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El Mediterráneo está que arde, el Cantábrico se templa

La respuesta habitual esta semana al preguntar por la marcha de ayer era «está la cosa fría». Sea porque al fin los vascos se han dado cuenta de que Catalunya va en serio o porque Madrid ha puesto la caldera a tope, la respuesta superó al final las expectativas. ¿Será el principio de algo?


Durante décadas, miles de independentistas catalanes o simples gentes de izquierda han visitado Euskal Herria denotando admiración por su espíritu de resistencia. Turismo político. Ahora son los vascos los que marcan Catalunya en su agenda vacacional para encontrar pulsiones y formas de hacer novedosas y que han puesto al Estado contra las cuerdas. En los corrillos improvisados en La Casilla es tema predominante: «Nosotras vamos para el 1-0», «Pues nosotros una semana entera, del 27 al 2», «Gu Diadan egon ginen eta itzela, hori jendetza hori!». Aquí y allá asoman samarretas de las exitosas últimas ediciones de la fiesta nacional catalana que reflejan esa incipiente peregrinación vasca.

Qué duda cabe de que Catalunya es un excelente plan de verano-otoño, pero ¿lo será también manifestarse en Bilbo para respaldarle? Los precedentes no son muy alentadores: la marcha de EH Bildu en el inicio de Aste Nagusia donostiarra resultó pobre, la de Bilbo hubo que suspenderla por los atentados yihadistas y las concentraciones del pasado sábado pasaron sin pena ni gloria. Algo falla.

Mientras el Mediterráneo está en ebullición, a la orilla del Cantábrico no se nota mucho temple, y menos en esta tarde lluviosa a 15 grados. No hay calor, pero sí al menos color: esteladas con fondo azul o amarillo se cruzan en la calle con las ikurriñas, las banderas rojas navarras, los pañuelos verdes de Independentistak, las enseñas multicromáticas con el «Si» de la ANC…

Los rostros se alegran en el cambio de rasante de la calle Autonomía (qué nombre tan antiguo para una movilización en que no hay más grito que ‘‘Independentzia!’’): hacia Zabalburu esperan miles más. En la rotonda surge un canto que se repetirá al final: ‘‘Hik bultza gogor hortikan eta bultza nik hemendikan, ikusiko dek nola-nola laster eroriko dan’’.

Voluntarias muy jóvenes de Gure Esku Dago reparten cientos de carteles de ‘‘Queremos decidir’’. También en euskara, inglés y francés. Buena idea, pero esta vez no hay medios internacionales en Bilbo, contrariamente a lo que ha ocurrido en las enormes marchas por los presos de 2012 a 2014. Euskal Herria no está en el foco y es solo protagonista colateral en este candente asunto, pero cierto es también que supone el único pueblo que ha salido masivamente a la calle a respaldar este 1-0. No es para menos, por los lazos históricos y porque al fin y al cabo miles de los asistentes saben qué es que te impidan votar. O ser votado: ¿Cuántos de ellos no habrán estado inhabilitados como se pretende hacer ahora con los electos catalanes? ‘‘Votarem, votarem’’, se oye ya en Hurtado de Amezaga.

Los recuentos de GARA siempre suscitan expectación, pero nunca tanta como hoy: «¿Cuánta gente hay, cuánta?». Cuando la cabeza llega al Ayuntamiento, hay llenazo aún en 100 metros de Autonomía, sin llegar a Zabalburu. En las últimas filas, siempre detalles llamativos, como ese grupo vascocatalán con Síes de muchos colores que camina gritando ‘‘No tinc por’’.

Al final son, somos, 32.000. Más de los esperados, parece ser; no tantos quizás si se compara con la importancia histórica de lo que está ocurriendo en Catalunya, con la espiral violenta del Estado, con los 150.000 de la cadena humana de 2014, con los otros tantos que ya han votado en las consultas de GED, con los votos de PNV y EH Bildu… Hay energía aún suelta por ahí, a la espera del hilo conductor que la canalice o la chispa que prenda la llama. Pero en el Cantábrico hace algo menos frío...