Imanol  Intziarte
Redactor de actualidad, con experiencia en información deportiva y especializado en rugby

Sergio paga la factura de un libro que acumula borrones

Tres derrotas consecutivas, sumadas al pésimo arranque de las ocho primeras jornadas, han sido una losa demasiado pesada para Sergio Francisco, cuya trayectoria al frente de la Real ha terminado antes de lo deseable. Es la consecuencia de un declive que arrancó bastante antes de su nombramiento.

Sergio conversa con el cuarto árbitro en su último partido en Anoeta como entrenador de la Real.
Sergio conversa con el cuarto árbitro en su último partido en Anoeta como entrenador de la Real. (Gorka RUBIO | FOKU)

Es un tópico, pero se rompió la cuerda por donde siempre. Sergio Francisco fue elegido para ser un Imanol 2.0, pero su aventura en la Real ha terminado pareciéndose más a la de Jagoba Arrasate. Fuera de Zubieta no le ha ido tan mal al de Berriatua –Numancia, Osasuna, Mallorca…–, ojalá que el de Irun tenga la misma fortuna y que esto solo sea un paso atrás para coger impulso.

Nunca es fácil ser profeta en casa. Para un jugador canterano que sube al primer equipo es menos complicado –que no significa más sencillo– porque puede ir adaptándose poco a poco, cogiendo minutos y experiencia sin tener que cargar sobre sus hombros con toda la responsabilidad. Pero un entrenador es el mascarón de proa, no tiene un lugar en el que ponerse de perfil si las cosas se tuercen.

Sergio cargaba con un par de mochilas sobrevenidas. Una era la herencia envenenada, una mala segunda parte de la temporada anterior que ya había gastado buena parte de la paciencia de la parroquia blanquiazul. Imanol gozaba de crédito por sus logros anteriores, pero su sucesor no. 

Jóvenes con experiencia

La otra era la falta de experiencia en la élite, que solo se adquiere si alguien te da la oportunidad. Pasa en las empresas, todo el mundo quiere jóvenes preparados y con experiencia, y como dijo el torero, lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. En su caso se añadía el no haber sido en su día un jugador puntero, que queramos que no, siempre suma. Porque a Xabi Alonso no se le hubiera medido con el mismo baremo, mientras que a Sergio hubo quien le puso en duda desde el minuto cero.

En sus comparecencias ante los medios parecía evidente que tenía los conocimientos tácticos necesarios. Y le avalaban sus resultados en categorías inferiores, con el colofón de un ascenso del Sanse en el que tuvo gran parte de ‘culpa’. Otro asunto es la gestión de un vestuario de Primera, que visto desde fuera tiene pinta de ser una ensalada de egos que no siempre maridan bien.

En cualquier caso, parece osado hablar de si ‘los jugadores tal’ o ‘los jugadores cual’, ya que son veinticinco opiniones diferentes, y cada uno contaría el baile según le iba.

Millones en el banco y en la grada

Lo que resulta innegable, al menos para quien esto firma, es que las herramientas de repuesto con las que ha contado el de Irun tras la marcha de jugadores referentes no se ajustaban a los objetivos fijados por el club. Bien sea por la falta de acierto en los fichajes, bien sea por la falta de fortuna con las lesiones. Posiblemente un compendio de ambas circunstancias, hasta generar esta tormenta perfecta.

Por citar lo ocurrido ante el Girona, los dos delanteros de 20 millones vieron el partido desde la grada (Óskarsson) o desde el banquillo (Sadiq). Tampoco tuvieron minutos Sučić o Caleta Car –su llegada envió a Pacheco a Gasteiz–, saliendo Zakharyan en la segunda mitad. Yangel Herrera, el único perfil de jugador pedido expresamente por Sergio, solo ha participado en un par de encuentros, entre lesión y lesión. A ello se añadía la baja del actual buque insignia, Mikel Oyarzabal.

Eso obliga a mirar más arriba, a un Erik Bretos cuyo trabajo en los últimos cursos queda en entredicho –ahora como jefe y antes como segundo de Olabe– y a un Jokin Aperribay cuyo nuevo libro se está llenando de borrones. Para lo bueno y para lo malo, ellos son los máximos responsables.

El presidente apela a la paciencia para que florezca el talento de los más jóvenes, pero es consciente de que esto no es la NBA o la NFL, donde algunos equipos, al no haber riesgo de descenso, pueden incluso ‘tanquear’ –dejarse ganar– para lograr una mejor posición en el draft. En el fútbol de élite el futuro es hoy.