Onetti: el codo deforme y el amor por quedarse en la cama
Hortensia Campanella, la que fuera una de las amigas más próximas y después editora del escritor Juan Carlos Onetti, rememora anécdotas y pasajes que compartió con el autor uruguayo, como su conocida afición por permanecer en la cama y escribir recostado en su codo derecho.
Un codo deforme, su devoción por la novela negra y una apatía por admirar bellos paisajes son algunas de las curiosidades que salpican de humor las anécdotas del uruguayo Juan Carlos Onetti, el escritor que, quizá por comodidad, quizá por pereza, amaba quedarse en la cama.
Un colchón, un juego de sábanas y una almohada. No hace falta más que eso para crear un microambiente en el cual envolverse, relajarse y sentirse seguro. Para Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994), la cama era aún más que eso, ya que no solo descansaba, leía o pasaba allí la noche sino que también, por elección, escribía, comía y charlaba con sus amigos desde allí.
En diálogo con Efe, la escritora Hortensia Campanella, que conoció a Onetti en 1978, cuando él llevaba cuatro años viviendo en Madrid exiliado de la dictadura uruguaya (1973-1985), señala que la creencia de que el autor de ‘El Astillero’ no salía nunca de su cama no es más que «un mito». «Salía con poca frecuencia pero salía a alguna conferencia, incluso hizo algunas giras a las que lo invitaban. No le gustaba mucho pero sentía cierta obligación para con aquellos que lo habían ayudado mucho (...); por lo tanto, cuando yo lo conocí en el año 78, lo conocí de pie y fuera de su casa –risas–, no estaba en la cama», afirma Campanella.
De todas formas, para quien a partir de esa época sería una de las amigas más cercanas del autor y luego editora de sus Obras Completas, salvo excepciones, Onetti tenía predilección por quedarse en el lecho. «Con mucha frecuencia lo encontraba en la cama leyendo todo tipo de prensa, todo tipo de novelas, mucha novela negra, era omnívoro, y empezó cada vez más a quedarse en la cama», recuerda. Sin embargo, matiza, el escritor se levantaba siempre que llegaba una visita o cuando llegaba el mes de agosto para salir de vacaciones con Dolly, apodo de su cuarta y definitiva esposa Dorotea Muhr. Por cierto, al uruguayo no le interesaban los paisajes durante los viajes y prefería leer a mirar por la ventanilla.
Siempre en su codo derecho
No son pocas las curiosidades sobre cómo preferían escribir muchos autores famosos. Se sabe que el estadounidense Dalton Trumbo lo hacía en su bañera y hay quienes dicen que la británica Agatha Christie también lo hacía mientras comía manzanas. Según recogen algunos artículos de prensa, otros escritores, como la británica Virginia Woolf, tenían la costumbre de escribir de pie y en cuanto a escribir acostado en la cama se ha dicho que Truman Capote y Marcel Proust lo hacían.
Según cuenta Campanella, Onetti, además de leer, escribía recostado y siempre apoyado en su codo derecho, una costumbre que aunque parecía no molestarle, llegó a afectarle esa articulación. «Si uno se apoya un rato largo en el codo se le duerme el brazo, pero él se reclinaba sobre el codo derecho y así leía y también escribía; recuerdo que ese codo se le fue deformando, le pasaba crema para que no le doliera, pero esa era la posición que él tenía como más cómoda», resalta su amiga.
Una de las pasiones de Onetti era la lectura de novela negra, tanto así que Campanella recuerda que Dolly le compraba «kilos» de novelas policiales clase B y, curiosamente, como la edición era barata y se deshacían, el uruguayo las leía literalmente junto a una papelera en la que iba desechando las páginas.