Bi Gan, Koji Fukada y los dilemas iraníes del Festival de Cannes
Cinefilia y política, si pueden discernirse, abren el final del certamen con ‘Mother and Child’ (Saeed Roustaee), ‘Love On Trial’ (Koji Fukada) y ‘Resurrection’ (Bi Gan).

‘La familia de Leila’, en Competición de 2022, costó al cineasta iraní Saeed Roustaee una condena de seis meses de prisión y cinco años de prohibición de rodaje impuesta por el régimen. Posteriormente su actriz principal, Taraneh Alidoosti, sería condenada a cinco años de prisión tras publicar una foto suya sin hiyab. En ambos casos, las condenas fueron finalmente levantadas. Para rodar su siguiente película, ‘Mother and Child’, que se ha visto hoy en Competición, Roustaee llegó a un acuerdo con el gobierno por el que, por ejemplo, obligaría a llevar hiyab a todas las mujeres del coro protagonista. El acuerdo del cineasta con el régimen despertó quejas de parte del movimiento feminista Woman, Life, Freedom, que, entre otras, aboga por la no-obligatoriedad del hiyab y que calificó –aun sin haberla visto– al film de Roustaee de «película de propaganda».
Ya entonces Mohammad Rasoulof, exiliado político iraní y Premio Especial del Jurado en 2024 por ‘La semilla de la higuera sagrada’, salió en su defensa. Hoy la película ha recibido diez minutos de ovaciones, calurosos y discordantes para con el clima del pase para prensa, con los primeros abucheos sonoros de la Sección Oficial. No es para menos. ‘Mother and Child’ arranca prometedora, desafiando los códigos de conducta esperables en una ‘Los 400 golpes’ iraní.
Tanto su madre Mahnaz (Alidoosti), como el propio relato, viven fascinados por la energía incontestable del adolescente Aliyar (Sinan Mohebi), que no camina sino hace parkour y se relaciona a chascarrillo por minuto. Punto de giro: un accidente trágico vira el relato a lo telefilmesco, embobado por las acciones desaforadas de la madre para hacer justicia ante un daño irreparable. Una venganza de melodramatismo tan extravagante como incluso divertido. No sé si es «una película de resistencia», pero buen cine no es.
Koji Fukada y la sororidad condicional de ‘Love On Trial’
Koji Fukada »representa el punto medio perfecto entre Ryusuke Hamaguchi y Hirokazu Kore-Eda», así lo presentaba Thierry Frémaux ante el público de la última sesión de Cannes Première. En efecto, Fukada lleva años habitando la sombra de sus dos homólogos, entre el dramatismo agudo del primero (su anterior, ‘Love Life’, partía de la muerte de un niño) y la ligereza aparente del segundo (sus películas bajan siempre a pie de calle). ‘Love On Trial’ representa el epítome de la marca Fukada: cuenta el proceso que emprende Mai, miembro de un grupo idol, al subvertir la prohibición, firmada por contrato, de contraer relaciones sentimentales con fans.
El film es de base un documento enfriado sobre la cultura de la idolatría femenina en Japón, pero se desvela como ensayo híper-dramático –aun sobrio– alrededor de los ecos y responsabilidades del compañerismo. Mai (Erika Karata, tan minimalista como en ‘Asako I & II’) se define para con las relaciones que es capaz de dejar ir y las que decide secundar, a pesar de todo. Sin grandes alegatos que recrear, pero con la eficacia silente del melodrama japonés, Fukuda fotografía los principios de una vida feminista.
La nocturnidad mal pagada de ‘Resurrection’
Resulta injusto, de inútil a cruel, programar una extravagancia formalista como el nuevo film de Bi Gan (‘Largo viaje hacia la noche’) durante la sesión de noche de la penúltima jornada de festival. Bi Gan propone una ruta en cinco partes, cada una dirigida a un sentido diferente, por los callejones traseros de un futuro posible que ha abandonado voluntariamente el acto de soñar, descubierto como causa de nuestra mortalidad.
Entre bambalinas mentales radicalmente dispares, del expresionismo alemán a lo sub-urbano de Wong Kar-wai, acompañamos a cinco ‘fantasmers’, criaturas errantes oníricas perseguidas por Grandes Otros. El resultado apunta de forma inequívoca a los compases surrealistas de ‘Largo viaje’ en una panorámica sensual y delirante, un manifiesto cinéfilo que se desarticula constantemente para que, en lugar de pensar, nos abandonemos a una vivencia corporal. Pero el cuerpo de un acreditado en las postrimerías de Cannes pide horas de sueño.

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