Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

Tras bailar con Putin, Trump ata en corto a Europa y da aire a Zelenski

Tras bailar al son de Putin en Alaska, Trump permitió al líder ucraniano sortear la cuestión territorial y le prometió garantías de seguridad, pero a costa de vender armas a través de Europa. A Putin le incomoda que ponga fecha a la trilateral con Zelenski, pero confía en otra boutade  trumpiana.

Zelenski, Trump y el vicepresidente de EEUU, Vance, posaron así de sonrientes en esta imagen de la Casa Blanca.
Zelenski, Trump y el vicepresidente de EEUU, Vance, posaron así de sonrientes en esta imagen de la Casa Blanca. (EUROPA PRESS)

Donald Tump, quien prometió en campaña que acabaría con la guerra de Ucrania 24 horas después de su llegada a la Casa Blanca -el 20 de enero pasado-, llegó el pasado viernes, casi siete meses después, al encuentro en Anchorage (Alaska) con Vladimir Putin tras haberse tragado sus sucesivos ultimátums a Rusia para imponerle sanciones si seguía con su ofensiva contra Ucrania.

Y salió de la cumbre haciendo suyo el rechazo del presidente ruso a un alto el fuego para facilitar el inicio de las negociaciones. Una tregua que el propio Trump, junto con las potencias europeas y Ucrania habían coincidido en exigir.

El presidente estadounidense, quien no oculta su sueño -pesadilla para el mundo- de emular a su némesis, Barack Obama, y lograr el premio Nobel de la Paz, justificó su trágala presentándose como un experto en resolución de conflictos. «Ha quedado determinado por todos (Sic) que el mejor modo de acabar la guerra horrorosa entre Rusia y Ucrania es ir directamente a un acuerdo de paz, que acabaría la guerra, y no un mero acuerdo de alto el fuego, que a menudo se acaba incumpliendo». Toda una lección.

El otro que completa ese «todos», Putin, no le fue a la zaga e insistió en que antes de un cese de hostilidades hay que abordar en su complejidad «todas las causas del conflicto». Las que él estima.

TIEMPO

Un argumento que oculta que lo que quiere el inquilino del Kremlin es tiempo. Tiempo para ir avanzando, lenta pero inexorablemente en el frente. Tiempo que Trump le concedió en Alaska. Rusia lleva la iniciativa militar desde que la contraofensiva ucraniana fracasó en el verano-otoño de 2023, cuando sus intentos de romper las líneas del frente se estrellaron con unas defensas que el Ejército ruso había establecido y consolidado tras su repliegue el año anterior.

Desde entonces, Ucrania, que había hecho lo propio tras el inicio de la invasión frenando con meses de preparativos y ayuda de la OTAN el avance relámpago del Ejército ruso desde el inicio de la invasión, en febrero de 2022, sabe que ha perdido la guerra en términos militares.

El problema para Rusia es que no la ha ganado y que necesita tiempo. El tiempo, también en su vertiente meteorológica, que le ha permitido a lo largo de la historia vencer en guerras, no de invasión sino de resistencia al invasor, como en el caso de Napoleón en 1812 o de Hitler en 1941.

Pero el tiempo, cuando menos el humano, es finito. Y más si eres el invasor. Putin lo sabe, lo que explica que hiciera coincidir la cumbre bilateral con Trump en Alaska con una ofensiva, que incluyó una incursión en las líneas enemigas de entre 10 y 15 kilómetros más allá de Pokrovsk, una localidad estratégica en la provincia de Donetsk todavía en manos de Ucrania, y cuya toma de control permitiría al Ejército ruso tener a tiro Sloviansk y Kramatorsk, las dos ciudades más importantes de la provincia del Donbass que siguen bajo control ucraniano.

ES EL TERRITORIO

Porque, no nos engañemos. De lo que se trata es del control de territorio.

En la bilateral de Anchorage, Trump no solo renunció a presionar a Rusia sino que hizo de correa de transmisión de sus exigencias, que no son otras que Ucrania le ceda lo que le queda por conquistar de la cuenca minera y rusófona del Donbass (el 25% de Donetsk y una pequeña franja de la provincia de Lugansk) a cambio de congelar la línea del frente en las provincias sureñas de Zaporiya y Jerson y de devolver a Ucrania solo los pequeños enclaves que Moscú controla en las provincias nororientales de Jarkov y Sumi.

El «intercambio de territorios» al que se refirió el magnate estadounidense.

Pero tampoco nos engañemos. Esa no es la posición de Trump. Trump no tiene posición. Tiene intereses. Y no los disimula. Lo que, a ojos de los crédulos de la falsa sinceridad, es positivo. Pero que, en términos de buscar la paz, es demoledor. Que se lo digan a los gazatíes.

Al día siguiente de la cumbre de Alaska, el «pacificador» urgió al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, a aceptar la renuncia a Crimea y al ingreso en la OTAN aduciendo que eso sellaría «prácticamente la paz».

A estas alturas, por mucho que Zelenski apele a la Constitución ucraniana y a su inmutabilidad, sabe que Crimea está perdida. Y no porque sea Rusia. Fue el rus de Kiev, Tartaria, Rusia, Ucrania, URSS, Ucrania y otra vez Rusia hasta su anexión en 2014 tras el Eauromaidan de Kiev.

Para Rusia, con su flota y salida al Mar Negro, Crimea es innegociable. Más cuando, en el Tratado de Budapest de 1994, la recién independizada Ucrania renunció al arsenal nuclear y se lo dio a Rusia tras recibir garantías de esta y de EEUU a su integridad territorial (incluida Crimea).

Lo mismo ocurre con la OTAN. Si esta utilizó la integración de Ucrania como señuelo más que por convencimiento, la vuelta de Trump al poder este año selló el final de la aventura aliada de Kiev, rechazada además por otros aliados.

ZELENSKI RESPIRA

Llegamos a la cumbre del lunes en la Casa Blanca. El presidente ucraniano, con su traje corte militar negro, pero sin la camiseta verde oliva, se temía un rapapolvos como el que Trump y su vicepresidente, J.D. Vance, le echaron el 28 de octubre. Pero, al no forzarle a posicionarse sobre la cuestión territorial, esta vez dieron aire a un Zelenski que sabe que si entrega el resto del Donbass a Rusia es un cadáver político y para quien su sueño, irrealizable, es que Rusia volviera a la línea del frente de antes de la invasión.

Consciente de que Ucrania ha perdido el control del mar de Azov (Mariupol), Zelenski se daría con un canto en los dientes si Estados Unidos forzara a Rusia a retirarse de los territorios que controla en Jerson y Zaporiya a cambio de mantener el control del este del país invadido.

El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, advirtió ayer de que «tanto Ucrania como Rusia tendrán que hacer concesiones». Pero nada apunta a que Trump, quien no oculta desde su primer mandato su afinidad con Putin, vaya a forzar hasta ese extremo. Y no solo porque el «resolutivo» líder ruso le «pone». Al líder de EEUU le interesa que no se consolide aún más la entente entre Rusia y China, su gran rival por la supremacía mundial. Pero, a la vez, sabe que a Rusia le interesa no tener a EEUU como enemigo.

En esta versión trumpiana del «Gran Juego», Ucrania busca ante todo cómo salvar los muebles y fue el lunes a Washington con la petición de que EEUU se involucre en las garantías de seguridad para que no pudiera ser en su caso nuevamente invadida. No hay que olvidar que la obsesión rusa por el Donbass no obedece solo a cuestiones idiomáticas (el ruso es la lengua común) ni al origen ruso de no pocos de sus habitantes (en sucesivas olas colonizadoras o migratorias).

Controlar la cuenca minera del río Donetsk (Donbass) dejaría el paso expedito a un invasor para penetrar sin más obstáculos a la llanura ucraniana, con Jarkov (Jarkiv en ucranio, segunda mayor ciudad del país) y Dnipro en el punto de mira. Lo que convertiría a Ucrania en un estado fallido.

Condescendiente, Trump, quien ya se ha asegurado la explotación de buena parte de las tierras raras y de los recursos minero-energéticos ucranianos, se mostró abierto a implicarse en esas garantías pero indirectamente. Y aquí entra Europa.

ARMAS MADE IN USA

El presidente estadounidense, quien insiste en que el ucraniano es un problema europeo, propone que sea Europa, sobre todo la UE, la que se encargue de esas garantías de seguridad. Pero comprando, cómo no, armamento estadounidense. Zelenski ya anticipó una lista, desde sistemas antimisiles Patriot hasta drones. Unos 100.000 millones de dólares. De nuestro erario.

Y los líderes de las potencias de la UE, junto con el británico, accedieron, con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, aplaudiendo con las orejas. No solo eso. Trump ya ha avisado de que en ningún caso enviará tropas de interposición a Ucrania, que en cualquier caso serían europeas. Huelga decir que Rusia insiste en vetar la presencia de aliados de la OTAN en Ucrania, a la que niega el derecho a aliarse con quien quiera .

RUSIA CONTEMPORIZA

El plazo de una o dos semanas de Trump para la cumbre trilateral con Putin y Zelenski no ha gustado en Moscú, que confía en todo caso en su ya demostrada laxitud. El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, se mostró abierto a cualquier «formato» de reunión, pero matizó que «cualquier contacto que involucre a los primeros líderes debe prepararse minuciosamente».

Por de pronto anunció ayer mismo la entrega de más de 1.000 cadáveres de soldados ucranianos fruto de la ronda negociadora del 23 de julio. A Rusia le gustaría seguir con el intercambio de muertos y prisioneros. Los hay y habrá de sobra en esta guerra.

Necesita tiempo. En manos de Trump está volver a dárselo. Todo dependerá de su cálculo de beneficios. Pura mediación mercantilista. La sangre y los réditos.



Mientras planea su despliegue en ucrania, europa quiere forzar que la cumbre sea en ginebra

Los equipos de planificación de la llamada Coalición de Voluntarios trabajarán con EEUU en las garantías de seguridad para Ucrania y para preparar el despliegue de una fuerza si cesan las hostilidades en ese país, dijo un portavoz de Downing Street.

El anuncio fue realizado al término de la reunión virtual de esa coalición que presidió el primer ministro británico, Keir Starmer, junto con el presidente francés, Emmanuel Macron,

Macron propuso Ginebra como sede del encuentro a tres (Putin. Zelenski, Trump) que el estadounidense quiere en una semana o dos. Para ello, y a condición de que Europa tenga su presencia, se muestra dispuesto a que Suiza dé inmunidad a Putin, sobre quien pende una orden de detención de la Corte Penal Internacional.

Independientemente de la consistencia de la citada orden -basada en una denuncia por el secuestro-traslado de miles de menores ucranianos a Rusia-, el anuncio de inmunidad confirma lo que ya es un hecho. Por si no había quedado claro,. la cumbre Trump-Putin rehabilitó internacionalmente a un político que ya disfrutaba de inmunidad a ojos de prácticamente todo el mundo no occidental o no situado en su órbita. Y evidencia, si no el utilitarismo a la hora de encausar a unos líderes concretos en la Haya, sí la doble y triple vara de medir al hacerlo.

La fiscalía de la CPI pidió hace un año la imputación del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y de otros cargos, por crímenes de guerra.

Y no solo es que Trump le ha recibido ya dos veces. Los líderes europeos no han hecho ni dicho nada para reforzar la posición de La Haya.

Un doble rasero que hace un daño irreparable a la UE y que evidencia su debilidad, geopolítica y a ojos de sus ciudadanos.