
A punto de cumplirse diez años de la muerte de Periko Solabarria, se suceden las iniciativas en su recuerdo. Si el sábado Triano homenajeó al incansable activista social, este lunes ha tenido lugar en la plaza Bide Onera, en el corazón de Barakaldo, la presentación pública de la exposición sobre los hitos de su vida, que organiza la asociación que reivindica la figura y la lucha del histórico militante de la izquierda abertzale.
Mientras, las 55 personas del mundo de la cultura de la localidad aguardan una respuesta desde el Gobierno municipal a su propuesta de que se dé a un espacio público de Barakaldo el nombre de Periko Solabarria. Continúan las conversaciones y desde esta iniciativa esperan que los responsables municipales respondan a esa petición, partiendo del hecho de que la figura de Solabarria concita cariño y reconocimiento en amplios sectores de la ciudadanía.
‘Pedro, Don Pedro, Periko, jaio, egin, iraun’ es el título de la muestra compuesta por ocho paneles con 16 murales, donde a modo de resumen se condensan las etapas vitales de una persona que dejó una profunda huella por su compromiso hacia los más desfavorecidos. En ella, aparecen frases que han quedado para la historia de Euskal Herria, como la que sentenció: «Si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir».
La instalación parte de los orígenes jarrilleros de Solabarria, con padre minero de Abanto y madre sirvienta de Bakio. Sus primeros años marcados por los bombardeos fascistas sobre Portugalete en la guerra del 36 y la dura posguerra, que llevan a Pedro a ingresar en el seminario de Gordexola con 11 años. Cuatro años después, tal y como relató, tuvo su primer contacto con el movimiento obrero al conocer a curas obreros franceses.
En 1954, una vez ordenado sacerdote, es destinado a la parroquia de La Arboleda, desde donde marcha a Triano por discrepancias con los otros sacerdotes. En ese poblado minero, transforma la pequeña iglesia en la ‘Universidad de los Pobres’, convirtiéndose Don Pedro en profesor de la chavalería, asesor del humilde vecindario y promotor de trabajos comunitarios para que las viviendas dispusieran de agua o saneamiento.
En Triano, Don Pedro rechaza la imagen de solemnidad que caracteriza al clero de la época, y gana en autoridad moral y cariño. Además de su labor asistencial como cura, Solabarria fue practicante, cartero y comenzó a trabajar como uno más de los que le rodeaban.
El obispo franquista Pablo Gurpide traslada a Periko de Triano a la parroquia de Santa Teresa en Barakaldo. Será uno de los primeros curas a los que autoriza a trabajar media jornada con sotana. Lo hizo en la construcción de la factoría de Altos Hornos en Ansio, como más tarde en el túnel de Malmasin, el campus universitario de Leioa, el puente de Rontegi o la central nuclear de Lemoiz. «Cambié cuando dejé de tocar las campanas y empecé a colocar ladrillos en el barro», confesó.
Referente de lucha
Su solidaridad sin límites, mensaje y actividad militante le convirtieron en un silencioso y reconocido referente en el mundo obrero clandestino. En Santa Teresa, Solabarria cambia la vivienda que le facilita el Obispado a una familia con tres hijos y se instala en el sótano que ellos ocupaban.
Ese sótano, conocido por su actividad clandestina como «Villa Paquita», se convierte en icono de la resistencia ante el franquismo. Allí se fraguaron las huelgas de Bandas y la de Altos Hornos de Vizcaya de 1969 o la constitución de las Comisiones Obreras de Bizkaia.
Ese compromiso desde el púlpito, el tajo o las reuniones clandestinas le convierten en blanco de la represión franquista. Sus sermones son cita ineludible para quienes luchan por el cambio social y político, pero también para la Policía. Multas, juicios, detenciones y encarcelamientos en la prisión concordataria de Zamora, en 1968 y 1969, no arredran a Solabarria.
Tras la muerte de Franco, toma partido y participa como independiente en la creación de Herri Batasuna, siendo elegido diputado en el Congreso español, juntero por Bizkaia, parlamentario en Gasteiz y concejal en Barakaldo. En los años 80, forma una familia y se traslada a Lutxana, donde su hogar se convierte por las tardes en una asesoría laboral gratuita.
Para Solabarria, el activismo no debe perder importancia frente a la lucha institucional. No son años fáciles para él, está en la lista de personas a fusilar en caso de triunfar el 23-F y recibe amenazas del Batallón Vasco Español.
A pesar de que su salud comienza a resentirse, se mantiene en la lucha al lado de feministas, presos, parados, insumisos, migrantes, jóvenes, antitaurinos, excluidos... Su compromiso deja huella entre los sectores combativos de varias generaciones. «Siempre hay una pancarta que coger», señala.
Se jubila pero no se retira y con 83 años, llega a ser imputado por la Audiencia Nacional española por unas palabras que dijo en 2013 en el acto de la organización juvenil Ernai.
Son aspectos de la vida de Solabarria presentes en la exposición de Bide Onera. Además, el próximo sábado, a las 22.00, en la plaza de Lutxana, junto a los pabellones de la Orkonera, habrá un espectáculo en el que distintas expresiones artísticas participarán en un montaje en homenaje a este resistente que dejó huella en Barakaldo pero también en otros puntos del país.

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