Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Elkarrizketa
Patricia Simón y Estebana Ortiz
Periodista autora del libro «Narrar el abismo» y defensora de derechos humanos de Colombia

«Debemos denunciar a los medios que están al servicio de los victimarios»

Patricia Simón, con más de veinte años de experiencia en la cobertura de conflictos y crisis humanitarias y autora de ‘Narrar el abismo’; y Estebana Ortiz, defensora de derechos humanos colombiana y exiliada, participaron en una jornada organizada por Setem Hego Haizea.

La periodista y autora del libro «Narrar el abismo» Patricia Simón junto a la activista de derechos humanos colombiana Estebana Ortiz en Donostia.
La periodista y autora del libro «Narrar el abismo» Patricia Simón junto a la activista de derechos humanos colombiana Estebana Ortiz en Donostia. (Jon URBE | FOKU)

De la mano de Setem Hego Haizea, Patricia Simón, periodista andaluza y autora del libro ‘Narrar el abismo. El periodismo de conflictos en tiempos de impunidad’, y Estebana Ortiz, defensora de derechos humanos colombiana especializada en violencia de género y exiliada en el Estado español desde 2018, abordaron en Donostia las interrelaciones entre economía, política y guerra, y los efectos de la militarización en los cuerpos de las mujeres.

¿Se puede poner en palabras el abismo, el genocidio...?

Patricia Simón: Cada vez resulta más difícil que las palabras trasladen la gravedad de las violaciones de derechos humanos, no solo porque las palabras se han desgastado a veces de usarlas mal, sino también porque la ciudadanía está muy cansada de recibir informaciones sobre catástrofes y sentir que no puede hacer nada con todo ese dolor.

Es más urgente y necesario que nunca que los periodistas nos esforcemos por hacer los relatos más rigurosos y que no solo retraten el dolor, sino que señalen a los responsables para que la ciudadanía se sienta interpelada.

Quienes sufren estas violaciones de derechos humanos son los primeros en exigir que las contemos porque si no tienen repercusión social es como si no hubieran ocurrido. Si los periodistas de Gaza no nos hubieran contando el genocidio, sería mucho más fácil decir que no ha ocurrido.

Con más de veinte años de experiencia en la cobertura de conflictos y crisis, ¿cómo aborda tanto sufrimiento?

P.S.: Lo primero, siendo conscientes de que trabajamos con lo más sensible que hay, es decir, con vidas humanas, y que la mayoría de las veces estas personas son perfectamente conscientes de que contarnos lo que han vivido no va a servir para cambiar esa situación ni para mejorar sus condiciones ni para devolverles a sus seres queridos.

Si lo cuentan es porque necesitan nombrar lo ocurrido y buscar una explicación; y en el caso de quienes han perdido a familiares, generar memoria.

Su última aspiración es que en algún momento se pueda hacer justicia, por eso es tan importante que en nuestras informaciones incluyamos quiénes han provocado toda esa situación.

Es fundamental que el retrato que hagamos de esa persona sea justo y un fiel reflejo de su capacidad de supervivencia y de lucha, y no limitarnos a contar su sufrimiento.

Si lo que hacemos es un retrato pedigüeño en el que solo ponemos el foco en los momentos de mayor vulnerabilidad y de sufrimiento, esa persona se va a ver retratada como alguien pusilánime y eso, además de injusto y falso, puede ser otra forma de violencia.

Debemos presentar a las víctimas desde una dimensión integral, es decir, como personas que resisten y están siendo mercancía para otros actores.

 

«Nuestra herramienta para explicar las cosas es el contexto, las causas y los procesos históricos. Todas esas etiquetas –terroristas, enemigo interno, menas–, se desmoronan cuando hacemos un buen trabajo periodístico» 

Si solo narramos los territorios en conflicto o de crisis cuando hay un brote de violencia o una hambruna, lo que termina calando en las sociedades del norte global es que estas personas están abocadas a morir matándose entre sí porque no son civilizadas o de hambre.

Cuando la injusticia se institucionaliza y sistematiza, deja de ser noticia. Cuando ocurrieron los atentados del 7 de octubre, mucha gente pensó que el problema había empezado entonces y no en 1948.

En los primeros meses, gran parte de nuestro trabajo periodístico consistió en explicar el régimen de apartheid, la ocupación y el expolio.

Por eso es fundamental que vayamos más allá de la actualidad y de los picos de violencia, y contemos cómo es la vida y la resistencia en esos territorios para que cuando ocurran este tipo de hechos, la gente los vea como humanos y no como ‘cucarachas’, como Israel ha presentado a los palestinos.

¿Cómo afectan los conflictos a las mujeres y sus cuerpos?

Estebana Ortiz: En 2006 tuve que exiliarme en Venezuela por amenazas. En 2015 regresé a Colombia con el proceso de diálogo con las FARC-EP. Pero quienes dimos la cara aupados por la confianza que nos generó el proceso fuimos blanco de ataques.

Regresar fue el delito capital que cometí, porque las amenazas se dieron en peores condiciones y tuve que huir más lejos. Aunque el proceso de paz fue un paso contundente, toda la población en general sufrimos las consecuencias de las traiciones a los acuerdos. Eso ha hecho que desconfiemos de todo, incluso de nosotras. Aún así, seguimos en la lucha dentro y fuera.

Sobre cómo afecta el conflicto a las mujeres, te diría que somos unas de las más golpeadas, sobre todo, la mujer campesina que ha sufrido el desplazamiento forzado y le ha tocado emigrar del campo a la ciudad. Esas familias fueron absorbidas por una zona urbana para la cual no estaban acostumbradas ni adaptadas.

 

«Es urgente la regulación de las redes. No es aceptable que X esté en manos de una persona absolutamente al servicio de la autocracia y que la UE haga dejación de funciones dejando los algoritmos al servicio de quien quiere secuestrar la democracia»

Un gran número de jóvenes fueron reclutados por mafias de control social y grupos al margen de la ley, entre ellos el paramilitarismo. Muchos fueron asesinados como ‘falsos positivos’. Son las mujeres las que han cargado con todos esos golpes y la ruptura de las dinámicas familiares. Han sufrido un daño económico, cultural, psicológico.

¿Qué papel ha jugado el periodismo en Colombia?

E.O.: De Palestina solo se habla de guerra, pero Colombia siempre es presentada en los medios como un remanso de paz y un país idóneo para hacer negocios, y eso no lo he entendido nunca como defensora de derechos humanos. Con el estallido social el mundo empezó a darse cuenta de que en Colombia pasaba algo.

Las tres grandes cadenas de televisión del país están dominadas por intereses internacionales capitalistas. Solo decirte que Álvaro Uribe era prácticamente el dueño de una de las cadenas, Blu Radio.

Un periodista debería ser trabajador social, psicólogo… porque yo le confío mi problema a él o ella.

Pero, a veces, nos encontramos con un periodismo que se adapta a unas políticas, conveniencias y a un sueldo. Y quienes desde las comunidades hacemos contrapeso, nos volvemos enemigos del Estado. Yo tengo adoptadas a dos hijas de compañeras desaparecidas. A mí no me mataron por cuestión de minutos.

El periodista también tiene una responsabilidad en cuanto a la elección del lenguaje.

P.S.: Trabajamos con palabras y tenemos que ser muy vigilantes para no convertirnos en meras correas de transmisión de la propaganda y del poder. En Palestina, el Ejército israelí tiene un departamento específico para transmitir informaciones que borran sus crímenes. Ha conseguido que en lo medios internacionales se hable de asentamientos y no de colonias, o de menores muertos y no de niños muertos.

Es lo mismo que hace la ultraderecha acuñando el término mena, que deshumaniza a los niños que tienen que emigrar solos. Determinados conceptos están contribuyendo a crear sociedades más crueles y dominadas por el odio.

Es muy fácil caer en ese juego y que nuestro trabajo se convierta en un legitimador de los discursos de odio de los Gobiernos y de los victimarios. Pero para eso necesitamos tiempo para pensar, reflexionar, formarnos, elaborar nuestras noticias y que haya alguien que las revise.

¿Cómo se combaten etiquetas como la de «enemigo interno» o «terrorista»?

P.S.: Lo primero que debemos hacer es denunciar a los periodistas y medios que están al servicio de los victimarios, a quienes, por ejemplo, dos años después del genocidio están defendiendo a Israel o preguntando a los palestinos si están de acuerdo con el derecho a la existencia de Israel.

En realidad, lo que le están preguntando es si está a favor de que su familia sea desplazada, aniquilada. Tenemos que señalarles e indagar cuáles son los intereses por los que ponen tanto empeño en defender a un Estado genocida.

 

«Aunque el proceso de paz fue un paso contundente, toda la población en general sufrimos las consecuencias de las traiciones a los acuerdos»

O en el caso de Colombia, al servicio de quién estaban esos medios que se opusieron a los acuerdos de paz de La Habana en el plebiscito o como en el caso del Estado español, donde Ana Rosa Quintana o Susana Griso llevan veinte años creando enemigos internos como son los mena.

Nuestra herramienta para explicar las cosas es el contexto, las causas y los procesos históricos. Todos esas etiquetas –terroristas, enemigo interno, mena–, se desmoronan cuando hacemos un buen trabajo periodístico.

E.0.: Con resistencia, resiliencia y sororidad. Que hoy en Colombia se hable de los ‘falsos positivos’ es el resultado de un trabajo de años. Fuimos las defensoras de derechos humanos y las madres las que dimos esa lucha en los barrios, ciudades y departamentos.

Son las mujeres las que han logrado que hasta los propios asesinos reconozcan que los mataron por órdenes de X, que, a su vez, fue financiado por el propio Estado. Entonces, la gente empezó a no creer las noticias en las que se decía que esos jóvenes eran guerrilleros.

¿Las redes sociales juegan a favor o en contra?

P.S.: Es urgente la regulación de las redes sociales, no es aceptable que la plaza pública que sigue siendo X esté en manos de una persona absolutamente al servicio de la autocracia y que la Unión Europea haga dejación de funciones dejando los algoritmos al servicio de quien quiere secuestrar la democracia.

En un mundo cada vez más complejo necesitamos profundizar, pero también nos tenemos que esforzar más para estar ahí porque es donde está la gente joven. Debemos lograr que esas plataformas sean el enganche que inviten a los jóvenes a profundizar y a ir a una crónica más larga. No podemos darnos por vencidos, si no estaremos dejando a los niños y adolescentes en el salvaje oeste.

E.O.: Creo que los periodistas deberían de apoyarse más en estas redes. Como defensora de derechos humanos creo que nos han aportado porque si no hubiese sido por las redes no se conocerían algunas verdades de nuestro país y seguiríamos en la incertidumbre sobre muchos hechos.

Fueron las redes sociales las que sacaron muchas verdades de las comunidades y zonas en conflicto. Y por medio de ellas hemos conseguido llegar a esferas internacionales.