un festival de la especialización que tenemos, si quisiéramos a un actor o a una actriz por tener una alfombra roja cuadrada, o pagamos para que vengan o no le ofrecemos nada»

Me sorprendieron estas declaciones suyas: «No vamos a pagar para traer actores de relumbrón». No sé si se refería a Zinemaldia, pero allí no se paga a nadie por ir, no lo necesita.

En Zinemaldia no se paga.

¿En Zinebi sí se ha pagado?

Se llegó a pagar, al menos, en una edición. Nunca más. Ten la certeza de que Anthony Hopkins sí cobró, y fue una de las razones por las que el año siguiente el festival pasó al Teatro Arriaga. Probablemente, tendría unos honorarios, cosa muy lógica, porque si usted quiere que un profesional esté haciendo una entrega de premios tiene que pagarlo, salvo que sea un festival que, al contrario, honre a una persona.

Nosotros no pagamos a los Mikeldi de honor y San Sebastián no paga a nadie, pero lo que decía en ese comentario es que nosotros, siendo un festival de la especialización que tenemos, si quisiéramos a un actor o a una actriz por tener una alfombra roja cuadrada, o pagamos para que vengan o no le ofrecemos nada.

¿Tiene que crecer Zinebi? Exige una mayor implicación por parte de las instituciones, un aumento de presupuesto?

Lo primero es aprovechar hasta el último céntimo el dinero del que disponemos y después hacer un trabajo suficientemente bueno como para que la gente se abra a la posibilidad de hablar. Son cosas difíciles de cambiar; es difícil es porque los presupuestos en cultura, en particular, son los que son, pero luego hay cuestiones que a veces también son de índole administrativa, que a mí se me escapan pero que indagaré. Porque la parte industria de un festival de cine aquí, en San Sebastián y entre muchos lugares, cuelga de Cultura y no de Industria o Promoción Económica, cuando, en realidad, son ámbitos diferentes y diferentes ópticas de incidencia en la gestión de un festival.
No me preguntes por qué, pero pasa aquí, pasa en Madrid, pasa en la Comunidad Valenciana: siempre son dos barcos que van solos. Y la cuestión para mí es: ¿Por qué sobrevivieron los barcos que llegaban de Estados Unidos con armamento, tanques, comida y medicinas en la Batalla de Inglaterra? Porque aprendieron a navegar en convoy.

¿Y cuál sería el convoy en este caso?

El convoy es que Educación y Cultura naveguen juntas. En un festival que tiene 66 años, la mirada a largo plazo es consustancial; es decir, si estuviéramos pensando en que tenemos dos o tres años, un menor aporte y un menor soporte y además y tenemos que hacer algo brillantemente exitoso el año que viene para ver si lo conseguimos... Pero nosotros somos un festival afianzado y eso da mucha comodidad de la velocidad.