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GED se supera y el derecho a decidir vuelve con fuerza a la agenda vasca

Gure Esku Dago lo ha vuelto a hacer. Lo imposible se tornó real en 2014 con 123 kilómetros de cadena humana, y lo inverosímil se materializó ayer con una movilización similar pero de 202 kilómetros. De la mano de unas 175.0000 personas, el derecho a decidir vuelve con fuerza a la agenda social y también a la política, dado el debate del nuevo estatus en la CAV.


Tenía muchos motivos Gure Esku Dago para felicitarse por haber completado esta cadena humana que cruzó buena parte del mapa vasco, de Donostia a Gasteiz pasando por Bilbo. Pero Angel Oiarbide hizo un matiz importante minutos después de concluir: «Zorionak Euskal Herriari, Euskal Herriari!». Efectivamente, el de ayer fue un logro de país en un momento político y anímico que no parecía el más propicio para emprender este desafío. Para enlazar los 201,9 kilómetros unieron sus manos abertzales muy veteranos y jóvenes que ni siquiera han podido votar todavía; vecinos de la CAV –sede y foco de esta movilización– y también navarros o labortanos que no quisieron perderse la cita; vascos y amigos catalanes que llegaban con la Vía Catalana de 2013 muy grabada en la memoria; pensionistas, trabajadores y parados; mujeres y hombres; independentistas y simples demócratas.

Una amalgama intergeneracional, multicolor y multiforme; un pueblo. Oiarbide recordó que no cabe explicarse el éxito desde una perspectiva que no sea esa: «Este era un reto de país. Implicaba trabajar conjuntamente sí o sí». Gure Esku Dago se siente especialmente satisfecho de haber conseguido en estos cinco años de trabajo ingente que crezca «la confianza entre diferentes» y que se instale en la sociedad de modo natural un debate sobre el derecho a decidir que antes creaba notable crispación.

El Athletic como detalle

La normalización y extensión paulatina de esta demanda se plasmó en un dato: un tuit del Athletic en el que el club deportivo vasco con más impacto histórico en el planeta anuncia que «se une a la reivindicación social del derecho a decidir». En su día, la implicación del F.C. Barcelona en la movilización soberanista catalana tuvo un eco muy importante.

En el ámbito político la iniciativa contó con impulso decidido de PNV y EH Bildu y la participación también de representantes de Elkarrekin Podemos. El PSE la recibió con respeto, aunque matizando mediante su secretario de Organización, Miguel Ángel Morales, que cree que «el sentir mayoritario de la sociedad vasca no está en la independencia ni en un escenario como el de Cataluña» y cuestionando también la presencia de cargos institucionales (igual que ocurrió en 2014, el lehendakari de la CAV, Iñigo Urkullu, no estaba entre quienes se echaron a la calle). Así que entre las fuerzas parlamentarias de Gasteiz solo el PP se situó realmente en contra. Para su secretaria general, Amaya Fernández, la adhesión de cargos institucionales a esta reivindicación «es una temeridad» y el PNV «ha reanimado a Gure Esku Dago, que era una iniciativa sin futuro, dándole un rango de autoridad que no se merece». Fernández cargó incluso contra Urkullu afirmando que «es uno de los responsables del cambio del PNV hacia la ruptura social», y criticó de paso al PSE por ser socio jelkide en las instituciones y por limitarse a lo que considera «inmovilismo cómplice».

Explosión movilizadora

En las calles y carreteras, la movilización se vivió con esperanza y se disfrutó con alegría, aunque sin tanta emoción como la de aquel 8 de junio de 2014 en que el éxito de la novedosa iniciativa sorprendió a casi todos y desató no pocas lágrimas. Esta cadena humana de 2018 se ha enfocado con un objetivo más utilitario: la apelación al Parlamento de Gasteiz para que garantice el derecho a decidir en los trabajos del nuevo estatus fue recurrente. No obstante, Gure Esku Dago llevará también su demandas al Parlamento navarro y EH Bildu aboga igualmente por ir introduciendo ahí un debate que ya tiene plasmación en los cuatro herrialdes por las consultas municipales.

Otra diferencia estriba en que aquella movilización de 2014 estuvo precedida por la incógnita de si se lograría o no unir la cadena; esta vez, ya desde que el jueves se anunció que había 85.000 personas inscritas (y el sábado 100.000), por lo que se contaba con que el objetivo estaría logrado. En cualquier caso, en algunos tramos hubo bastante más gente de la necesaria para unir las manos con el pañuelo de GED, por lo que la estimación subió a 175.000 personas.

Ello supone un nuevo jalón en un 2018 que va camino de quedar para la Historia por las movilizaciones sociales enormes que han producido en estos primeros seis meses. Comenzó con una marcha de 95.000 personas en Bilbo por los derechos de los presos vascos y sus familiares, continuó el 8 de marzo con más de 200.000 personas movilizadas entre la mañana y la tarde por la igualdad, siguió el 24 del mismo mes con decenas de miles de manifestantes en las capitales vascas por unas pensiones justas, y ha tenido dos expresiones posteriores igualmente multitudinarias por los casos de los jóvenes de Altsasu y de «La Manada».