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Fermin Muguruza
Cineasta, músico y guionista

«‘Black is Beltza’ es un viaje iniciático a través de una época prodigiosa»

Más allá de la referencial carrera musical desarrollada por Fermín Muguruza (Irun, 1963), se asoma la vertiente cinéfila de un creador multidisciplinar que ha rodado proyectos como ‘Checkpoint Rock: canciones desde Palestina’ (2009) y ‘Zuloak’ (2012).

Gotzon ARANBURU/ FOKU

Arakatzaile honek ez du bideo elementua onartzen.


Fermín Muguruza nos revela que ‘Black is Beltza’ es su obra más personal porque abarca una época pletórica y convulsa que siempre le ha fascinado. Dicho espacio salpicado de música, política y movimientos sociales y culturales le ha permitido elaborar una odisea personal a través del formato animado. Tras su paso por el festival de Toronto, Muguruza se muestra muy satisfecho ya que el filme también tendrá distribución en China.

A partir de la publicación de la novela gráfica ‘Black is Beltza’, se amplificó su eco hasta cobrar sentido en una apuesta transmedia. ¿Fue algo que ya estaba estudiado o surgió por generación espontánea?
Todo surgió de una idea primitiva que ya tenía en mente y en la que ya asomaban secuencias de cine. En mis primeros contactos con Harkaitz Cano ya barajé esa idea que no se concretó y que, finalmente, se plasmó en la novela gráfica a la que se sumó el ilustrador argentino afincado en México Jorge Alderete. Todo ello tuvo su prolongación en un proyecto expositivo basado en la trastienda del cómic, el cual volvimos a ampliar cuando la película ya había cobrado forma definitiva. Lo que más me atrae de esta experiencia son las grandes posibilidades creativas que oferta. Todo es posible y, sobre todo, enriquecedor porque cada una de sus variantes, a las que se suma la propia banda sonora del filme y el documental ‘Beltza naiz’, van más allá de aquella idea original porque abarca múltiples retazos audiovisuales, históricos y culturales.

Decía Jorge Luis Borges que en la literatura tan solo han sido narradas dos historias que se simbolizan en ‘El Quijote’ y ‘La Odisea’, la historia del que parte hacia el viaje y la del que regresa.
En el caso de Manex es la partida hacia un viaje que tras cubrir diferentes etapas adopta la forma de un retorno. En este sentido, y quizás es lo más interesante, el Manex que inicia el viaje no es el mismo que regresa. Todo ello está condicionado por el brutal periodo social, político, cultural y musical que rodea al viaje. Los años 60 fueron un auténtico polvorín a escala mundial. Todos los cambios se condensan en una década prodigiosa y vertiginosa y ello me permitía que Manex adoptase la postura de una especie de Corto Maltés vasco. Siempre me ha fascinado este personaje de Hugo Pratt, tanto su vertiente de aventurero romántico como su implicación en los diferentes episodios que se cruzan en su camino. Al igual que Corto, Manex toma parte activa de estos episodios, no se limita a ser testigo distante y silencioso sino que comparte diálogos con diferentes personalidades como Malcolm X, Ché Guevara, el universo que orbitaba en torno a ‘The Factory’, el movimiento ‘Black Panther’ y en un viaje que transcurre en lugares como Estados Unidos, México, Cuba, Canadá, París o Argelia.

¿Qué le atrae del formato de la animación?
La libertad creativa que ofrece es infinita. La propia novela gráfica nos sirvió de base para desarrollar las pautas de este largometraje que ha contado en su diseño gráfico con Josep Homs, cuya adaptación de la trilogía ‘Millennium’, de Stieg Lärson, al cómic me fascinó y que se encargó del rediseño de los personajes principales. Pepe Boada, autor de numerosas obras para ‘El Víbora’, se encargó de perfilar los secundarios y además Jorge Alderete realizó la supervisión.

¿‘Black is Beltza’ también le ha permitido explorar su vertiente más cinéfila?
Por supuesto, y esto también entra de lleno en la libertad que te ofrece la animación porque puedes reinterpretar o tomar referencias de multitud de secuencias que tienes grabadas en la memoria. Una de ellas, tal vez la que puede resultar más evidente, está relacionada con la secuencia animada que incluyó Quentin Tarantino en ‘Kill Bill’. Tarantino es un cineasta que me apasiona y me sorprendió esas imágenes animadas que tenían dos vertientes, una más elaborada y otra no tanto que le permitían plasmar de muy diversa forma tanto la acción más descarnada como las emociones más cálidas. Esas imágenes estaban enraizadas en una obra que me apasiona, ‘Ghost in the Shell’, dirigida por Mamoru Oshii y que está basada en el manga de Masamune Shirow.