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Los Pirineos se calientan un 30 % más rápido que la media global, con un aumento de 1,9°C

Científicos alertan de la «situación límite» de los Pirineos tras «un verano devastador». Y los efectos ya son visibles en la proliferación de macroincendios y sequías extremas.

Según la comunidad científica, los Pirineos atraviesan una «fase crítica».
Según la comunidad científica, los Pirineos atraviesan una «fase crítica». (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

El macizo pirenaico atraviesa una «fase crítica» y urge identificar los riesgos y actuar para minimizar el impacto ante eventos hidro-climáticos extremos que ya tienen repercusión en el territorio y en la vida de las personas que lo habitan. Así lo ha advertido el dictamen técnico presentado este miércoles en Toulouse, en Occitania, por el proyecto LIFE-SIP Pyrenees4Clima, integrado por 46 entidades socias y liderado por el Observatorio Pirenaico del Cambio Climáitico (OPCC).

Han lanzado un llamamiento urgente para acelerar la acción climática en las zonas de montaña ante los crecientes riesgos y exponen 16 recomendaciones para activar la prevención y preparar el territorio ante incendios y fenómenos naturales desfavorables.

El dictamen técnico alerta de que los Pirineos se están calentando un 30 % más rápido que la media global, con un aumento de 1,9 °C desde 1960, y que los efectos ya son visibles en la proliferación de macroincendios y sequías extremas. Factores climáticos que se ven exacerbados por el abandono rural, que a su vez reduce la capacidad de respuesta del territorio.

Según explican, las recomendaciones específicas que plantean parten de la experiencia de proyectos previos y de la reflexión de los 46 socios en el proyecto europeo LIFE-SIP Pyrenees4Clima; en concreto, en las experiencias en terreno ejecutadas desde 2024 a través de 33 casos piloto demostrativos. El objetivo del dictamen también es poner a disposición del territorio su conocimiento científico y experiencia.

Las 23 firmantes del ‘Dictamen ante los riesgos naturales climáticos en los Pirineos’ describen el verano de 2025 para la península ibérica y el sureste del Estado francés como «devastador», con dos olas de calor consecutivas que batieron récords y desencadenaron incendios con un comportamiento inédito, por lo que es urgente tomar medidas preventivas. Según datos del sistema europeo EFFIS/Copernicus, el fuego ha arrasado más de un millón de hectáreas en la Unión Europea y, de ellas, 400.000 en el Estado español, el 40% del total europeo.

Entre las recomendaciones se incluye el mantenimiento del paisaje agrosilvopastoral en mosaico frente al abandono y la falta de relevo generacional (diversificación de los usos del suelo), la reactivación del uso agroganadero extensivo a escala regional, o el cambio en la concesión de ayudas y pagos al sector primario, ligando estos pagos al número de cabezas o hectáreas.

También plantea el desarrollo de protocolos de emergencias forestales y de seguridad y combate ante la piroconvección (fenómeno meteorológico extremo que ocurre cuando las intensas columnas de aire caliente generadas por un incendio forestal o una erupción volcánica crean nubes de tormenta).

Coordinación transfronteriza

El documento también reclama una coordinación transfronteriza real ante emergencias y gestión de zonas de mayor riesgo, con la creación de un Protocolo Pirenaico de Incendios Forestales que unifique la respuesta en cooperación entre el Estado español, el francés y Andorra, y una plataforma común de datos climáticos en tiempo real para anticipar olas de calor, sequías y fenómenos extremos.

En la misma línea, plantea adaptar los calendarios de vigilancia y extinción a las nuevas temporadas de riesgo. En paralelo, aboga por aplicar Soluciones Basadas en la Naturaleza (NBS) para restaurar suelos degradados y reducir la escorrentía y la erosión tras los incendios. Estas medidas, subrayan los autores, no son teóricas: son acciones inmediatas, viables y necesarias.

Además, insiste en que el cambio climático no puede afrontarse de forma aislada. El abandono de las actividades agropastorales tradicionales, unido a la falta de gestión forestal, ha generado una continuidad vegetal que multiplica el riesgo de incendios y agudiza sus efectos negativos. A ello se suma la baja percepción social del riesgo: entre el 80 % y el 95 % de los incendios en la región pirenaica y pre pirenaica tienen origen humano, la mayoría causados por quemas agrícolas no autorizadas, conflictos de uso o negligencias.