Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Elkarrizketa
Eva Guerrero
Directora de ‘Hasta el último baile’

«Soy una defensora del ‘baila como te dé la gana, pero baila’»

Una bailarina, Aiala Etxegarai; una actriz, Yolanda Bustillo; la música en directo de Amaia Santamaría y las voces de mujeres mayores de 65 años hablando sobre su relación con su cuerpo. Con estos mimbres ha construido Eva Guerrero ‘Hasta el último baile’, que se estrena en el Arriaga este jueves.

La directora bilbaina, en un descanso durante los ensayos.
La directora bilbaina, en un descanso durante los ensayos. (Oskar MATXIN | FOKU)

En el escenario del bilbaino Teatro Arriaga hay ropa colgando, unas mesas que parecen unos palés... están montando la escenografía de “Hasta el último baile”, la versión en castellano –también la habrá en euskara– del espectáculo de danza-teatro de la compañía Eva Guerrero que se estrena hoy (19.30) y luego se podrá ver en Galdakao, Errenteria, Amurrio, Eibar o Leioa. Producto de un trabajo de campo, pone al cuerpo de los mayores en el centro y habla del paso del tiempo, de las pérdidas...

Hablamos con Eva Guerrero, la otra mitad –junto a Jemima Cano– de Doos, un colectivo artístico que, desde Punto de Fuga –un oasis de danza en Bilbao La Vieja– produce espectáculos y proyectos híbridos para acercar la danza a nuevos públicos. 

«Los humanos nacemos bailando», le oí decir hace poco al bailarín y coreógrafo Igor Yebra. Pero no sé si envejecemos bailando. 

Gracias a los miles de proyectos que hacemos, y en parte de ahí viene este espectáculo, estuve dando nueve sesiones a personas mayores de 65,  a través de un proyecto de danza y salud. Fue en Gasteiz, en la red Bizan, que es una red de centros de ocio y envejecimiento activo y acompañamiento. Y, claro, toda esta gente era muy activa. El EUNEIZ, una universidad privada de Gasteiz, les hacía unas mediciones antes y después de las sesiones de danza, y en las mediciones salió que habían mejorado sin haber hecho un ejercicio específico. Es como mi madre, que dice: ‘El baile me da vida. Siempre que voy al médico, pregunta: ¿Qué haces, Antonia, para estar tan bien?’. ‘Bailo’, contesta. ‘Pues no dejes de bailar’, el médico. 

A ver, soy una defensora del ‘baila como te dé la gana, pero baila’. No te voy a decir que la danza contemporánea es mejor que la euskal dantza o el jazz: tú baila, porque desde el baile conectas contigo. Ahora la neurociencia, que está haciendo millones de estudios, defiende el baile, no el ejercicio, porque tiene eso del grupo, de lo creativo, del contacto...

Pero, ¿qué tiene exactamente la danza? 

Mira, yo entré con 18 años en la BAI [Bizkaiko Antzerki Ikastegia] pensando en que quería ser actriz y no sabía lo que era la danza contemporánea: no me habían llevado a ver nada en el colegio, a lo sumo la zarzuela, y llevaba haciendo deporte toda mi vida. Y en cuanto tuve mis primeras clases de danza, a mí me conectó con algo que no me lo ha dado el deporte... Para mí es como que te conecta con tu mundo interno y puedes navegar, descubrirte, conocerte y entender también emociones y canalizarlas. Siempre digo que cuanto más bailo, estoy mejor. 

El espectáculo es producto de un trabajo de campo con mayores de 65 años.  ¿Y qué tono tiene el retrato de esas generaciones?

Yo diría que es una tragicomedia. Aparecen relatos de personas a las que hemos entrevistado, que no solamente hablan del baile, también de cómo ven su vejez. Les hicimos varias preguntas relacionadas con el baile –qué relación tenían con el baile, si habían bailado de pequeñas...– y también sobre cómo veían su cuerpo, cómo veían el envejecimiento o cómo sentían las ausencias. Digamos que es una autobiografía ficticia, porque a lo largo de todo el proceso hemos hecho improvisaciones y sacado materiales propios que luego se deconstruyen y se vuelven a construir, más los relatos que nos han ido diciendo las personas a las que hemos entrevistado. Pero sí que hay mucha soledad entre los mayores. 
Otra pregunta es: ¿Cómo encuentras a las personas que han formado parte de tu vida en tu cuerpo? Porque parto de que nos dejamos huella. 

Una curiosidad: las voces en off, ¿son de mujeres o de hombres? 

Mujeres. En las entrevistas, son solo mujeres. 

Somos las que movemos la cultura. 

Sí, pero luego los hombres son los que más trabajan, al menos en danza. Y cobran más [risas]. 

Proponen entrevistar a mayores de los lugares donde van a actuar, para incluirlos en el espectáculo. Es muy interesante. 

Vamos a ir cambiando las entrevistas. Hace unos años, con otro trabajo, que hablaba sobre el miedo, las entrevistas eran muy sencillas, porque eran tres o cuatro preguntas superdirectas: ¿Qué sientes cuando tienes miedo? ¿En qué parte de tu cuerpo lo sientes? Pero aquí sí que entablamos más conversación, porque estás preguntando cosas sensibles. Y  está bien porque, además, estás conectando con la gente de los pueblos, de tal manera que eso es un gancho para que puedan ir al teatro. 

Volviendo a Yebra, se quejaba de que la danza es la hermana pobre de la cultura. ¿Coincide? 

Totalmente. Encima lo dice Igor Yebra, que la danza clásica aún se programa menos. En la red pública de teatros vascos, la gran mayoría programa tres espectáculos, no más, de danza. Y entiendo que tienen unas cuotas que cumplir, pero yo voy a luchar por la presencia de la danza, porque por algo es una red pública. Luego escuchas tonterías de programadores y programadoras,  que dicen: ‘Es que a mi público esto no le gusta’. Para empezar, tu público no es tuyo, es el público del municipio donde tú estás programando. Esa gente son personas críticas y también necesitan ver otras cosas, porque, si siempre como chuleta, igual digo: ‘A mí el sushi y la carne cruda no me gustan’. ¿Pero, los has probado? Porque igual los pruebas y, aunque te parezca raro, con unas escamas de queso... y, mira, igual la carne no, pero el pescado, sí.

Es decir, poco a poco, nos tenemos que reeducar: tienes que ver otras cosas, porque eso también permite un desarrollo crítico y nos da sensibilidad. Y el arte nos hace seres sensibles y, cuanto más sensibles seamos, vamos a ser mejores personas y vamos a estar en mejor comunión con la gente. Lo que pasa es que la danza no se programa. Y, aunque escuchas cosas como que la gente no va al teatro ni a la danza, nosotras estamos a 40 y pico personas de llenar el patio de butacas. Y eso siendo danza contemporánea, de Eva Guerrero, que no soy nadie, y no soy Kukai. Estoy encantada, cuando luego tenga que reunirme con el programador o programadora de turno y me digan: ‘Si lo hicierais un poquito más fácil...’, como me han dicho en alguna reunión institucional...