
Israel cumplió su amenaza y bombardeó las inmediaciones del palacio presidencial de Damasco tras acusar al nuevo régimen sirio de genocidio contra la minoría drusa.
Según el balance del en su día opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), al menos 102 personas han muerto ya en la matanza de drusos llevada a cabo por milicianos del nuevo régimen y en los posteriores enfrentamientos con milicias de esta confesión religiosa minoritaria, tras la publicación en redes sociales desde Turquía de un falso mensaje considerado insultante hacia el profeta Mahoma, atribuido a un clérigo druso.
Los choques derivaron en una ofensiva de milicianos de HTS (coalición salafo-yihadista liderada por el hoy hombre fuerte del nuevo régimen, Ahmed al Sharaa, contra las localidades de mayoría drusa de Ashrafieh Sahnaya, a las afueras de Damasco. Los enfrentamientos se extendieron a Sueida, bastión druso en el sur. Según el OSDH, 30 milicianos del HTS, 21 combatientes drusos y 11 civiles murieron en Jaramana y Sahnaya. En la provincia de Sueida murieron otros 40 combatientes drusos, incluidos 35 en una emboscada.
El nuevo régimen anunció un cese de hostilidades en Jaramana y que su objetivo es «proteger a todo el pueblo sirio, incluida la comunidad drusa, y atribuyó las razzias a «elementos incontrolados». Pero a nadie se le oculta que Siria se asoma a una libianización del conflicto. Incapaz de mantener la seguridad, y criticado por escisiones internas, el nuevo régimen quedó en evidencia hace varias semanas con la masacre contra la minoría alauíta, que se saldó con 1.700 muertos y decenas de miles de huidos a Líbano.
Injerencia internacional
Como ocurriera en Libia, hoy un estado fallido, la ira contra el régimen de Al-Assad ha sido aprovechada por las potencias vecinas para mover ficha y condicionar su futuro.
El caso turco es claro. Ankara ve con malos ojos el statu quo entre el nuevo régimen y los kurdos– el bulo que ha motivado la matanza de drusos salió de Turquía–.
Israel ha bombardeado objetivos sirios desde el mismo cambo de régimen. El ministro de Defensa, Israel Katz, ha abogado esta semana por la partición de Siria y está intentando utilizar a los drusos como una quinta-columna para lograrlo.
Cuenta para ello con su propia minoría drusa, que si bien no es ciudadana de pleno derecho como los judíos, está bien valorada por su inserción en el Ejército israelí.
Y con los 24.000 drusos que viven en los ocupados Altos del Golán sirio, cuyo nivel de vida, bajo, es superior al de sus hermanos sirios.
Líderes de la sincrética religión drusa como el jeque Hikmat al-Hajrin piden abiertamente el padrinazgo israelí mientras la mayoría de líderes religiosos y políticos insisten en que son parte inalienable de Siria, también en el Golán.

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