KELMENDI, EL ORO DE KOSOVO, QUE DIJO NO A LOS MILLONES DE OTROS PAÍSES
La judoca Majlinda Kelmendi ha logrado la primera medalla –de oro, además– para Kosovo. Fue también la primera abanderada de este país en su estreno en unos Juegos Olímpicos. Su historia es un símbolo para una generación que arrastra el lastre de más de media vida en guerra.
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La historia de cada uno de los deportistas que sube al podio en los Juegos es única e irrepetible y muchas de ellas son ejemplo de coraje y de lucha contra la adversidad. El caso de Majlinda Kelmendi es una de ellas, un relato que explica el valle de lágrimas en que tornó su rostro cuando subió a lo más alto del cajón de Carioca Arena. El viernes pasado fue la abanderada de un grupo formado por ocho deportistas que representaban por primera vez a Kosovo en unos Juegos Olímpicos y cuatro días después lograba el primer oro de la historia de este pequeño país.
Kosovo, como Sudán del Sur, participa por primera vez en unos Juegos tras haber sido reconocido en 2014 por el Comité Olímpico Internacional (COI) como miembro de pleno derecho. Fue una decisión tomada no sin oposición, de hecho no pertenece a Naciones Unidas por la oposición de Serbia, Rusia y China, entre otros Estados que no reconocen su independencia, proclamada en 2008 y que sí asumen ya otros más de cien, entre ellos EEUU y la mayor parte de los de la Unión Europea (UE). Este año ha sido admitido también en la UEFA y la FIFA, lo que le abre las puertas a participar en la clasificación para el Mundial de fútbol de 2018.
Hasta 2008 Kosovo dependía de Serbia y anteriormente de Yugoslavia, por ello sus atletas iban a los juegos bajo las banderas de estos Estados o también de Albania. Como fue el caso de Kelmendi, en su primera presencia a unos Juegos en Londres 2012.
«Policías y soldados en casa»
Kelmendi tiene 25 años, por lo que nació poco antes de la disolución de Yugoslavia y vivió su infancia atrapada en un país en guerra. «Recuerdo a policías y soldados entrando en casa buscando a mis familiares», dice sobre un tema sobre el que prefiere pasar página. Por ello se esfuerza en reivindicar que representa «a los jóvenes de una generación que tratan de superar los innumerables problemas que sufrimos por pertenecer a un país pequeño y pobre. Sabemos que hay que trabajar duro para salir adelante y conseguir lo que se anhela. Para ello, por encima de todo, creemos en nosotros mismos». La judoca ayuda económicamente a sus padres, ambos en paro, al igual que un tercio de la población de Kosovo. De las dificultades de este país puedan dar fe también los atletas Vijona Kryeziu, que competirá en 400 metros, y Musa Hajdari, 800 metros, naturales ambos de Rogane, un pequeño pueblo en el este de Kosovo, que han entrenado para los Juegos en los senderos de los bosques de los alrededores por falta de infraestructuras deportivas.
Kelmendi tuvo un poco más de suerte para entrenar ya que cuenta con un excepcional palmarés en su categoría de -52 kilos, al ser campeona del mundo en 2013 –precisamente en la competición disputada en Río– y también en 2014, además de poseer varios títulos europeos. Por este motivo confiesa que ha recibido «ofertas millonarias de otros países para que les represente, pero ni todos los millones del mundo me harían sentir más orgullosa que ganar bajo la bandera de Kosovo».
Ahora, Kelmendi pasará a la historia deportiva del país al que realmente siente como suyo, aunque deja claro que «ser cam- peona y ganar todo no me da derecho a mirar al resto de la gente por encima».