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El ISIS se apunta un nuevo tanto en su estrategia de crear tensión

Poco importa ya que estemos ante la acción de un enajenado, de un lobo solitario o ante un ataque planificado. El ISIS ya ha logrado profundizar en su objetivo, que no es otro que alimentar el desconcierto en Europa y seguir abonando reacciones que refuerzan la lógica y el discurso yihadistas.

Dabid Lazkanoiturburu (Gorka RUBIO/ARGAZKI PRESS)

Los estrategas del Estado Islámico, parte de ellos mandos militares y de seguridad del régimen de Saddam Hussein, tienen que estar hoy riéndose a carcajada limpia. Y no solo, que también, porque se les atribuye, con razón o sin ella, otro macabro «éxito» en un Estado francés absolutamente noqueado y que no se había recuperado del drama del 23N en París. Poco importa que haya sido un enajenado, un lobo solitario o una acción coordinada. El resultado es el mismo y suma un punto más en el haber de un grupo, el ISIS, que ha logrado concitar en su seno todas las fobias y extender al resto del mundo todos los miedos.

Los del ISIS tienen que estar riéndose a mandíbula batiente, pero sobre todo ante las reacciones de la clase política y de las opiniones públicas –o publicadas– en Occidente tras el atentado. Unas reacciones en parte comprensibles por la estupefacción que genera este tipo de acciones indiscriminadas, pero que no ayudan, al contrario, a entender a qué nos estamos enfrentando o, para decirlo en plata, qué diablos está pasando.

De un lado, están los que se abonan rápidamente a los agravios, si son comparativos mejor, y recuerdan que otro camión, en aquel caso cargado de explosivos, estalló en el exterior de una abarrotada heladería en un barrio chií de Bagdad, causando más de 200 muertos en plena fiesta tras el ayuno del Ramadán. Ya puestos, alguien podría comparar el atropello de Niza con los ataques del 11S. No en vano, en ambos casos sus autores utilizaron medios de transporte (aviones y camión) como arma mortífera y suicida.

Frente a los que entonan constantemente un mea culpa occidental, están los gobiernos, políticos y moduladores de opinión que insisten en que Occidente y su modo de vida se enfrentan al ataque de una horda de bárbaros e incivilizados que expelen maldad. Y ahí reside el verdadero peligro. Porque si los argumentos contextualizantes, conspirativos y autoflagelantes de los primeros tienen solo un efecto paralizador –y seguro que divertido, visto desde Mosul y Raqa, capitales del califato–, el segundo, el de la cruzada en defensa de Occidente, responde precisamente al objetivo que se ha marcado el yihadismo (en su día el de Al Qaeda, hoy el del ISIS) con sus genéricos llamamientos a atacar donde y como sea a los infieles. Que no es otro que el de provocar, con su acción o la acción individual de alguien movido por una u otra fobia, una reacción, cuanto más irracional mejor.

Y no me refiero solo, que también, a reacciones militares como las que, contra Afganistán en 2001 y contra Irak en 2003, siguieron al 11S. Hollande ya ha anunciado que intensificará sus bombadeos en Siria e Irak.

Pero a día de hoy poco tiene que ver el grado de implicación francesa con el hecho de que se haya convertido en objetivo preferente de este tipo de ataques. El verdadero objetivo –valga la redundancia– del ISIS es forzar una reacción en el interior de las sociedades europeas, en este caso en la francesa. Una reacción en clave de islamofobia respecto a sus conciudadanos musulmanes; de repliegue autoritario y cierre de fronteras; de añoranza, o apoyo abierto, a los regímenes autoritarios y corruptos en el mundo árabe; y de conflicto político abierto en el seno de las sociedades europeas.

Porque los mejores amigos del ISIS son el autoritarismo y el sectarismo, en Irak, en Siria, en Egipto... y en Europa.

El califato sabe que va a perder la batalla, entre otras cosas por los bombardeos occidentales y rusos, que sirven de cobertura aérea a kurdos, iraquíes y sirios para arrebatarle una tras otra sus ciudades. Pero calcula que puede ganar la guerra si lo que queda de sus territorios es un erial de escombros ingobernable y, sobre todo, si consigue que Europa pierda la suya contra sus propios miedos.

A este paso va camino de lograrlo. Incluso aunque en el momento de escribir estas líneas aún no esté claro, como el 12 de junio en la discoteca de Orlando, de qué estamos hablando.