«Destruimos el bolero para reconstruirlo a nuestra manera, con nuestra identidad sonora»
Entusiasta multi estilista y eficaz comunicador, el único vocalista portugués que ha ganado en Eurovisión vive con un corazón prestado y regresa este viernes al Jazzaldia donostiarra. Ahora en formato de cuarteto latino, Alma Nuestra, y «destruyendo» el cancionero clásico de boleros cubanos a través de un prisma jazzístico.
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Existía en Portugal un cantante llamado Salvador Sobral al que apenas se le conocía. Pero representó a su país en el Festival de Eurovisión de 2017, ganó con la canción ‘Amar pelos dois’ y Salvador Vilar Braamcamp Sobral (Lisboa, 28 de diciembre de 1989) dio el salto al gran público, nacional e internacional. Había nacido en 1989 en una buena familia: su padre Salvador Luís Cabral Braamcamp Sobral era nieto del 4° Conde de Sobral. La genética de su madre Luísa Maria Cabral Posser Vilar no reflejaba tanta alcurnia.
Su progenitor disfrutaba permanentemente de buena música pop anglosajona y la explicaba con entusiasmo a sus dos vástagos Luísa y Salvador que acabaron siendo músicos. El pequeño participó en 2009 en la tercera temporada del programa televisivo ‘Ídolos’, versión portuguesa de ‘Pop Idol’. Una experiencia que acabó en crisis vital con escapada a Baleres y Barcelona, donde militó en el grupo venezolano Noko Woi. De vuelta a Lisboa debutó en disco con ‘Excuse Me’. Los dos hermanos hicieron bueno el tópico de «familia que canta, familia unida»: fue Luísa quien compuso el posterior éxito eurovisivo y quien empujó a Salvador a presentarse al festival.
Recién proclamado campeonísimo de la balada íntima resultó que tenía el corazón demasiado grande. Suena muy romántico, pero pierde lirismo cuando se lee «displasia arritmogénica del ventrículo derecho». Salvador se debió habituar primero a no poder subir escaleras y después a no caminar. Pero tuvo la fortuna de ser trasplantado con éxito, de readaptarse a una «segunda vida» de prestado y de reencontrar su personalidad artística: «Fue un cambio increíble. Agradezco a la vida que cada día haya un momento en que me diga lo bueno que es estar vivo… Jamás cantaría como canto si no hubiera tenido la dolencia cardíaca».
Tras la crisis reapareció como invitado en la final de Eurovisión de 2018 junto a su adorado Caetano Veloso («fue como un sueño, todavía no me lo creo»). Y entremedio, y como otros cantantes (del fallecido Scott Walker a Abdel, argelino de Hendaia que protagoniza la película ‘Que l'Amou’, de Laetitia Mikles se colgó de Jacques Brel: «uno de los genios del siglo XX».
Estuvo en la Plaza de la Trinidad en el Jazzaldia de 2018 y regresa en esta edición achatada y europeizada por mor de la Covid-19. Esta vez mirando a Cuba y agitando el bolero («una nostalgia parecida a la del fado, pero más hacia fuera, más aflamencada») en la batidora latin-jazz del cuarteto Alma Nuestra. Con el pianista cubano Víctor Zamora, el contrabajista Nelson Cascais y el baterista André Sousa Machado. Actúan este viernes 24 en el auditorio del Kursaal en horario sesión vermú de mediodía.
Sufrió un aislamiento de seis meses para un trasplante de corazón. Después convaleció en casa otros tres. Ahora es persona de riesgo. Ha dicho que este tercer confinamiento ha sido más duro, que le entristeció y le «robó el alma».
Es que estar lejos del escenario es algo muy triste, pierdo toda la confianza que tengo en mí mismo, incluso las ganas de levantarme por la mañana.
Pero se le vio mucho cantando online. ¿Trabajar en red fue un alivio para su hiperactividad creativa?
Hacer conciertos online fue un intento fallido de reencontrar la adrenalina del escenario. Tuvo cosas bonitas, pero a la vez fue bastante frustrante.
Parece en todo caso que el encierro ha sido fructífero: se acaba de publicar aquí su tercer disco, ‘Alma Nuestra’, y dice haber acabado 17 canciones para el próximo.
No, éste no es mi tercer disco. Ese saldrá el año que viene. El que acabamos de publicar es el primer disco de la banda Alma Nuestra y lleva grabado unos dos años, pero salió ahora en España. Y sí, he compuesto muchas canciones con mi amigo Leonardo Aldrey para mi próximo proyecto propio.
Señala que el sector musical, y cultural en general, tiene una crisis particular en Portugal, sin apoyo institucional. Parecía que el gobierno luso lo estaba haciendo bien, que era casi un ejemplo para Europa.
Sí que es un ejemplo, pero de lo que no se debe hacer. Tenemos una ministra de Cultura muy poco capacitada para ese trabajo. Algo que ya es corriente en nuestro país. Creo que en toda la historia de nuestros gobiernos sólo hemos tenido un ministro de Cultura capaz de gestionar ese ámbito.
La música ha sido un buen apoyo para mucha gente en esta crisis. ¿Qué tipo de músicas ajenas le han ayudado en el encierro?
Muchas. Desde esta ola nueva de hip-hop/neo soul tan interesante que estamos viviendo hasta el flamenco de Arcángel, el jazz de Brad Mehldau y mucho Bach, siempre Bach.
¿Fue una bendición tener un padre que pusiera y explicara canciones de Beatles, Simon & Garfunkel, Genesis… para que usted y su hermana no se pelearan?
Ja, ja, sí que fue una bendición. Ocurre sobre todo que mi padre es un puro amante de la música, él no trabaja ni depende de ella, solo disfruta. Entonces nos enseñó la música con mucha naturalidad, de manera orgánica, sin nunca forzar nada.
Con 18 años participó en el concurso juvenil ‘Ídolos’. Fue casi un trauma del que tuvo que huir. ¿Sería mejor suprimir esos programas por respeto a la música?
Hoy en día creo que si sabes quién eres y lo que quieres hacer como músico, si has encontrado tu personalidad artística y tienes claro lo que quieres decir, ese tipo de programas puede servir de buena rampa para que te conozca más gente. Y si pudieses hacer tu música original en esos shows y no covers americanos durante todo el tiempo estaría bien.
¿Le redimió cambiar de estilo musical, cantar jazz por pequeños bares de Mallorca y estudiar en el barcelonés Taller de Músics?
Lo que ocurrió fue que descubrí que eso sí que era la música y no lo de la tele, que era solo un simple entretenimiento
Dice que tuvo influencias diversas: del jazz de Billie Holiday, John Coltrane o Chet Baker a Caetano Veloso o Sílvia Pérez Cruz… Parece una esponja.
O un papagayo…
Triunfó en Eurovisión y dijo después que es «un show de la nueva tecnología audiovisual donde la música vale muy poco, son efectos sonoros». Pero fue un cambio radical en su vida.
Así fue, sí. Si no hubiera sido por Eurovisión no estaría tocando otra vez en un festival como el Jazzaldia. Tengo que estar muy agradecido a lo que esa experiencia me ha aportado.
Apenas ofrece en concierto unos 15 segundos de aquel éxito. A veces, ¿la canción más popular acaba siendo un peso para su intérprete?
Todavía no la siento como un peso, tal vez un día acabe siendo así. Si me apetece, la toco en los conciertos que doy con mi grupo, no con Alma Nuestra. Si no me apetece, no la toco y hasta ahora nadie se ha quejado.
Aunque abandonó la carrera, ¿haber pasado por el Instituto Superior de Psicología Aplicada le ayuda a captar los estados de ánimo del público?
Creo que no aprendí mucho en aquella carrera, andaba muy despistado. Pero supongo que todas las vivencias cuentan a la hora de salir a interpretar y poder sentir y empatizar con el público.
Canta y habla en varios idiomas. ¿Le encantan las lenguas porque le gusta la gente o le encanta la gente porque le chiflan las lenguas?
Es curioso porque siempre me pregunto eso mismo. Creo que antes que nada y sobre todo me gusta la gente y poder conocerla.
Lleva desde 2017 con el disco en castellano ‘Alma Nuestra’. ¿Su «esquizofrenia de estilos» encontró una nueva obsesión musical en los boleros del cubano Bola de Nieve? Parece que ustedes los «destruyen».
Sí, en nuestro proceso creativo pasamos siempre por una fase de destrucción del bolero para volver a construirlo a nuestra manera, con nuestra identidad sonora.
Completó durante el confinamiento la serie ‘Una región de canciones’, un tema por cada autonomía del Estado español. ¿Por qué ha elegido ‘Txoria txori’ y ‘No te vayas de Navarra’ para el territorio vasco?
‘Txoria txori’ es una canción bellísima con una simbología muy fuerte. ‘No te vayas de Navarra’ me la aconsejó una amiga, Nora.
¿No despista que un intérprete tenga tanta dispersión estilística?
Tal vez sea así. Pero es que yo no sé ser de otra manera.
Lina, Mariza y usted mismo coinciden en el cartel del Jazzaldia 2020. ¿Menos mal que nos queda Portugal?
No, no, ¡en España hay suficiente calidad musical!